jueves, 8 de diciembre de 2011

Domingo de San Juan Clímaco






Icono de San Juan Clímaco





...Hoy, la Iglesia dirige nuestra atención a San Juan Clímaco (22), porque este padre, que vivió en el s. VII, hizo realidad en su propia vida el ideal de penitencia en el que habremos de fijarnos durante la Cuaresma. “Demos honra a Juan…gloria de los ascetas…”, cantamos en Vísperas. En matutinos, así nos dirigimos al santo: “mientras tu cuerpo enflaquecía por la abstinencia, se renovaba el poder de tu alma, enriquecida de gloria divina”. Sin embargo, la Iglesia da una interpretación correcta de la doctrina de San Juan Clímaco, cuando proclama que el ascetismo no tiene ni sentido ni valor si no es una expresión de amor, y de nuevo, en Vísperas, dirige estas palabras al santo: “esto es porque tú nos has amonestado: ama a Dios de tal modo que puedas vivir en su eterna benevolencia, y no permitas que nada esté más alto que su amor”.

...Durante la Liturgia continuamos la lectura de la epístola a los Hebreos (6, 13-20). Esta nos habla de la paciencia y perseverancia del patriarca Abraham, y de la concreción final de las promesas que Dios le hizo. Es imposible que Dios mienta: ese es el porqué, como Abraham, tenemos “un gran consuelo, quienes han huido para refugiarse aferrándose sobre la esperanza puesta ante nosotros”. ¿Realmente vivimos en esta gran esperanza?

...El evangelio describe la curación del niño que tenía un espíritu mudo, cuyo padre lo llevó a Jesús. El Señor dice al Padre: “Si puedes creer, todas las cosas son para aquel que cree”. El padre exclama con lágrimas: “Señor, creo; ayúdame con mi incredulidad”. No podríamos encontrar mejor manera de expresar a la vez tanto el hecho de la existencia de nuestra fe, como el de su debilidad. Pero ¿acaso caen de nuestros ojos las mismas lágrimas ardientes, cuando le decimos a nuestro Salvador: “Señor, creo; ayúdame con mi incredulidad”? Jesús se apiada del padre, el acepta dicha fe, y sana al hijo. Más tarde, hablando en privado con el Maestro, los discípulos le preguntaron por qué ellos no habían podido expulsar dicho espíritu. Jesús respondió: “Esta clase puede nada más que con oración y ayuno”. No debemos imaginarnos que el ayuno prolongado y la oración repetitiva alcanzarán para darnos un poder que los discípulos no poseían entonces. El ayuno y la oración, en su sentido más profundo, significan una profunda renuncia a sí mismo, una concentración de la propia alma en una actitud de confianza y humildad que deja todo en la misericordia de Dios, la sumisión de nuestra propia voluntad a la voluntad del Señor, poniendo nuestro completo ser en manos del Padre. Aquel que –por gracia de Dios– alcanza este estado, puede expulsar demonios. ¿No podríamos caminar al menos los primeros pasos por este sendero? Si lo intentáramos, nos sorprenderíamos por los resultados que nos sucederían.


...(22) La palabra griega klimakós significa “escalera”. Este título le fue dado a Juan, higúmeno del Sinaí fallecido cerca del 670, porque escribió un famoso libro de ascetismo titulado Escalera al Paraíso. Es posible que el cuarto domingo de Cuaresma esté dedicado a San Juan porque, en los monasterios, el libro era leído en la mesa en torno a la mitad de la Cuaresma.

escala_climaco.pdf

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