lunes, 12 de diciembre de 2011

Cuarto Domingo de Adviento 2011






Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor

Tú eres mi padre, el Dios que me protege

Antífona de Entrada

Destilad, cielos, el rocío, y que las nubes lluevan al justo; que la tierra se abra y haga germinar al salvador.

No se dice Gloria.

Oración Colecta

Oremos:

Derrama, Señor tu gracia sobre nosotros, que hemos conocido por el anuncio del ángel la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección.

Por nuestro señor Jesucristo…

Amén.

Primera Lectura

Lectura del segundo libro

de Samuel (7, 1-5. 8-12. 14. 16)

Tan pronto como el rey David se instaló en su palacio y el Señor le concedió descansar de todos los enemigos que lo rodeaban, el rey dijo al profeta Natán: “¿Te has dado cuenta de que yo vivo en una mansión de cedro, mientras el arca de Dios sigue alojada en una tienda de campaña?” Natán le respondió:

“Anda y haz todo lo que te dicte el corazón, porque el Señor está contigo”.

Aquella misma noche habló el Señor a Natán y le dijo: “Ve y dile a mi siervo David que el Señor le manda decir esto:

‘¿Piensas que vas a ser tú el que me construya una casa para que yo habite en ella? Yo te saqué de los apriscos y de andar tras las ovejas, para que fueras el jefe de mi pueblo, Israel. Yo estaré contigo en todo lo que emprendas, acabaré con tus enemigos y te haré tan famoso como los hombres más famosos de la tierra.

Le asignaré un lugar a mi pueblo, Israel; lo plantaré allí para que habite en su propia tierra. Vivirá tranquilo y sus enemigos ya no lo oprimirán más, como lo han venido haciendo desde los tiempos en que establecí jueces para gobernar a mi pueblo, Israel. Y a ti, David, te haré descansar de todos tus enemigos.

Además, yo, el Señor, te hago saber que te daré una dinastía; y cuando tus días se hayan cumplido y descanses para siempre con tus padres, engrandeceré a tu hijo, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, y tu trono será estable eternamente’ ”.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 88

Proclamaré sin cesar

la misericordia del Señor.

Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor y daré a conocer que su fidelidad es eterna, pues el Señor ha dicho: “Mi amor es para siempre y mi lealtad, más firme que los cielos.

Proclamaré sin cesar

la misericordia del Señor.

Un juramento hice a David, mi servidor, una alianza pacté con mi elegido: ‘Consolidaré tu dinastía para siempre y afianzaré tu trono eternamente’.

Proclamaré sin cesar

la misericordia del Señor.

El me podrá decir: ‘Tú eres mi padre, el Dios que me protege y que me salva’. Yo jamás le retiraré mi amor, ni violaré el juramento que le hice”.

Proclamaré sin cesar

la misericordia del Señor.

Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol

san Pablo a los Romanos

(16, 25-27)

Hermanos: A aquel que puede darles fuerzas para cumplir el Evangelio que yo he proclamado, predicando a Cristo, conforme a la revelación del misterio, mantenido en secreto durante siglos, y que ahora, en cumplimiento del designio eterno de Dios, ha quedado manifestado por las Sagradas Escrituras, para atraer a todas las naciones a la obediencia de la fe, al Dios único, infinitamente sabio, démosle gloria, por Jesucristo,para siempre. Amén.

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

Yo soy la esclava del Señor; que se cumpla en mí lo que me has dicho.

Aleluya.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio

según san Lucas (1, 26-38)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María le dijo entonces al ángel:

“¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios.

Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo.

Oración de los Fieles

Celebrante:

Por intercesión de María, la Madre de Dios y nuestra Madre, oremos al Padre para que escuche la oración de su pueblo que busca la liberación y que espera al Mesías. Digámosle:

Mira a la Madre de tu Hijo

y escúchanos.

Para que en este tiempo ya cercano a la Navidad, el Espíritu Santo cubra con su sombra a la Iglesia, y haga que su vida comprometida descubra en el mundo la gloria del que viene en nombre del Señor.

Oremos.

Mira a la Madre de tu Hijo

y escúchanos.

Para que a todos los pueblos de la tierra, en este tiempo de espera del Mesías, se les manifieste su presencia salvadora y su oferta incondicional de liberación.

Oremos.

Mira a la Madre de tu Hijo

y escúchanos.

Para que el Señor que viene, libere a los oprimidos, conceda pan a los hambrientos y cuide de los enfermos, huérfanos y abandonados.

Oremos.

Mira a la Madre de tu Hijo

y escúchanos.

Para que la venida de Jesús a nuestra tierra, alcance la libertad a los que viven esclavos del pecado, y el consuelo a los que están tristes.

Oremos.

Mira a la Madre de tu Hijo

y escúchanos.

Para que los difuntos gocen de la presencia bondadosa de Dios en la gloria.

Oremos.

Mira a la Madre de tu Hijo

y escúchanos.

Para que Jesús renazca en nuestros corazones, y, como María, sepamos darlo a nuestros hermanos.

Oremos.

Mira a la Madre de tu Hijo

y escúchanos.

Celebrante:

Oh Dios, que sales a salvar a tu pueblo y no dejas de bendecirlo con tu mano providente; escucha nuestras oraciones y prepara nuestro corazón, para que, siguiendo el ejemplo de María, acojamos a tu Hijo que viene a nuestra tierra.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Que el mismo Espíritu que cubrió con su sombra y fecundó con su poder el seno de la Virgen María, santifique, Señor, estas ofrendas que hemos depositado sobre tu altar.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Prefacio de Adviento II

La doble espera de Cristo

El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón.

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.

A quien todos los profetas anunciaron y la Virgen esperó con inefable amor de madre; Juan lo proclamó ya próximo y lo señaló después entre los hombres.

El es quien nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza.

Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión

He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel que quiere decir Dios-con-nosotros.

Oración después de la Comunión

Oremos:

Tú que nos has dado en este sacramento la prenda de nuestra salvación, concédenos, Padre todopoderoso, prepararnos cada día con mayor fervor para celebrar dignamente el nacimiento de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

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