viernes, 7 de octubre de 2011

SIEMPRE EL CORAZÓN



Decía San Agustín, santo al que le tengo gran estima, que nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Dios. Ciertamente el corazón representa lo mejor del ser humano, su espíritu con todas sus potencias, la libertad, la voluntad, el pensamiento, etc... El corazón resume la esencia del hombre y de la mujer. Decir tú corazón, mi corazón, es nombrar lo más íntimo del ser. El corazón significa la realidad de la persona, su verdadero rostro. El corazón es sinónimo de amor, y es verdad. Dice San Agustín, que ama y haz lo que quieras. Amor que no se identifica sólo con un afecto o un deseo, es algo más profundo y radical. Dios es Amor, dice San Juan. Hemos sido creados a imagen y semejanza de este Dios-Amor, por eso podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el hombre y la mujer, somos también amor, participamos de esta naturaleza divina que es el amor. El amor lo es todo, pues el amor es Dios, y Dios es Amor. Por eso desde la Alianza del Sinaí, Dios establece un pacto de amor con su Pueblo, con la Humanidad. Amarás al Señor con todo tu corazón, y al prójimo como a tí mismo. Amor en el inicio y amor en la Eternidad. Jesucristo resumió en el mandato nuevo esta Alianza amorosa de Dios, amaros los unos a los otros como yo os he amado. Amor siempre y en todo. Por eso Santa Teresa de Jesús, decía incansablemente, pon amor y sacarás amor. Ama y haz lo que quieras, porque sólo podrás amar a todos en todo. Al final y siempre el corazón, el AMOR.

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