viernes, 7 de octubre de 2011

¿HACIA DÓNDE VAMOS?


"Desde que el ser humano tomó conciencia de sí mismo, de su situación con respecto al cosmos, y pudo reflexionar y comunicar su pensamiento, formuló esta triple cuestión: ¿De dónde vengo?, ¿cuál es el sentido de mi vida?, y ¿hacia dónde voy?. Son preguntas que antes o después todo ser humano se plantea e intenta responder. A lo largo de la Historia los hombres han intentado dar distintas respuestas al enigma de nuestra existencia. Las religiones primitivas, las mitologías paganas, distintas corrientes místicas o filosóficas, han aportado su particular visión y explicación del origen y del destino de los hombres. La tradición judeo-cristiana, nos responde a estas tres cuestiones tan transcendentales para el ser humano. Dios es el origen de todo cuanto existe. El nos ha creado a su imagen y semejanza. Nos ha dado un alma inmortal y nos ha dotado de inteligencia, voluntad y libertad. Procedemos de un acto creador de Dios, un acto de amor divino. El nos ha creado por el deseo de que podamos compartir con El todo cuanto posee. Dios desea que lleguemos a su conocimiento y que conociéndolo le amemos. Dios quiere la amistad con el hombre. Dios se complace en sus criaturas, y la criatura predilecta de Dios, es el ser humano, el único que puede amarlo libremente, y ser verdaderamente hijo suyo. La Creación entera ha sido puesta a nuestro servicio y nos ha asociado a su acción creadora. La vida del hombre sobre la tierra es un tiempo de gracia y de bendición, claro está que sometido al pecado y a la contingencia y finitud de nuestra existencia terrena. Dios nos concede la existencia como un don de su propio ser. Amar a Dios y al prójimo es el sentido de nuestra existencia terrena. Así nos asemejamos más a nuestro Creador. Restauramos su imagen en nosotros, esa imagen desfigurada por el pecado. Nuestra vida es un volver a reconstruir la imagen de Dios en nosotros, ayudados por su gracia. Colaborar con El a instaurar su Reino en medio de los hombres, para que todos lleguen al conocimiento de la Verdad y a la Salvación. Y por fin nuestro destino, ¿hacia dónde vamos? Vamos hacia Dios, hacia la felicidad eterna con El en cielo. Nuestro destino es estar con Dios por toda la eternidad. Salimos de Dios y a El volvemos. A lo que el Apóstol dice: Ni ojo vió, ni oído oyó, lo que Dios tiene destinado para aquellos que lo aman.

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