jueves, 13 de octubre de 2011

Lágrimas por un hijo difunto



Cuentan que había una vez un señor que padecía lo peor que le puede pasar a un ser humano: su hijo había muerto. Desde la muerte y durante años no podía dormir. Lloraba y lloraba hasta que amanecía.

Un día se le aparece un ángel en su sueño.

Le dice:
- Basta ya.
- Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más.

El ángel le dice:
- ¿Lo quieres ver?

Entonces lo agarra de la mano y lo sube al cielo.
- Ahora lo vas a ver, quédate aquí.

Por una acera enorme empieza a pasar un montón de chicos, vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos, como uno se imagina el cielo con los angelitos.

El hombre dice:
- ¿Quiénes son?

Y el ángel le responde:
- Éstos son los niños que han muerto en estos años
- Y todos los días hacen este paseo con nosotros, porque son puros.
- ¿Mi hijo está entre ellos?
- Sí, ahora lo vas a ver.

Y pasan cientos y cientos de niños.
- Ahí viene -avisa el ángel.

Y el hombre lo ve. Radiante, como lo recordaba. Pero hay algo que lo conmueve: entre todos es el único chico que tiene la vela apagada, y él siente una enorme pena por su hijo. En ese momento el niño lo ve, viene corriendo y se abraza a él. Él lo abraza con fuerza y le dice:
- Hijo, ¿por qué tu vela no tiene luz?
- ¿No encienden tu vela como a los demás?
- Sí, claro papá, cada mañana encienden mi vela igual que la de todos.
- Pero, ¿sabes qué pasa? Cada noche tus lágrimas apagan la mía.

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