viernes, 7 de octubre de 2011

¿TENGO QUE IR A MISA TODOS LOS DOMINGOS?


Sócrates, el filósofo griego, dicen que respondía a las preguntas de sus discípulos con nuevas preguntas. Es lo que hago yo ahora:

-¿Tienes que salir todos los domingos, o todos los sábados, con tu novia o novio, con tus amigos o pandilla?

Los primeros cristianos jamás se plantearon si «tenían» que ir todos los domingos a la «fracción del pan». Les parecía algo de sentido común: Era el día del Señor. Más aún, estaban deseando que llegara el domingo para congregarse y encontrarse con su Señor resucitado. Desde el mismo día siguiente de la Resurrección de Jesús se empezaron a reunir. Así lo cuentan, una y otra vez, en los escritos que nos han dejado. En el libro de los Hechos de los apóstoles cuenta Lucas, refiriéndose a las asambleas eucarísticas de los primeros cristianos: «Partían el pan (la fracción del pan) por las casas, tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón» (He 2,46).

«El primer día de la semana (o sea el domingo), estando nosotros reunidos para partir el pan, Pablo, que iba a marchar al día siguiente, les estuvo hablando y prolongó su discurso hasta medianoche» (He 20,7).

En el año 112 el gobernador Plinio el Joven, envió al emperador Trajano, desde Bitinia, actual Turquía, un informe sobre las andanzas de los cristianos. Escribe:

«Afirman los cristianos que toda su falta y todo su error consiste en reunirse habitualmente un día fijo, antes del alba, para cantar un himno a Cristo, como a un dios... Reconocen, también, que tienen la costumbre de encontrarse después para tomar una comida ordinaria e inofensiva».

San Justino, un filósofo que se convirtió al cristianismo y montó una escuela en Roma, donde murió mártir en el año 165, añade, por su parte:


«El día que se llama del sol -los domingos- se celebra una reunión de todos los que habitan en las ciudades o en los campos».

-¿Hay que ir todos los domingos a misa?

Tú mismo habrás hallado la respuesta: Los primeros cristianos nunca se hicieron esta pregunta. Simplemente se reunían. Era el día de su Señor resucitado. Les parecía algo que caía por su propio peso.

¿Por qué, hoy, nos hacemos la pregunta sobre si hay que ir todos los domingos a misa, cuando, a través de toda la historia de la Iglesia, ha estado tan clara su respuesta, como señala el Vaticano II?


«La Iglesia, por una tradición apostólica, que trae su origen del mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón "Día del Señor" o domingo» (CONCILIO VATICANO II, Constitución sobre la Liturgia, 106).

Yo me imagino que esta pregunta se debe a que, hasta fechas muy recientes, la Iglesia nos ha recordado con demasiada insistencia el precepto de la obligatoriedad que impuso a los cristianos en la Edad media, dado su relajamiento en la asistencia. Y hoy en día, en una época en que no aceptamos imposiciones externas no asumidas, estamos reaccionando en contra:

-Domingo, mi día libre, cuando puedo dormir, descansar, hacer lo que me apetece... y la Iglesia me fastidia con su precepto de ir a misa... ¡No voy!

Creo sinceramente que no tiene mucho sentido el precepto de la obligatoriedad. La Eucaristía no puede ser una obligación molesta a cumplir a regañadientes, sino algo más hondo y serio. Ha de ser respuesta libre y personal a la invitación que nos dirige el Señor Jesús. El domingo es un día para encontrarme con Él, un momento para el gozo y disfrute de nuestra fe. Como decían los obispos en mayo de 1992 en una Instrucción pastoral sobre el domingo:

«El cristiano no debe actuar por imperativos legalistas, sino movido por el amor y la fidelidad al Señor».

-¿No da lo mismo otro día?


El domingo, después de los madrugones de la semana, quiero dormir. ¿No da lo mismo ir a misa otro día de la semana?, seguro que preguntas. Además -argumentarás, con razón-, fue un jueves cuando Jesús celebró la Última Cena, y un viernes cuando murió. Si en la misa recordamos la Última Cena y la muerte del Señor...

En toda la historia de la Iglesia, jamás se ha propuesto un día distinto para la asamblea de los cristianos. Ni siquiera cuando el domingo era día laborable y estaban prohibidas las reuniones de los cristianos, tal y como sucedió hasta el año 321, en que el emperador Constantino declaró el domingo día de descanso. El motivo estaba muy claro: en la Eucaristía hacemos memoria del día en que el Señor resucitó. Así lo anotan cuidadosamente los evangelistas, al señalar que el día primero de la semana, el domingo, se les apareció Jesús a los discípulos (Mc 16,2; Lc 24,15-34; Jn 20,1.19.26). Empiezan, incluso, a llamar al domingo el día del Señor.

Ya ves, es Cristo mismo quien está en el origen del domingo cristiano.

«¿No se puede suponer que es Cristo mismo quien, resucitando en el primer día de la semana, y volviendo a estar con los suyos ese mismo día, ha designado implícitamente y hasta explícitamente ese día como el de su encuentro regular con la Iglesia?» (J. J. VON ALMEN, Celebrar la salvación. Doctrina y práctica del culto cristiano).

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