jueves, 13 de octubre de 2011

Quiero una estrella



Una madre y su niño caminan de la mano frente al mar. Era una noche fresca. El cielo despejado, todo lleno de estrellas. El niño caminaba preguntón:


- ¿Y qué es esto?, ¿y eso?, ¿y aquello? -de pronto se para y, señalando al cielo, dice-: mamá quiero esa estrella, dámela, es mía.


La madre comprende la inocencia del niño y comienza a explicarle lo que son las estrellas. El niño le responde:


- Quiero esa estrella.


La madre una vez más, con paciencia de madre, va contándole historias, llenándolo de besos. Ya llegan a casa. Llorando por su estrella se quedó dormido. Ella, pensativa, preocupada, enciende una lamparita frente a la imagen del Corazón de Jesús; imagen que la ha acompañado durante toda su vida. La luz de la lamparita, da de lleno sobre el corazón del Corazón de Jesús, iluminándolo. Ella más que rezar, desea conversar con él. Son tantas las cosas que tiene que contarle. Necesita su ayuda. Con amor se pone en sus manos, con entrega absoluta a su santa voluntad. De repente aquel corazón, por efecto de la luz, se ve brillar cada vez más y más. No les he dicho que ella, al igual que su niño anhelaba una estrella; hoy lo confiesa ; siempre quiso una estrella, y por más que las estudió y estudió, siempre, muy dentro de ella, insistía: quiero una estrella.


No, no es la luz de la lamparita. Algo pasa en aquel corazón, brilla de una forma tan intensa despidiendo rayos luminosos, donde se destacan uno blanco y otro rojo. Impresionada, muda y quieta; se arrodilló, las manos fuertemente apretadas sobre su corazón. Recordó con cuanta crueldad fue traspasado ese corazón y la sangre y agua que brotó de él. Desde lo más profundo de su ser dijo: Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío. Y repitió: JESUS CONFIO EN TI. Yo te amo. Algo dentro de ella le susurraba: YO SOY TU ESTRELLA, la que tanto has anhelado, siempre la has tenido tan cerca. Yo soy tu amor. Mírame.


En ese momento oyó un grito: mamá. Ese grito de mamá, no sonó de miedo, ni de dolor; sonó de alegría. Corrió donde su niño. Se abrazó a ella diciendo:


- He tenido un sueño con Dios, él con su brazo tomó mi estrella y me la dio. La puso aquí en mi mano. Era toda de luz. Dios me dijo que la guardara dentro de mi corazón. Así lo hice, por eso no la ves en mi mano, está guardadita aquí.


Y se apretaba su corazoncito. Se durmió, lo arropé, lo besé. De rodillas recé: “Padre Eterno, gracias por el Cuerpo y la Sangre de Tu Amadísimo Hijo y Señor Nuestro Jesucristo, ofrecidos por nuestros pecados y los pecados del mundo entero. Por su Pasión Dolorosa ten misericordia de nosotros y del mundo entero”.


La luz de la lamparita se consumía. Jesús le sonreía. Reconfortada, se durmió.

No hay comentarios: