martes, 6 de diciembre de 2011

María y la Renovación de la Iglesia






1. Hoy en día, existen opiniones opuestas sobre la importancia actual de la Santísima Virgen. Algunos creen que, para ser un cristiano moderno, hay que dejar de lado estas antiguas devociones de nuestros abuelos. Según ellos, la Virgen, los Santos y otras cosas más ya pasaron de moda.

¿Pero qué pasa, entonces, con lo antiguo? Para ser un cristiano moderno, ¿hay que abandonar realmente todas estas costumbres religiosas de ayer?

Lo que nos interesa, en concreto, es saber si la Sma. Virgen y la devoción a Ella tienen importancia para la Iglesia renovada y para el mundo de mañana.

2. Todos sabemos que la Iglesia está en medio de un proceso de rápidos cambios. Y debe ser así: si el mundo cambia, la Iglesia debe ir adaptándose a su nueva mentalidad. Así puede entregarle su mismo mensaje de siempre con un ropaje nuevo, con palabras y formas que el hombre de hoy entiende. Es muy importante, distinguir estos dos aspectos: el mensaje, que es el espíritu, y el ropaje, que son las formas en que este espíritu se expresa.

La renovación de la Iglesia no consiste, en primer lugar, en cambiar sus formas exteriores. Esto podría ser señal o estímulo para una renovación. Pero la verdadera renovación se produce sólo cuando hay un crecimiento interior, en el espíritu. Sin esto, las formas nuevas no son más que formas huecas.

Pensemos en el caso de una familia: no podemos decir que la familia se ha renovado simplemente porque pintaron la casa de un color más de moda. La renovación se produce sólo si la familia crece en su espíritu, en su espíritu de respeto y de comprensión, de amor y unidad.

Lo mismo sucede con la Iglesia, pues ella también es una gran familia. Su renovación se mide, sobre todo, por las nuevas fuerzas del espíritu que la animan.

¿Y podría una familia renovarse verdaderamente en su espíritu, sin crecer en el amor a su Madre? Me parece imposible. Por eso, toda auténtica renovación de la Iglesia debe ir acompañada de un aumento del amor a la Sma Virgen.

Quien no comprende esto, se queda en la superficie de los cambios.

Cierto, las formas en que expresamos, hoy en día, nuestro cariño a María, pueden ser diferentes de las de ayer. Pero si nuestro amor a Ella no crece, entonces no podemos hablar de renovación de la Iglesia. No hay vida nueva, donde no hay amor nuevo.

3. El Concilio Vaticano II, que comenzó este proceso de renovación, colocó a la Virgen más al centro de la vida cristiana que nunca. Pero no sólo nos pidió crecer en el amor a Ella.

Además nos la mostró como el modelo perfecto de esa Iglesia renovada que Dios quiere para los nuevos tiempos. En la Sma. Virgen resplandece justamente todo ese espíritu nuevo que la Iglesia necesita para enfrentar los problemas del mundo de hoy y para construir el mundo de mañana.

Así el Concilio nos muestra a María como la Gran Señal, que nos indica el único camino de renovación verdadera, y que nos da fuerzas para vencer todos sus obstáculos y peligros. Entonces, para la Iglesia postconciliar, renovarse y modernizarse significa, esforzarse por asemejarse a María. Así la Iglesia de hoy se convierte, con Ella y como Ella, en Gran Señal de salvación para nuestro tiempo.

4. ¡Miremos, por eso, hacia esa Gran Señal en el cielo, para dejarnos penetrar por su luz! ¡Descubramos, en Ella, la imagen de la Iglesia del futuro, de esa Iglesia mariana que desea el Espíritu Santo! Descubramos, en la luz de la Sma. Virgen, también la imagen del hombre nuevo, que en María se ha hecho perfecta realidad.

¡Construyamos, renovados en el espíritu de la Sma. Virgen, la Iglesia y nuestra sociedad!

Preguntas para la reflexión

1. ¿Qué representa la Virgen María para mí?

2. ¿Qué rasgos de María podría imitar?

3. ¡Qué opinión tengo de la Iglesia hoy?

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