viernes, 7 de octubre de 2011

LOS LIRIOS DEL CAMPO


"Fijaos en cómo crecen los lirios. No hilan ni tejen, y sin embargo, os digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su esplendor, llegó a vestirse como uno de ellos. Dios nos invita a tener fe, a confiar en su providencia. A no andar preocupados por qué comer o con qué vestir, con tantas y tantas cosas que nos quitan la paz y el sosiego del corazón. Andamos inquietos y atareados por infinitud de acontecimientos, de situaciones, de motivos. Vamos dispersos y estresados, viviendo fuera de nosotros mismos, sin apenas tiempo para lo que de verdad importa, lo únicamente necesario. ¿Quién de vosotros, dice el Señor, por mucho que se inquiete, podrá añadir una sola hora a su vida? Esas son las cosas que preocupan a los que no conocen a Dios. Buscad primero el Reino de Dios , y Dios se ocupará en daros además todas esas cosas. ¿Verdaderamente tenemos esta fe? ¿Confiamos plenamente en la providencia de Dios? Mirad las aves del cielo que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros, y sin embargo, Dios las alimenta cada día. ¡Qué bondad la de Dios! Poder descansar de esta manera en las manos providentes y generosas de Dios. Despreocuparnos de lo material para ocuparnos del espíritu, de lo verdaderamente importante. Poner el corazón en lo eterno, en lo permanente y no en lo efímero y pasajero. La figura de este mundo y sus glorias, pasan. Pero Dios no muda, Dios permanece para siempre. Confiar en Dios es confiar con seguridad en que estamos en buenas manos, en las mejores manos. Saber que hasta los cabellos de la cabeza los tenemos contados. Que todo sucede para nuestro bien. Que Dios nos cubre con sus alas y nos lleva en sus brazos para que nuestro pie no tropiece en la piedra y aunque caminemos por cañadas oscuras, nada tememos, por que la vara y el cayado de Dios nos guían y nos sosiegan. ¡Qué paz da el poder descansar sobre el pecho de Dios! Apoyar la cabeza sobre el corazón del Maestro como hizo Juan. Confiad en El, descargar sobre El nuestras preocupaciones, nuestras inquietudes, nuestros miedos... Sólo Dios basta, pues quien a Dios tiene, nada le falta

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