miércoles, 12 de octubre de 2011

El padre, el hijo y el burro



Volvían un padre, un hijo y un burro de una feria de ganado. El día había sido muy duro y volvían los dos montados encima del burro cuando atravesaron un pueblo. Unos hombres que estaban sentados, les vieron pasar y dijeron:
- Desde luego, ¡vaya vergüenza! Hombre y niño montados encima de tan cansado animal. Pobrecillo, se le nota tan agotado y ellos sin inmutarse. ¡A dónde vamos a ir a parar!
El hombre escuchó el comentario y cuando salieron del pueblo, se bajó del burro y dejó sólo a su hijo montado. Al cabo de un rato pasaron por otro pueblo y unos hombres que les vieron dijeron:
- Desde luego, ¡vaya vergüenza! El chico que es joven y sano va subido en el burro y el pobre padre que es una persona mayor tiene que ir andando. Desde luego esta juventud… ¡A dónde vamos a ir a parar!
El padre también escuchó este comentario, y pensó que estaba haciendo las cosas mal. Así que al salir del pueblo, bajó a su hijo del burro y se subió él. Siguieron andando y al pasar por otro pueblo otros hombres que estaban sentados, les vieron pasar y dijeron:
- Desde luego, ¡vaya vergüenza! El padre que es un hombre hecho y derecho va subido en el burro y el pobre hijo que es un chico joven tiene que ir andando. Desde luego, ya no hay respeto por los hijos, se abusa de ellos. ¡A dónde vamos a ir a parar!
El padre al escuchar este comentario y pensando que estaba haciendo las cosas mal, mandó bajar del burro también a su hijo y siguieron los dos andando al lado del animal. No habían acaba do de atravesar el mismo pueblo cuando otros hombres les vieron pasar y exclamaron:
- Desde luego, ¡vaya vergüenza! A ese hombre y a ese niño se les nota cansados de tanto andar y van a pie. Y ese burro que es un animal, va tranquilo sin llevar ningún peso y descansado. ¡A dónde vamos a ir a parar!

En esta vida, hagamos las cosas como las hagamos, siempre habrá alguien que las vea de forma diferente a la nuestra y nos podrá criticar. Nunca tenemos hacer las cosas simplemente porque las digan los demás si no estamos de acuerdo. Debemos escuchar las opiniones de los demás pero debemos tener claro que nosotros somos soberanos de nuestra vida y podemos hacer las cosas como creamos conveniente. Y si al final nos equivocamos, estamos en nuestro derecho.

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