viernes, 7 de octubre de 2011

¡NO TEMAS!


En el Antiguo Testamento los hombres temían ver a Dios cara a cara, rehuían su visión directa por temor a la muerte. Nadie podía ver a Dios y seguir viviendo. Sin embargo en el Nuevo Testamento contínuamente se nos dice no temas, no temáis, apartar de vosotros el miedo. El ángel del Señor al presentarse a María en la Anunciación comienza así: No temas, María... También a José le repite en sueños, no temas hijo de David. A los pastores en Belén también les dice, no tengáis miedo. Dios viene al encuentro del hombre y quiere presentarse ante él, por eso sabedor del temor que inspira en la criatura la presencia de la divinidad, nos repite, no tengas miedo, no te ocurrirá nada malo, mi venida no es para traerte la muerte sino la vida. Quizás por eso en esta nueva teofanía de Dios, el Hijo se oculta tras el velo de la carne, como un nuevo Moisés que se cubre el rostro ante los israelitas para que estos no tuvieran miedo de él, pues reflejaba en su rostro la gloria de Dios. Cristo se reviste de la humanidad para que no tengamos miedo de contemplar su rostro. A Dios nadie lo ha visto jamás, nosotros lo hemos visto reflejado en su Hijo, el icono de Dios. ¿Cómo dices tú, muestranos al Padre? Quién me ha visto a mí, ha visto al Padre, dice el Señor a Felipe. El hombre es de por sí temeroso. Teme a lo desconocido, a lo que le sobrepasa, a lo que no controla, a aquello misterioso que no cae bajo su razón. Teme a Dios en definitiva porque se sabe pecador, indigno de entrar en la presencia de Dios. Tememos el juicio de Dios sobre nosotros porque quizás no tenemos la conciencia límpia. Somos como los niños que han hecho una trastada y tienen miedo de sus padres, rehuyen la mirada e intentan excusarse. Sin embargo Dios nos dice, no tengáis miedo, ¿de qué teméis? Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar el mundo, sino para que el mundo se salve por El. Por eso nos repite el Señor, no tengáis miedo, Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. No estamos sólos ni desamparados, no somos ovejas a merced de lobos, no andamos ya descarriadas como aquellas que carecen de pastor. Cristo está a nuestro lado, nos llama por nuestro nombre, camina junto a nosotros, su presencia nos alienta, nos defiende de las alimañas y nos conduce a prados de verde hierba. La inseguridad, el temor, nace cuando se debilita la fe. No temas, ten sólo fe, dice el Señor. ¿Dónde nos apoyamos? Nuestro auxilio nos viene del Señor que hizo el cielo y la tierra. Poned en El nuestra confianza, descansad en la roca firme que es Cristo. El es el ancla de nuestras almas, el timonel de nuestra barca, Aquel al que el viento y el mar le obedecen. Por eso insistía el Papa Juan Pablo II, no tengáis miedo, abrid el corazón de par en par a Cristo. Si El está a nuestro lado a qué hemos de temer. Aunque soplen los vientos de la contradicción o de la persecución, aunque se alcen impetuosas las pasiones y nuestros pecados, ya rujan contra nosotros las potencias del abismo, ya conmuevan nuestros cimientos la aflicción, la enfermedad o la muerte, sea lo que sea, nada nos podrá separar del amor de Dios si Cristo está en nosotros y nosotros en El. El Señor es nuestro escudo y fortaleza, nada ni nadie me hará temblar. Tú eres mi alcázar, la roca firme de mi refugio, bajo tus alas me refugiaré y sobre las palmas de tu mano permanezco seguro. Si nos abandonamos totalmente a El, no nos dejará jamás. Si ponemos en El nuestra confianza, no quedaremos defraudados, porque el Señor es fiel a sus promesas. Esa confianza en Dios Padre bueno debe ser el cimiento de nuestra relación con El. Como un niño en brazos de su madre, así debemos acogernos al regazo divino. Abrazarnos de tal modo a El que no le soltemos jamás. Pegarnos sobre su pecho y sentir el latir de su corazón en nuestro interior. ¿Puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues aunque una madre lo hiciera, Yo no me olvido, dice el Señor. ¡Que gran amor el de Dios para con nosotros! No temáis, no temas, Yo estoy con vosotros, contigo, hasta el fin del mundo.

No hay comentarios: