viernes, 7 de octubre de 2011

A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO


"De pequeño yo no entendía este refrán español tan conocido. Pensaba que quería decir que muchos se las dan de buenos pero que sin embargo si no la hacen a la entrada, la hacen a la salida. Una doblez de vida, un fariseismo. Dar la imagen de buenas personas pero sin serlo. Sin embargo no es ésto lo que significa el refrán. Quiere decir que hay que confiar en Dios y en su providencia, pero que además tenemos que ponernos manos a la obra. Tenemos que poner de nuestra parte. No es suficiente sentarnos y pedirle a Dios que resuelva todos nuestros problemas, dificultades, necesidades, etc... Sería una postura cómoda. Que Dios nos resuelva la papeleta. Para muchos Dios vendría a ser como una máquina arreglalotodo o un supermercado 24 horas y encima gratis. La confianza en Dios, en su providencia amorosa, la fe en su gracia, no significa que nosotros dejemos de lado nuestras obligaciones profesionales. Dios nos ha dado unos talentos para negociar hasta que El vuelva. Por otro lado es el ora et labora de los benedictinos. Oración y trabajo. No podemos desatender nuestras obligaciones familiares, profesionales, etc., y recluirnos en la oración solamente, no lo estaríamos haciendo bien. Si una madre o un padre desatendieran su hogar, el cuidado de sus hijos, con la excusa de que necesitan ese tiempo para orar a Dios, no estarían obrando correctamente. Si un trabajador dejara de realizar su trabajo bien hecho y lo descuidara porque dice que tiene que atender a sus deberes religiosos, no estaría obrando bien. Nuestro trabajo cotidiano bien hecho, en el hogar, en la empresa, en el taller, en la universidad, en la calle, etc., es también nuestra oración agradable a Dios. Ofrecer cada día nuestro trabajo al Señor y ver en él una oportunidad de santificación es una gracia que debemos pedirle cada día. Activos en la oración y contemplativos en la acción. No recuerdo de quien es esta frase, pero la suscribo totalmente. Tenemos que tener un tiempo exclusivo para el Señor, pero sin descuidar nuestras obligaciones temporales, que son también un tiempo para el Señor. Toda la jornada queda así santificada. Claro que tenemos que sacar tiempo para nuestra oración personal, para asistir a la santa Misa, para la lectura espiritual, el rezo del santo Rosario, ..., del plan de vida personal, pero eso no nos exime de cumplir perfecta y acabadamente nuestro trabajo de cada día. El estudio, el trabajo, las tareas del hogar, etc., son también una ofrenda agradable a Dios cuando se le ofrecen y se realizan con amor divino. Dios también se encuentra entre los pucheros, decía Santa Teresa y es cierto. También en el trabajo podemos estar orando al Señor y convertirlo en oración grata a sus ojos. Pero a Dios debemos ofrecerle un trabajo bien hecho. No es un castigo divino el tener que trabajar, sino una oportunidad de transformar este mundo según sus designios de salvación y una ocasión de santificación. Hacer extraordinariamente bien lo ordinario por amor de Dios, es un camino seguro para llegar a El. Que el Señor nos ayude cada día a orar y trabajar por su Reino, a no quedarnos de brazos cruzados ante la enorme tarea que se abre ante nosotros, y a que al final de la jornada de nuestra vida nos pague el salario prometido, aquel que ajustó con nosotros cuando nos llamó a trabajar en su viña.

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