viernes, 26 de agosto de 2011

¿Para qué sirve el silencio? – Escuela de Silencio

El Silencio

El Silencio
"Aunque al principio nos resulte duro callar, gradualmente, si somos fieles, nuestro mismo silencio irá creando en nosotros una atracción hacia un silencio cada vez mayor". (Estatuto de la Orden Cartujana)

¿Para qué sirve el silencio? - Escuela de Silencio

El silencio sirve para lo que no sirven otras palabras.
En el silencio caben las cosas que no caben en las palabras.
Con su palabra el hombre trasciende a los animales, sin embargo con su silencio se trasciende a sí mismo.

El hombre debe aprender a escuchar lo que oye y a contemplar lo que ve.
Con el silencio del corazón se escucha lo que se oye con los oídos, porque la salvación entra por los oídos, dice San Pablo.
Con el silencio del corazón se contempla lo que vemos por los ojos porque la gloria del señor entra por los ojos, dice San Juan.

Verdadero discípulo es aquel que como María de Betania se sienta a escuchar y contemplar a Cristo Jesús como Verbo encarnado en el silencio de María, a Cristo Jesús Palabra de salvación que se forjó en el silencio de 30 años de Nazaret y al verbo eterno que brotó del silencio eterno de Dios Padre.

Cristo Jesús necesitó tres vientres de silencio para crecer como Palabra de Salvación:
1) El seno silencioso de Padre.
2) El seno virginal de María, pleno de silencio por nueve meses.
3) El amor virginal de María y José que por 30 años del silencio de Nazaret fue un Verdadero seno donde Jesús de Nazaret se forjó como palabra de Salvación.

San José es la puerta abierta al misterio de silencio de Nazaret, es el custodio del redentor y de la virginidad de María; su silencio fue tan elocuente como sus hechos.
María es el perfume que llena toda la casa de Nazaret.

La sagrada familia es la presencia más bella y profunda de la trinidad en la tierra.
Nazaret es el santuario de la intimidad de Cristo con su Padre.
Nazaret es el anticipo del Dios oculto de la Eucaristía.

El 90 por ciento de la vida de Cristo lo pasó en el silencio de Nazaret.
Jesús no es el hijo del matrimonio de María y José, sino hijo en el verdadero matrimonio de María y José.
La gran misión de San José es ser esposo virginal de María y Padre virginal de Jesús lo cual lo convierte en verdadero y especial ministro del la salvación.
San José es el último en dignidad, pero el primero en autoridad y así San José es el más fiel reflejo de la paternidad de Dios entre nosotros.

Nazaret es un homenaje a lo ordinario, a lo cotidiano en Nazaret;
no hay milagros extraordinarios sino el milagro de lo ordinario.
Los frutos del silencio son los frutos del Espíritu.

EL SILENCIO, EN LA LITURGIA CATÓLICA

EL SILENCIO EN LA LITURGIA


1. El redescubrimiento del silencio en la liturgia: la Constitución Sacrosanctum Concilium, tratando de la participación activa de los fieles, destaca la importancia del silencio: “para promover la participación activa se fomentarán las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos, y también las acciones o gestos.

Guárdese, además a su debido tiempo, el silencio sagrado” (no. 30). La necesidad y la función del silencio en la celebración litúrgica habían sido afirmadas con frecuencia, en vísperas del concilio la praxis litúrgica más común en uno de sus comentarios afirma: “el silencio es el elemento más descuidado, o incluso sacrificado expresamente en nombre de una participación activa, concebida falsamente en el muy limitado sentido de voz o gesto. Se olvida que por la intensidad con que se vive este silencio se puede medir el grado de capacidad y de preparación de los fieles para la verdadera participación”

2. Significado y tipología del silencio litúrgico: podemos dar ahora unas líneas maestras que traten de interpretar el significado y la función del silencio en la liturgia renovada:

A) el silencio, elemento estructural: se presenta repetidamente el silencio como “parte de la celebración” (OGMR 23); condición para que los fieles “no se vean reducidos a asistir a la acción litúrgica como espectadores mudos y extraños” (Musicam Sacram 17). En clave pedagógica, se indica el silencio entre los “elementos litúrgicos” que deben tenerse presentes “en la formación litúrgica de los niños y en su preparación para la vida litúrgica de la Iglesia” (DMN 13).

B) Motivos para el silencio: “la naturaleza de este silencio depende del momento de la misa que se observa” (OGMR 23), el motivo más general del silencio litúrgico es “para promover la participación activa” (SC 30), para que los fieles “sean asociados más íntimamente al misterio que se celebra” (Musicam Sacram 17). En particular el silencio favorece la escucha de la Palabra de Dios y la respuesta de la meditación y de la oración “para lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones y para unir más estrechamente la oración personal con la palabra de Dios” (OGLH 202). Las finalidades inmediatas del silencio en la liturgia están resumidas en la carta Eucaristía participationem, de 1973: “debe respetarse siempre, como muchos desean, el silencio sagrado, que se observará en los tiempos establecidos”

C) Tipología del silencio litúrgico: la naturaleza y funciones del silencio litúrgico dependen de los momentos en que entra a formar parte de la acción litúrgica, podemos hablar de los siguientes tipos de silencio:

* silencio de recogimiento: se produce cuando se invita a toda la asamblea a recogerse “para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas” (OGMR 32). Este recogimiento asume en la liturgia renovada varias formas, unidas a muchos aspectos de la tradición:

- comienzo de un rito: la forma más solemne es de la postración que la acción litúrgica del viernes santo, pero encontramos otros ejemplos de ella en el rito de las exequias (RE 10) y en la celebracion comunitaria de la penitencia (RP 111). Una variación intensa del mismo es el “acto penitencial” de la misa, cuyas finalidades se definen con toda claridad en las palabras que el RP refiere al silencio después de la homilía: “para examinar la conciencia y suscitar la verdadera contrición de los pecados” (no. 129)

- Oración silenciosa: se invita a la asamblea a un momento de oración silenciosa, que concluye con la oración del celebrante. Aparecen cuatro variantes, se exhorta a los fieles a orar por los hermanos que van a participar de un rito, como por ejemplo la confirmación, la profesión religiosa o los ministerios; antes de la colecta de la misa, al final de los ritos introductorios y al comienzo de la liturgia de la palabra, el celebrante invita a la asamblea a la oración silenciosa que él recoge en la colecta (OGMR 32); en la oración universal o de los fieles, después de cada una de las intenciones propuestas puede sustituirse la respuesta de los fieles por un silencio esta prevista en la misa y en la liturgia de las Horas (OGLH 193).

* silencio de apropiación: es un silencio de escucha y de interiorización durante las plegarias presidenciales. El ejemplo más frecuente de este silencio sagrado lo tenemos en la plegarias eucarística: “Dicha oración –señala la carta Eucharistiae participationem– es recitada por el sacerdote ministerial, que interpreta la voluntad de Dios que se dirige al pueblo, y la voz del pueblo, que eleva los ánimos a Dios. Solamente ella debe resonar, mientras que la asamblea, reunida para la celebración litúrgica, mantiene un silencio religioso” (no. 8). Lo encontramos también durante la oración consecratoria de las ordenaciones (RO VIII), en la misa crismal, en la profesión religiosa, es particularmente significativo el gesto silencioso de la imposición de manos, acompañado de la oración de los presentes y también en la unción de los enfermos.

* Silencio meditativo: es el silencio de respuesta a la proclamación de la palabra de Dios: invita a “reflexionar brevemente sobre lo que han oído” (OGMR 23); a “lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones” (OGLH 202).

