martes, 25 de octubre de 2011

LOS ANTEOJOS DE DIOS





El cuento trata de un difunto. Anima bendita camino del cielo donde esperaba encontrarse con Tata Dios para el juicio sin trampas y a verdad desnuda. Y no era para menos, porque en la conciencia a mas de llevar muchas cosas negras, tenia muy pocas positivas que hacer valer. Buscaba ansiosamente aquellos recuerdos de buenas acciones que habia hecho en sus largos anos de usurero.

Habia encontrado en los bolsillos del alma unos pocos recibos "Que Dios se lo pague", medio arrugados y amarillentos por lo viejo. Fuera de eso, bien poca mas. Pertenecia a los ladrones de levita y galera, de quienes comento un poeta: "No dijo malas palabras, ni realizo cosas buenas".



Parece que en el cielo las primeras se perdonan y las segundas se exigen. Todo esto ahora lo veia clarito. Pero ya era tarde. La cercania del juicio de Tata Dios lo tenia a muy mal traer.



Se acerco despacito a la entrada principal, y se extrano mucho al ver que alli no habia que hacer fila. O bien no habia demasiados clientes o quiza los tramites se realizaban sin complicaciones. Quedo realmente desconcertado cuando se percato no solo de que no se hacia fila sino que las puertas estaban abiertas de par en par, y ademas no habia nadie para vigilarlas. Golpeo las manos y grito el Ave Maria Purisima. Pero nadie le respondio. Miro hacia adentro, y quedo maravillado de la cantidad de cosas lindas que se distinguian. Pero no vio a ninguno. Ni angel, ni santo, ni nada que se le pareciera. Se animo un poco mas y la curiosidad lo llevo a cruzar el umbral de las puertas celestiales. Y nada. Se encontro perfectamente dentro del paraiso sin que nadie se lo impidiera.



-¡Caramba — se dijo — parece que aqui deber ser todos gente muy honrada! ¡Mira que dejar todo abierto y sin guardia que vigile!

Poco a poco fue perdiendo el miedo, y fascinado por lo que veia se fue adentrando por los patios de la Gloria. Realmente una preciosura. Era para pasarse alli una eternidad mirando, porque a cada momento uno descubria realidades asombrosas y bellas.



De patio en patio, de jardin en jardin y de sala en sala se fue internando en las mansiones celestiales, hasta que desemboco en lo que tendria que ser la oficina de Tata Dios. Por supuesto, estaba abierta tambien ella de par en par. Titubeo un poquito antes de entrar. Pero en el cielo todo termina por inspirar confianza. Asi que penetro en la sala ocupada en su centro por el escritorio de Tata Dios. Y sobre el escritorio estaban sus anteojos. Nuestro amigo no pudo resistir la tentacion — santa tentacion al fin — de echar una miradita hacia la tierra con los anteojos de Tata Dios. Y fue ponerselos y caer en extasis. ¡Que maravilla Se veia todo clarito y patente. Con esos anteojos se lograba ver la realidad profunda de todo y de todos sin la menor dificultad. Pudo mirar profundo de las intenciones de los politicos, las autenticas razones de los economistas, las tentaciones de los hombres de Iglesia, los sufrimientos de las dos terceras partes de la humanidad.



Entonces se le ocurrio una idea. Trataria de ubicar a su socio de la financiera para observarlo desde esta situacion privilegiada. No le resulto dificil conseguirlo. Pero lo agarro en un mal momento. En ese preciso instante su colega esta estafando a una pobre mujer viuda mediante un credito bochornoso que terminaria de hundirla en la miseria por secula seculorum. (En el cielo todavia se entiende latin). Y al ver con meridiana claridad la cochinada que su socio estaba por realizar, le subio al corazon un profundo deseo de justicia.



Nunca le habia pasado en la tierra. Pero, claro, ahora estaba en el cielo. Fue tan ardiente este deseo de hacer justicia, que sin pensar en otra cosa, busco a tientas debajo de la mesa el banquito de Tata Dios, y revoleandolo por sobre su cabeza lo lanzo a la tierra con una tremenda punteria. Con semejante teleobjetivo el tiro fue certero. El banquito le pego un formidable golpe a su socio, tumbandolo alli mismo.



En ese momento se sintio en el cielo una gran algarabia. Era Tata Dios que retornaba con sus angelitos, sus santas virgenes, confesores y martires, luego de un dia de picnic realizado en los collados eternos. La alegria de todos se expresaba hasta por los poros del alma, haciendo una batahola celestial. Nuestro amigo se sobresalto. Como era pura alma, el alma no se le fue a los pies, sino que se trato de esconder detras del armario de las indulgencias. Pero ustedes comprenderas que la cosa no le sirvio de nada. Porque a los ojos de Dios todo esta patente. Así que fue no mas entrar y llamarlo a su presencia. Pero Dios no estaba irritado. Gozaba de muy buen humor, como siempre. Simplemente le pregunto que estaba haciendo.



La pobre alma trato de explicar balbuceando que habia entrado a la gloria, porque estando la puerta abierta nadie la habia respondido y el queria pedir permiso, pero no sabia a quien.



-No, no — le dijo Tata Dios — no te pregunto eso. Todo esta muy bien. Lo que te pregunto es lo que hiciste con mi banquito donde apoyo los pies. Reconfortado por la misericordiosa manera de ser de Tata Dios, el pobre tipo fue animado y le conto que habia entrado en su despacho, habia visto el escritorio y encima los anteojos, y que no habia resistido la tentacion de colocarselos para echarle una miradita al mundo. Que le pedia perdon por el atrevimiento.



-No, no — volvio a decirle Tata Dios — Todo eso esta muy bien. No hay nada que perdonar. Mi deseo profundo es que todos los hombres fueran capaces de mirar el mundo como yo lo veo. En eso no hay pecado. Pero hiciste algo mas. ¿Que paso con mi banquito donde apoyo los pies?



Ahora si el anima bendita se encontro animada del todo. Le conto a Tata Dios en forma apasionada que habia estado observando a su socio justamente cuando cometia una tremenda injusticia y que le habia subido al alma un gran deseo de justicia, y que sin pensar en nada habia manoteado el banquito y se lo habia arrojado por el lomo.



-¡Ah, no! — volvio a decirle Tata Dios. Ahi te equivocaste. No te diste cuenta de que si bien te habia puesto mis anteojos, te faltaba tener mi corazon. Imaginate que si yo cada vez que veo una injusticia en la tierra me decidiera a tirarles un banquito, no alcanzarian los carpinteros de todo el universo para abastecerme de proyectiles. No mi hijo. No. Hay que tener mucho cuidado con ponerse mis anteojos, si no se esta bien seguro de tener tambien mi corazon.



Y el hombre se desperto todo transpirado, observando por la ventana entreabierta que el sol ya habia salido y que afuera cantaban los pajaritos.



Hay historias que parecen suenos. Y suenos que podrian cambiar la historia

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