lunes, 31 de octubre de 2011

New Age y Cristianismo


La Nueva Era se presenta como una falsa utopía para responder a la sed profunda de felicidad del corazón humano, sometido al dramatismo de la existencia e insatisfecho ante la infelicidad profunda de la felicidad moderna
New Age y Cristianismo
New Age y Cristianismo
En la actualidad, la cultura occidental, seguida por muchas otras culturas, ha pasado de un sentido casi instintivo de la presencia de Dios a lo que a menudo se llama una visión más "científica" de la realidad. Todo debe ser explicado según nuestras experiencias diarias. Cualquier cosa que lleve a pensar en los milagros resulta inmediatamente motivo de sospecha. Así, todos los gestos y los objetos simbólicos, conocidos como sacramentales, que antes formaban parte de la praxis religiosa diaria de todo católico, son hoy, en el panorama religioso, mucho menos evidentes que antes.

Las razones de ese cambio son muchas y diversas, pero entran todas en el ámbito del cambio cultural general de formas tradicionales de religión a expresiones más personales e individuales de lo que ahora se llama "espiritualidad". Al parecer, son tres los motivos que han dado origen a ese cambio.

El primero es la sensación de que las religiones tradicionales o institucionales no pueden dar lo que antes se creía que podían dar. Algunas personas, en su visión del mundo, no logran encontrar espacio para creer en un Dios trascendente personal; y a muchos la experiencia los ha llevado a preguntarse si este Dios tiene poder para realizar cambios en el mundo o incluso si existe.

Hay otra razón para explicar cierta inquietud y cierto rechazo con respecto a la Iglesia tradicional. No olvidemos que en la antigua Europa las religiones paganas precristianas eran muy fuertes y a menudo se producían lamentables conflictos vinculados al cambio político, pero inevitablemente calificados como opresión cristiana de las antiguas religiones. Uno de los pasos más significativos en lo que se podría llamar el ámbito "espiritual" en el siglo pasado, más o menos, fue una vuelta a las formas precristianas de religión. Las religiones paganas contribuyeron en gran medida a sostener algunas de las ideologías racistas más violentas de Europa, consolidando así la convicción de que ciertas naciones desempeñan un papel histórico de alcance mundial hasta el punto de que tienen derecho a someter a otros pueblos, y eso ha implicado, casi inevitablemente, un odio hacia la religión cristiana, a la que se ve como una novata en la escena religiosa. La compleja serie de fenómenos conocidos con el término de religiones "neopaganas" pone de manifiesto la necesidad, que sienten muchos, de inventar modos nuevos para "contraatacar" al cristianismo y volver a una forma más auténtica de religión, vinculada más íntimamente a la naturaleza y a la tierra. Por eso, se debe reconocer que en la religión neopagana no hay sitio para el cristianismo. Guste o no, se produce una lucha para conquistar la mente y el corazón de la gente en la relación entre el cristianismo, las antiguas religiones precristianas y sus "primas" de origen más reciente.

La Nueva Era se presenta como una falsa utopía para responder a la sed profunda de felicidad del corazón humano, sometido al dramatismo de la existencia e insatisfecho ante la infelicidad profunda de la felicidad moderna. La Nueva Era se presenta como una respuesta engañosa a la esperanza más antigua del hombre, la esperanza de una Nueva Era de paz, armonía, reconciliación consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Esta esperanza religiosa, tan antigua como la humanidad misma, es una llamada que brota del corazón de los hombres especialmente en tiempos de crisis.

El tercer motivo de un desengaño generalizado con respecto a la religión institucional deriva de una creciente obsesión en la cultura occidental por las religiones orientales y los caminos de sabiduría. Cuando ha resultado más fácil viajar fuera del propio continente, muchos europeos aventureros han comenzado a explorar lugares que antes sólo conocían repasando las páginas de textos antiguos.

La atracción de lo exótico los ha puesto en contacto más estrecho con las religiones y las prácticas esotéricas de varias culturas orientales, desde el antiguo Egipto hasta la India y Tibet. La creciente convicción de que existe cierta verdad de fondo, un núcleo de verdad en el centro de toda experiencia religiosa, ha llevado a la idea de que se pueden y deben captar los elementos característicos de las diversas religiones para llegar a una forma universal de religión. Una vez más, en ese ámbito hay poco espacio para las religiones institucionales, en particular, el judaísmo y el cristianismo.

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