viernes, 7 de octubre de 2011

GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS Y PAZ EN LA TIERRA A LOS HOMBRES


"¡Gloria in excelsis Deo! Es el cántico jubiloso que ayer en la noche santa, noche buena, resonó por todo el mundo y que en la sagrada liturgia de esta Navidad, seguirá resonando como un eco en nuestros templos. Gloria a Dios en lo alto, decimos, porque Dios es el principio y fin de todas las cosas. El está en lo más alto porque por encima de El no hay nada. No hay otro Dios fuera de Señor. Dios está encumbrado por encima de su fuerte firmamento, su trono es excelso. Gloria a Dios en lo alto cantan a coro los ángeles y los santos en el Cielo, gloria a Dios cantamos nosotros en la tierra uniéndonos a sus voces para aclamar a nuestro Dios y Señor que ha nacido. Y continuamos diciendo, paz en la tierra a los hombres que ama el Señor. Porque Dios nos trae la paz, El es el príncipe de la paz. Dios Eterno, Inmortal, Todopoderoso, el que es y el que era, se hace carne en Jesucristo, su Verbo Encarnado, por amor nuestro. Tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su Hijo. Jesucristo ha venido para salvar a los hombres del pecado, para restaurar lo que estaba destruido, para curar y sanar nuestros corazones heridos, para iluminar nuestra oscuridad, para rescatar lo que estaba perdido, para reunir lo disperso, para en definitiva conducirnos a Dios que es nuestro origen y destino. El es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y por eso nos trae la paz, porque nos reconcilia con Dios y con los demás hombres, de quienes estábamos separados a causa del pecado. La paz es fruto del perdón divino que Jesucristo nos ha ganado por su obediencia hasta la muerte y una muerte de cruz. En Belén comenzó nuestra Redención y en Jerusalén culminó nuestra Salvación.

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