* Silencio de adoración: el silencio orante, que brota de la palabra y hace más consciente nuestra “vida oculta con Cristo en Dios” (Col 3,3), asume una expresión más intensa en nuestro encuentro con el misterio eucarístico; sea que los fieles se preparan para recibir con fruto el cuerpo y sangre de Cristo, sea que se detengan después de la comunión para “alabar y rezar a Dios en su corazón”, (Musicam Sacram 17), sea cuando prolongan “la unión con él conseguida en la comunión” con la oración ante Cristo “presente en el sacramento” (adoración eucarística no 81). Semejante a este silencio de adoración es el que acompaña a la adoración de la cruz del viernes santo, sobre todo en la forma colectiva, cuando se presenta la cruz en silencio a toda la asamblea.

3. Conclusiones pastorales:

3.1. redescubrimiento del silencio no como elemento mágico, necesario y significativo en si mismo, sino silencio de participación: condición espiritual para la inserción en el misterio celebrado, para la escucha de la palabra y para la respuesta de la asamblea, momento privilegiado del Espíritu Santo, que hace crecer la comunidad como templo consagrado.

3.2. esta renovada sensibilidad hacia el silencio es, ante todo, fruto de una familiaridad más profunda con la Biblia: Dios se hace oír en el silencio (1 Re 19,11-13); precediendo, interrumpiendo y prolongando la palabra, el silencio inspira el diálogo entre Dios y el hombre. Del Verbo “salido del silencio”, Ignacio de Antioquía dirá que “también lo que callando hizo son cosas dignas de su Padre”, afirmando que “el que de verdad posee la palabra de Jesús, puede escuchar su silencio, a fin de ser perfecto”, por su parte Ambrosio de Milán, que dedicó un amplio estudio al silencio, llegará a decir: “el diablo busca el estrépito; Cristo, el silencio”

3.3. La importancia del silencio va unida a la palabra, de la que es tierra privilegiada. “hay que ejercitarse en el silencio para bien de la palabra. Porque la liturgia consiste en gran medida en palabras dichas por Dios o dirigidas a Dios... Estas palabras deben ser inmensas, llenas de calma y de silencio interior”.

3.4. Una mayor búsqueda del silencio en la liturgia es también signo de una mayor madurez celebrativa. “Una celebracion que amontona un rito sobre otro, que procede con un ritmo sin paradas, cansa a la comunidad, sin edificarla” No se puede olvidar que “la liturgia está hecha de ritmos, de alternancias, es como una respiración”. Por otra parte el silencio litúrgico es un silencio constructivo, coeficiente fundamental para edificar y formar la comunidad celebrante.

Escucha el silencio que nace del aire, Escucha el silencio que hay dentro de ti, Oye al pensamiento, contar lo que al viento, Por andar de prisa le cuesta decir.

Ríndete al cansancio de no poder oír, Lo que las palabras no saben decir, Y no sientas miedo de tanto silencio, Quédate tranquila calma tu corazón, Respira el silencio.

Respira el silencio que en el aire viene, Porque en el silencio, con los pies descalzos, Dios también se mueve.

Silencio y escucha de la Palabra
Hagamos silencio para escuchar la Palabra de Dios y meditarla, para que ella siga morando, viviendo y hablándonos a lo largo de todos los días.

Silencio y escucha de la Palabra



El mundo moderno nos bombardea con noticias y ruidos, con músicas y discusiones, con “blogs” y mensajes de todo tipo. Al mismo tiempo, nuestros corazones generan pensamientos y emociones que aturden y arrastran, que encandilan y casi “drogan” nuestro espíritu.

La semilla no puede dar fruto si el alma vive prisionera de mil preocupaciones, angustias, apegos, zozobras. Para que la semilla empiece su camino vigoroso, antes hay que escardar, limpiar, zanjar, proteger el terreno del espíritu.

