viernes, 7 de octubre de 2011

ME AMO Y SE ENTREGÓ POR MÍ


"Nadie tiene amor más grande que aquél que da la vida por sus amigos, vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando, dice el Señor. Dios nos ama con locura, con divina locura, locura de amor. Y nos manda bien poco en apariencia pero difícil de cumplir si no es con su gracia. Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como Yo os he amado. Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo, dice de Cristo, el apóstol. Y así es, el amor de Dios por el hombre no tiene límites, porque el límite del amor es precisamente, éste, no tener límites. Pero amar así, con toda la mente, con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo el corazón, es un don de Dios. Amar de esta manera sólo puede amar Dios. Pero dice el Señor, que si lo amamos, El vendrá junto con el Padre y el Espíritu Santo, a hacer morada en nosotros. Dios Uno y Trino, quiere habitar en nosotros. No sabéis que sois templo del Espíritu Santo, dice el apóstol Pablo. Dios habita en nosotros a través de la gracia que todos hemos recibido en el Bautismo y que aumenta con cada uno de los sacramentos que recibimos. Si la perdemos por el pecado, la podemos recobrar por el sacramento de la Reconciliación que nos devuelve a la amistad con Dios, nos restituye la vestidura blanca de nuestro bautismo y vuelve a hacer morada en nosotros. Por eso exclama el Apóstol, ¿quién podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús? Nada ni nadie puede apartarnos del amor de Dios, puesto que siendo todavía nosotros pecadores Cristo murió por nosotros y volvería a subir a la cruz mil veces si fuese necesario por tí y por mí. Aunque con su única muerte hemos sido ya rescatados del pecado y de la muerte, y Cristo ya no muere más, porque su muerte ha tenido un valor infinito. Hemos sido rescatados al precio de su sangre. No hay amor más grande que este abismo de amor de Dios para con sus criaturas. Gracias Señor, por tu amor. Ayúdanos a saber dejarnos amar por tí, a abrirte las puertas del corazón de par en par. Aunque nosotros dejáramos de amarte, Tú permaneces fiel a este amor, porque Dios es Amor y no puede negarse a sí mismo, pues si dejara de amarnos, ya no sería Dios. ¡Qué locura de amor y misericordia la tuya Señor! Nos amas sin esperar nada a cambio, por pura gratuidad, sabiendo incluso que no podemos corresponderte en la misma medida, que incluso muchos se pueden cerrar a tu amor. Tú no sólo nos tenías en tu mente desde antes de la fundación del universo, sino que también nos llevabas en tu corazón desde toda la eternidad y por toda la eternidad, porque si no nos amaras no habríamos existido y si dejaras de amarnos dejaríamos de existir. ¡Oh Dios soberano! ¡Amor tan antiguo y siempre tan nuevo! Gracias porque puedo decir hoy de nuevo, me amó y se entregó por mí.

No hay comentarios: