miércoles, 5 de octubre de 2011

Nuestro ángel de la guarda



Necesitamos renovar nuestro trato afectuoso y sencillo con nuestro ángel de la guarda que está a nuestro lado y nos ayuda de mil modos.
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Muchos tienen la costumbre de hablar con su ángel de la guarda. Le piden ayuda para resolver un problema familiar, para encontrar un estacionamiento, para no ser engañados en las compras, para dar un consejo acertado a un amigo, para consolar a los abuelos, a los padres o a los hijos.

Otros tienen al ángel de la guarda un poco olvidado. Quizá escucharon, de niños, que existe, que nos cuida, que nos ayuda en las mil aventuras de la vida. Recordarán, tal vez, haber visto el dibujo de un niño que camina, cogido de la mano, junto a un ángel grande y bello. Pero desde hace tiempo tienen al ángel “aparcado”, en el baúl de los recuerdos.

De grandes es normal que hablemos a los niños de su ángel de la guarda. Nos sería de provecho pensar también en nuestro ángel que está a nuestro lado y nos ayuda de mil modos.

Es verdad: Dios es el centro de nuestro amor, y a veces no tenemos mucho tiempo para pensar en los espíritus angélicos. Podemos, sin embargo, ver a nuestro ángel de la guarda no como una “devoción privada” ni como un residuo de la niñez, sino como un regalo del mismo Dios, que ha querido hacernos partícipes, ya en la tierra, de la compañía de una creatura celeste que contempla ese rostro del Padre que tanto anhelamos.

Necesitamos renovar nuestro trato afectuoso y sencillo, como el de los niños que poseen el Reino de los cielos (cf. Mt 19,14), con el propio ángel de la guarda. Para darle las gracias por su ayuda constante, por su protección, por su cariño. Para sentirnos, a través de él, más cerca de Dios. Para recordar que cada uno de nosotros tiene un alma preciosa, magnífica, infinitamente amada, invitada a llegar un día al cielo, al lugar donde el Amor y la Armonía lo son todo para todos. Para pedirle ayuda en un momento de prueba o ante las mil aventuras de la vida.

Necesitamos repetir, o aprender de cero, esa oración que la Iglesia, desde hace siglos, nos ha enseñado para dirigirnos a nuestro ángel de la guarda:

Ángel del Señor, que eres mi custodio,
puesto que la Providencia soberana me encomendó a ti,
ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname en este día.


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El Movimiento de la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María..les entrega este regalo pequeño que son nuestros Angeles Custodios o de la Guarda, además mostrando a nuestra Madre María como Reina de los Ángeles y San Pio de Pieltrecina como aquel que era defendido por su Ángel custodio en los momentos de tormentos que le hacía pasar el bellaco. La Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María arda por siempre en sus corazones y que ese Angel custodio que Dios nos da para nuestra compañía sea la guía en nuestro caminar diario y sepamos escucharlo y seguir el camino que nos lleva hasta Dios y a acatar su Voluntad.
Los Ángeles son compañeros de camino, protectores e intercesores. A ellos recurrimos en caso de peligro, en momentos de angustia y desolación, cuando nos sentimos tristes por problemas económicos, familiares, y de salud. Ellos nos brindan gran ayuda y por estar tan cerca de Dios nos transmiten la paz y la serenidad que Él ofrece a todos sus hijos e hijas.
Por eso renovamos nuestra confianza en Dios, la certeza de que Él nos escucha y que a través de sus Santos Ángeles nos mostrará su querer. Nos disponemos a acoger su voluntad, y si él lo considera oportuno nos dará lo que queremos pedirle. Hacemos un momento de silencio, presentándole a Dios por intercesión de sus Ángeles nuestras necesidades.
Oración Inicial (para todos los días)

Ángel Santo, amado por Dios, que por divina disposición, me has tomado bajo tu protección desde el primer instante de mi vida, jamás has dejado de defenderme, de iluminarme y de guiarme. Te venero y te amo como protector, me coloco bajo tu protección y confío profundamente en tu compañía. Te pido, por el amor de Jesucristo que escuches mis súplicas y las lleves con amor ante Dios, condúceme por el camino seguro cuando mis pasos se desvíen, enséñame, cuando necesite orientación, levántame, cuando mis pies tropiecen, consuélame en la aflicción, protégeme cuando esté en peligro y lleva la súplica que te presento hoy, ante Dios, nuestro Padre y protector. Amén.

ORACION A LA REINA DE LOS ANGELES

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¡Oh Augusta Reina de los Cielos y Señora de los Ángeles! Pues has recibido de Dios el poder y la misión de guiarnos, te suplicamos humildemente, envíanos las legiones angélicas, para que bajo tu mando, sigamos siempre el sendero de la luz.
Santos ángeles y arcángeles; defiéndenos, guárdanos- ¡Oh buena y tierna Madre! Tú eres siempre nuestro amor y nuestra esperanza. ¡Oh divina Madre! envía los santos ángeles para defenderme y para rechazar lejos el demonio, mi cruel enemigo.
San Miguel Arcángel, ruega por nosotros
San Gabriel Arcángel, ruega por nosotros.
San Rafael Arcángel, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rueguen por nosotros,
Coros Angélicos, rueguen por nosotros.
Reina de los Ángeles, ruega por nosotros.
Los ángeles también pueden desplazarse a grandes velocidades, velocidades muy superiores a las conocidas en el mundo físico. Por ejemplo, una de las veces en que Daniel estuvo orando, Dios envió a un ángel para contestar su oración, y este llegó a los pocos instantes, aun antes de que concluyera la
oración.
Los ángeles, en forma y característica, se parecen a los seres humanos. Comen y beben, caminan y conversan, y se comportan en general como nosotros; pero a diferencia de nosotros, son incorruptibles, inmortales, perfectos, y fuertes en el poder con el cual Dios los ha investido para la ejecución de
sus propósitos. Ellos tienen poder para atravesar el espacio; pero no necesitan alas para hacerlo, pues Jesucristo subió al cielo sin la ayuda de tales apéndices. Sólo es necesario poseer poder para contrarrestar
la influencia de la gravitación física, y la capacidad para manejarlo a voluntad. Este poder mora en los ángeles y en Jesucristo, y parece ser generalmente la característica de los cuerpos espirituales. En los
ángeles observamos un ejemplo de lo que los santos serán después de la resurrección.
Es por esta razón que debemos invocar a los Árcangeles

ORACIÓN A NUESTRO ANGEL

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¡Oh Ángel del Señor!
Se tu el mensajero del milagro que espero.Trae hasta mí el amor de mi Padre el Señor nuestro Dios, para que alivieMis necesidades físicas, para prodigarme la compasión del Señor.Alivia mi sentimiento de soledad, alivia mi temor, mitiga mi angustia
¡Oh Ángel del Señor! Dame el amor de mi Dios.. Oh Ángel del Señor, alivia mi pena..Oh Ángel del Señor, tráeme consuelo..Oh Ángel del Señor, báñame de luz..Oh Ángel del Señor, cura mi cuerpo..Oh Ángel del Señor, cura mi alma..Oh Ángel del Señor trae hasta mi el milagro, porque tu eres el emisario del Señor mi Dios, tu eres su alabanza, tu comparte con nosotros la creación.
¡Oh Ángel del Señor! En esta hora aciaga trae los dones del cielo a la tierra y permite que se produzca el milagro, Que es la compasión del Señor, ante este tu siervo más humilde y necesitado. La verdad engendra verdad, y Dios es verdad. El amor engendra vida, y Dios es vida..El Señor crea amor y el amor es el milagro
¡AMEN!
El ángel de la guarda, amigo, secretario e intérprete de Padre PioLos celestes personajes no dejan de visitarme y hacerme saborear la ebriedad de los beatos. Y si la misión de nuestro ángel de la guarda es grande, aquel del mío es de ciertamente más grande, teniendo que también hacerme de maestro en la explica de otras lenguas."

El ángel de la guarda no es sólo el intérprete de padre Pio. Es el amigo del corazón, el consejero, la ayuda siempre cercana en las horas dolorosas y celestiales de sus días en Pietrelcina. Es el embajador de sus pensamientos y las mismas acciones y lo protege en los ataques diabólicos.
A este punto no podemos no leerlos, una simpática pieza llevada por la carta siguiente que Padre Agostino manda a su querido hijo espiritual Padre Pio. En esta carta, escrita una vez más en griego y traducida en italiano de los que han curado la publicación del epistolario de Padre Pio, Padre Melchiorre de Poblatura y Padre Alessandro de Ripabottoni, el Director espiritual anima a Padre Pio diciéndole que la virtud de Dios siempre superará la fuerza del enemigo, exhortándolo por lo tanto a tener confianza en Jesús. Por fin señala a los ángeles de la guarda. Recordamos una vez más que esta carta es escrita en griego, idioma que Padre Pio no conoce:
"…….
Yo bendigo tu ángel, bueno hacia de ti y hacia de mí; qué él siempre se lleve bien (comunicas", con mi ángel y nuestros corazones serán unánimes en Jesús Cristo."
Quiero cerrar este episodio proponiendo a vuestra reflexión lo que al Fraile de Pietrelcina escribe en respuesta a la anterior carta de Padre Agostino. Una vez más está presente el tema del sufrimiento: sufrimiento causado por la lucha continua con el mal, que se manifiesta también en algunos duelos dialécticos con el Espíritu del mal y sufrimiento físico en los que el "Dios lo hace exultar en su enfermedad."
Pero es el dique de la carta aquélla que nos interesa particularmente, porque Padre Pio confirma las apariciones paradisíacas ocurridas por la noche y la compañía de su ángel de la guarda que el despierto por la mañana para rogar junto y alabar al "Querido de nuestros corazones"
"…….
Amén.

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