viernes, 7 de octubre de 2011

UNA ESTRELLA LES GUIÓ.


"Sin querer entrar en las diversas teorías astronómicas sobre la estrella de Belén, quiero sin embargo reflexionar sobre este hecho trascendente para todos nosotros, que una estrella salida del Este guió a los Magos de Oriente hacia el lugar del nacimiento del Hijo de Dios. Vieron salir su estrella y la siguieron hacia el lugar sobre el que se detuvo, cuenta el evangelista. Aquellos hombres, magos se les llama, o reyes para otros, sabían interpretar los cielos, poseían la sabiduría necesaria para no pasar por alto un acontecimiento en la bóveda celeste. ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido, pues hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo?, le preguntaron a un sobresaltado Herodes, los Magos. ¿Porqué si eran extranjeros querían adorarlo? ¿Qué sabían ellos del niño para haber emprendido tan largo viaje? Ciertamente los Magos no eran del pueblo de Israel, sin embargo esperaban al Mesías y supieron interpretar el signo de su nacimiento en los cielos. ¿Porqué no lo supieron ver los sabios de Israel teniendo las Escrituras que lo atestiguaban? Preguntados por Herodes, los escribas y sacerdotes del Templo de Jerusalén le indicaron el lugar del nacimiento del Mesías según la antigua profecía. ¿Si lo sabían por la propia Palabra de Dios, porqué no les movió a ir al pesebre a adorar al Niño-Dios al igual que los Magos? Porque eran guías ciegos, cegados por su egoísmo. Al igual que el rey Herodes y con él toda la ciudad santa, se sobresaltaron. Dios venía a importunarles, a moverles de su aburguesamiento. Dios estaba bien pero en su Templo, dónde se le rendía un culto vacío que no comprometía en demasía la propia vida. Mientras Dios se circunscribiera al espacio sagrado y se contentara con un tiempo litúrgico, con unos determinados sacrificios rituales, con lo tradicional, ..., estaba bien, todos contentos. Pero esta novedad del Mesías les inquietaba, quizás porque no tenían una conciencia muy limpia que digamos, y mucho menos Herodes, que veía peligrar su trono. Id vosotros a Belén y averiguar que hay de cierto en todo ésto, les dijo a los Magos, y luego volvéis a contármelo para que vaya yo también a adorarlo. ¡Hipócrita! Bien sabemos lo que sucedió después, aquella atroz matanza de los niños menores de dos años de la aldea de Belén. Así también hay hoy día muchos Herodes a los cuales les estorba Dios. Un Dios domesticado, que no compromete, arrinconado en los templos, moldeable a nuestra imagen y semejanza, un Dios de lo sensiblero,..., ese sí, pero un Dios que se encarna, que nos interpela, que nos urge, que nos remueve por dentro, que nos impele al bien, un Dios que ha venido a traer fuego a la tierra, a ser bandera discutida, a descubrir lo que ocultan los corazones, ese Dios no se puede tolerar. Sin embargo los Magos, vieron la estrella y ella les guió y vino a posarse sobre el lugar dónde estaba el Niño, y se llenaron de inmensa alegría. Los Magos no tenían los prejuicios de Herodes, no buscaban mantener su trono, su modo de vida, ellos se habían puesto en camino, habían salido de su tierra para buscar a Dios. Teniendo el deseo de encontrar la luz, siguiendo la luz de la estrella, descubrieron la luz sobre toda luz que estaba en Belén. Y avisados en sueños por un ángel de Dios, regresaron a su casa por otro camino. ¡Ojalá también tú y yo nos dejemos guiar por la estrella divina y encontremos la luz que nace para iluminar las tinieblas de nuestro corazón!

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