viernes, 7 de octubre de 2011

LA POSADA DE DIOS


"Al igual que la Sagrada Familia en Belén, también hoy Dios sigue recibiendo una negativa como respuesta a su llamada. Dios llama a la puerta del corazón del hombre, y hoy como ayer, sigue esperando que le abramos. Vino a los suyos y los suyos no le recibieron. El ser humano que es hechura divina, pues a su imagen y semejanza hemos sido creados, somos partícipes de la naturaleza de Dios pero por el pecado original hemos perdido el reconocernos en El. Dios quiere hospedarse en nosotros, pero no le dejamos entrar. Para muchos Dios es un estorbo, una molestia, no queremos que nos importune. Es quizás como esas visitas que recibimos en casa pero estamos deseando que se marchen. Quizás le dejamos entrar un poco, a lo sumo en aquel espacio que nos conviene, en dónde no perturba demasiado nuestra vida, pero hay espacios en nuestro corazón en dónde no le dejamos entrar. Dios molesta porque denuncia con su presencia nuestras hipocresías, nuestros pecados, nuestras tinieblas. La Luz brillaba en las tinieblas, pero las tinieblas prefirieron la oscuridad a la luz. No queremos al Hijo de Dios, fuera ese, gritaron aquellas gargantas cuando el gobernador romano les presentó a Cristo, ecce homo, he aquí el hombre. La humanidad prefirió mirar para otro lado, no quiso verse a sí misma. El hombre no quiere ver su verdadero rostro, una imagen de criatura postrada, caída. El hombre prefiere no verse a sí mismo por eso rechaza la luz, pues no quiere enfrentarse a la verdad de su ser. Por eso rechaza a Dios que es la luz, a su Hijo que es la verdadera imagen del hombre perfecto. Vuelven su mirada para no verse comparados con Cristo. Por eso hoy la Iglesia nos pone en la liturgia de este domingo el Prólogo del evangelio de Juan. Meditemos pues este evangelio y acojamos la luz que viene del Oriente, de la gruta de Belén. Dios viene a los suyos y llama a nuestra puerta pidiendo posada en nuestros corazones. ¿Seremos capaces de abrirle?

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