viernes, 7 de octubre de 2011

YO SOY LA VID


"En este pasaje del Evangelio, Jesús, se compara con la vid: Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. ¿Qué nos quiere decir el Señor? La vid es un símbolo de vida y de abundancia. Desde la antigüedad se la consideraba una planta sagrada, símbolo entre otros, del pueblo de Israel. El es la viña de Dios, porque Yahvé cuida de su pueblo, como el hombre de sus vides. Cristo es la vid porque como tronco vigoroso sostiene a los creyentes, los sarmientos, que permanecen unidos a El para recibir su savia, su vida. Sólo quién recibe de Cristo su fuerza, su gracia, puede como el sarmiento, dar fruto. De la vid se produce el vino, usado en la celebración eucarística. Cristo consagrará el vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, convirtiéndolo en su sangre redentora para la salvación de los hombres. El Señor nos habla de permanecer estrechamente unidos a El para que también nosotros demos fruto como fruto da la vid verdadera que es Cristo. Sin El no podemos dar ningún fruto de vida. Dios poda los sarmientos para que den más fruto, dice Jesús. De esta manera, por el sacrificio de nuestras propias vidas, desterrando de nosotros todo aquello que impide nuestra unión con Cristo, quedamos límpios y dispuestos para dar más fruto. El Señor nos lo recuerda: Separados de mí nada podéis hacer. ¿Y cómo permanecer unidos al Señor? El mismo nos lo dice: Permaneced en mi amor. Pero sólo permaneceréis en mi amor si observáis mis mandamientos. ¿Y cuales son éstos mandamientos del Señor? El también nos lo dice más adelante: Mi mandamiento es éste: Amaos los unos a los otros como yo os he amado. ¿Hay camino más claro que éste? ¿Podrá alguien decir que no sabe lo que debe hacer para permanecer en el amor de Cristo? El termina este pasaje subrayándolo: Lo que yo os mando es que os améis los unos a los otros. ¡Qué sencillo programa de vida y al mismo tiempo qué difícil de cumplir si el Señor no nos ayuda a ello! Ser discípulo de Cristo no consiste nada más que en amarnos los unos a los otros, pero de verdad, como El nos amó. Ser capaces de dar la vida por los demás. Reconocer en el prójimo al mismo Cristo, y especialmente, en los más débiles y humildes. Ver en el pobre, en el enfermo, en el transeúnte, en el preso, en el drogadicto, en el alcohólico, en el anciano, en el preso, en el inmigrante, en el loco, etc..., al amado de Dios, a su único Hijo, a Cristo. Reconocer en ellos el rostro sufriente del siervo de Yahvé. Contemplar en esos hombres el sacramento de la presencia del Señor. Lo que hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicísteis.

No hay comentarios: