En la China antigua, un ermitaño con poderes mágicos vivía en una montaña profunda. Un día, un viejo amigo le hizo una visita. Senrin, completamente feliz de acogerle, le ofreció una cena y un abrigo para pasar la noche.
A la mañana siguiente, antes de la partida de su amigo, quiso ofrecerle un regalo. Cogió una piedra y con su dedo la convirtió en un bloque de oro puro. Su amigo no quedó satisfecho. Senrin apuntó entonces su dedo sobre una enorme roca que también se convirtió en oro. Su amigo no sonrió.
- ¿Qué quieres pues? -preguntó Senrin.
El amigo respondió:
- Quiero ese dedo, córtatelo.
*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
martes, 11 de octubre de 2011
El oro del dedo
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