Escuchar la Palabra, el mensaje de Dios a los hombres, es imposible si nos faltan espacios de silencio. Como explica el Papa Benedicto XVI, “la palabra sólo puede ser pronunciada y oída en el silencio, exterior e interior. Nuestro tiempo no favorece el recogimiento, y se tiene a veces la impresión de que hay casi temor de alejarse de los instrumentos de comunicación de masa, aunque sólo sea por un momento. Por eso se ha de educar al Pueblo de Dios en el valor del silencio. Redescubrir el puesto central de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia quiere decir también redescubrir el sentido del recogimiento y del sosiego interior” (exhortación apostólica postsinodal “Verbum Domini”, n. 66).

Si adoptamos una sana actitud de silencio, el corazón empieza a estar abierto a la acogida de la Palabra de Dios, como la Virgen, como los santos. Así lo explica el Papa: “La gran tradición patrística nos enseña que los misterios de Cristo están unidos al silencio, y sólo en él la Palabra puede encontrar morada en nosotros, como ocurrió en María, mujer de la Palabra y del silencio inseparablemente. Nuestras liturgias han de facilitar esta escucha auténtica: Verbo crescente, verba deficiunt” (“Verbum Domini”, n. 66).

Esto vale, como señala Benedicto XVI en el texto antes citado, de modo especial para la Liturgia: “Este valor ha de resplandecer particularmente en la Liturgia de la Palabra, que «se debe celebrar de tal manera que favorezca la meditación». Cuando el silencio está previsto, debe considerarse «como parte de la celebración». Por tanto, exhorto a los pastores a fomentar los momentos de recogimiento, por medio de los cuales, con la ayuda del Espíritu Santo, la Palabra de Dios se acoge en el corazón” (“Verbum Domini”, n. 66).

Si pasamos a través de los dinteles del silencio y del recogimiento, interno y externo, entramos en la escuela en la que habla el verdadero Maestro, Jesucristo. Él está, respetuosamente, junto a la puerta de nuestros corazones. “Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos” (Ap 3,20).

Por eso, al finalizar el texto de la exhortación “Verbum Domini”, el Papa invita a todos los católicos a fomentar un clima adecuado a la escucha con la ayuda del silencio.

“Hagamos silencio para escuchar la Palabra de Dios y meditarla, para que ella, por la acción eficaz del Espíritu Santo, siga morando, viviendo y hablándonos a lo largo de todos los días de nuestra vida. De este modo, la Iglesia se renueva y rejuvenece siempre gracias a la Palabra del Señor que permanece eternamente (cf. 1Pe 1,25; Is 40,8). Y también nosotros podemos entrar así en el gran diálogo nupcial con que se cierra la Sagrada Escritura: «El Espíritu y la Esposa dicen: ‘¡Ven!’. Y el que oiga, diga: ‘¡Ven!’... Dice el que da testimonio de todo esto: ‘Sí, vengo pronto’. ¡Amén! ‘Ven, Señor Jesús’» (Ap 22,17.20)”

Quince Minutos con María: Silencio


Fuente: devocionesypromesas

María, Madre mía querida, ayúdame a hacer silencio en mi vida, silencio exterior e interior. Porque muchas veces hay ruido a mi alrededor y no me preocupo por retirarme a un lugar más tranquilo, sino que sigo inmerso en la vorágine del mundo, y así no tengo el alma dispuesta a la oración y a la meditación.

Sé que no puedo irme del mundo, pero también sé que a veces yo busco el aturdirme y el estar disipado. Por eso quiero pedirte que me ayudes y me enseñes a aprender a estar solo y retirado en algún momento del día, para dedicarme a Dios y a las cosas del espíritu.

Y también quiero pedirte la gracia de saber hacer silencio interior, que a veces es el que más me cuesta, porque mientras afuera hay silencio, en mi mente hay mil ruidos y pensamientos de todas clases, que me impiden la concentración y la meditación en la Palabra de Dios, y tampoco me dejan recibir las inspiraciones del Señor, que no habla en el ruido sino al corazón y en el silencio.

Lo dejo todo en tus manos, querida Mamá, y me encomiendo a ti en adelante.


¡Mira a la Estrella, invoca a María!

¡Oh tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y de las tempestades, si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz de esta Estrella, invoca a María!.

Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, llama a María.

Si eres agitado por las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la Estrella, llama a María.

Si la ira, o la avaricia, o la impureza impelen violentamente la navecilla de tu alma, mira a María.

Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima del suelo de la tristeza, en los abismos de la desesperación, piensa en María.

En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud.

No te extraviarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiende su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si Ella te ampara. - San Bernardo

(“Verbum Domini” n. 124).








AYUDAME A HACER SILENCIO, SEÑOR
Ayudame a hacer silencio, Señor, quiero escuchar tu voz.
Toma mi mano, guiame al desierto, que nos encontremos a solas, vos y yo.
Necesito contemplar tu rostro, me hace falta la calidez de tu voz, caminar juntos... callar para que vos hableis.

Me pongo en tus manos, quiero revisar mi vida,
descubrir en que tengo que cambiar, afianzar lo que anda bien,
sorprenderme con lo nuevo que me pedis.

Ayudame a dejar a un lado las corridas, las preocupaciones que llenan mi cabeza,
barre mis dudas e inseguridades, ayudame a archivar
mis respuestas hechas,
quiero compartir mi vida y revisarla a tu lado.
Ver donde "aprieta el zapato" para apurar el cambio.

Me tienta la seguridad, el "saberlas todas",
tenerla "clara", no necesitarte, total tengo
todas las respuestas.

Me tienta el activismo. Hay que hacer, hacer y hacer.
Y me olvido del silencio, aflojo en la oracion,
¿leer la Biblia?, para cuando haya tiempo...

Me tienta la incoherencia. Hablar mucho y hacer poco.
Mostrar facha de buen cristiano, pero dentro,
donde vos y yo conocemos, tener mucho para cambiar.
Me tienta ser el centro del mundo.
Que los demas giren a mi alrededor.
Que me sirvan en lugar de servir.

Me tienta la idolatria. Fabricarme un idolo
con mis proyectos, mis convicciones, mis certezas
y conveniencias, y ponerle tu nombre de Dios.
No sera el becerro de oro, pero se le parece.

Me tienta la falta de compromiso. Es mas facil pasar de largo
que bajarse del caballo y hacer la del samaritano.
¡Hay tantos caidos a mi lado, Señor, y yo me hago el distraido!

Me tienta la falta de sensibilidad, no tener compasion,
acostumbrarme a que otros sufren
y tener excusas, razones, explicaciones...
que no tienen nada de Evangelio pero que me conforman...
Un rato, Señor, porque en el fondo no puedo engañarte.

Me tienta el separar la fe y la vida.
Leer el diario, ver las noticias sin indignarme evangelicamente
por la ausencia de justicia y la falta de solidaridad.

Me tienta el mirar la realidad sin la mirada del Reino.
Me tienta alejarme de la politica, la economia,
la participación social... Que se metan otros...
Yo, cristiano de Domingo, Misa y gracias...

La desocupacion, hospitales que cierran,
chicos sin clase, familias sin vivienda ni terreno...
¿Dice algo a mi cristianismo?
¿O se puede vivir la fe tapandose los ojos?

Me tienta el tener tiempo para todo menos para lo importante.
Y lamentarlo pero no hacer nada para cambiarlo.
La familia, los hijos, la oracion... al cuadragesimo lugar.
Hay cosas mas importantes. ¿Las hay?

Me tienta, Señor, el desaliento,
lo dificil que a veces se presentan las cosas.

Me tienta el dejarlo para mañana,
cuando hay que empezar a cambiar hoy.

Me tienta creer que te escucho cuando escucho mi voz.
¡Enseñame a discernir! Dame luz para distinguir tu rostro.
Llevame al desierto, Señor, despojame de lo que me ata,
sacude mis certezas y pon a prueba mi amor.
Para empezar de nuevo, humilde, sencillo,
con fuerza y Espiritu para vivir fiel a Vos.
AMEN


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