viernes, 7 de octubre de 2011

NO OLVIDÉIS


"No olvidéis las acciones del Señor, dice la Sagrada Escritura. Quizás en muchas ocasiones olvidamos la acción de Dios en nosotros y nos fijamos más en nuestros pecados, fallos y limitaciones, eso si tenemos la suficiente humildad para ello, pues en no pocas ocasiones vemos más éstos en los demás que en nosotros mismos. Por eso dice el Señor, sácate primero la viga que llevas en tu ojo para luego poder quitar la paja del ojo de tu prójimo. Y es que la soberbia nos ciega y nos hace creernos impecables y hasta buenos, sin pecado alguno, pero los vemos abundantemente en los otros, y nos hace caer en el juicio de los demás. Al olvidarnos de la acción de Dios en nosotros, de su actuación continua en nuestra vida, nos olvidamos también de El, y sólo lo buscamos cuando nos vemos impotentes ante las circunstancias de nuestra existencia. Sin embargo se nos dice, no olvidéis las acciones del Señor. El pueblo de Dios en el desierto continuamente veía las acciones del Señor y continuamente se olvidaba de ellas, renegaba y murmuraba contra Moisés y contra Dios. Nos has sacado al desierto para que muramos de hambre, y Dios les daba el maná; nos nos gusta ese pan sin cuerpo, y Dios les dió las codornices; vamos a morir de sed, y Dios les sacó agua de la roca, y así sucesivamente, ellos se olvidaban de las acciones del Señor. También nos ocurre esto mismo a nosotros. Nos olvidamos de las acciones de Dios, de lo que hace y ha hecho por nosotros, y murmuramos o renegamos de El cuando las circunstancias nos son adversas. Queremos que Dios esté a nuestro servicio cuando debemos ser nosotros los que nos pongamos al servicio de Dios. Lo buscamos no por el alimento imperecedero sino por lo que es perecedero. Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre, dice el Señor. Le decimos a Dios, cúrame esta enfermedad, quítame este dolor, que encuentre trabajo, que recobre el amor de esa persona, que me toque la lotería, que apruebe las oposiciones, etc..., y si no nos lo concede entonces se nos apaga la fe. Es más, si en los planes divinos entra la pena, el dolor, la enfermedad, el sufrimiento o incluso la muerte, nos revelamos contra El. Si Dios existiera no permitiría eso, Dios no me quiere, no me escucha, si ... Tenemos una imagen distorsionada y equívoca de Dios. No buscamos a Dios por El mismo. Queremos un Dios máquina, un Dios a nuestro servicio que nos facilite la vida. Cuando los médicos no nos dan una solución entonces que Dios nos cure, cuando nadie nos encuentra trabajo que Dios nos lo busque, cuando no tenemos recursos económicos que Dios haga que lo tengamos, etc... Y si no sucede así, entonces Dios no nos quiere o quizás Dios no exista. Ahí es dónde Satanás, el padre de la mentira, nos tienta y nos seduce, como tentó y sedujo a nuestros primeros padres. Dios no os quiere, comed de la fruta, no hagáis caso a Dios, sed como El, prescindir de El, no os deja hacer lo que vosotros queréis y quiere que le obedezcáis, ¿qué hace El por vosotros? Sin embargo, la sabiduría nos dice, no olvidéis las acciones de Dios. Dios no está a nuestro servicio, no podemos ponernos en el lugar de Dios y querer que El haga nuestra voluntad. Nosotros tenemos que pedir a Dios con humildad, aceptando en todo su voluntad. Decimos en el Padrenuestro, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Claro que Dios sabe de nuestras necesidades, y es bueno rogadle por ellas. Señor que encuentre trabajo, que tenga una vivienda digna para mis hijos, que se cure mi esposa, etc..., pero que se haga tu voluntad Señor. Como Cristo que rogó así al Padre, que pase de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya. Pedid al Señor siempre terminando nuestra oración con estas palabras, si es para nuestro bien y nos conviene, pero aceptando la voluntad de Dios en nuestras vidas, porque todo sucede para nuestro bien, aunque nosotros no lo comprendamos por ahora. Dice el Señor, pedid y se os dará, pero pidamos bien, sin exigencias, sin tentar al Señor, sin ponerlo a prueba. El nos dice, buscad el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura. Pidamos no sólo los bienes materiales o corporales, pidamos los bienes espirituales que son eternos. Confiad en la bondad de Dios. Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nos dice el Apóstol. No olvidéis las acciones del Señor. Necesitamos hacer memoria de los dones de Dios, de sus acciones bondadosas y salvíficas, de su presencia en nosotros para tener confianza en El. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan, porque Tú eres mi Dios y Salvador.

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