martes, 6 de diciembre de 2011

¿Podemos liberarnos de los prejuicios?


Pensemos un momento en caminos para liberarnos del lastre de los prejuicios
¿Podemos liberarnos de los prejuicios?
¿Podemos liberarnos de los prejuicios?
Es fácil, y lo hemos hecho difícil: podemos evitar prejuicios falsos, ideas inexactas o engañosas. ¿De verdad? Pensemos un momento en caminos para liberarnos del lastre de los prejuicios.

Partimos de un hecho: el paso del tiempo nos aprisiona con cientos de ideas de escaso valor, si es que no son erróneas.

Algunas vienen de experiencias concretas. Un día bebí agua en un pueblo. Después concluí, exageradamente, que el agua de ese lugar era siempre dañina, al menos para mí.

Otras ideas vienen de medios informativos, que a veces actúan como auténticos expertos en manipulación. Cuando pienso que todos los ciudadanos de X país son informales porque lo leí en una editorial simpática, seguramente falto a la verdad y a la justicia. Es posible que muchas personas de aquel lugar incurran en ese defecto, pero las generalizaciones fáciles llevan al prejuicio de considerar que una mayoría equivale a todos.

Los prejuicios, una vez que entran en el alma, anidan y condicionan los modos de ver, de pensar, de hablar. Por eso, fácilmente faltamos a la justicia, llegamos a actitudes negativas hacia personas o hacia lugares, limitamos los horizontes de la mente, nos cerramos a la verdad.

Fijémonos, ahora, en el centro de la cuestión: ¿resulta posible evitar los prejuicios? Si los dejamos nacer, si los alimentamos a través de un martilleo constante de mentiras o de medias verdades, ciertamente no.

Pero si adquirimos el hábito de pensar sobre nuestras experiencias con más calma; si aprendemos a escuchar o leer los que aparece en los medios informativos con espíritu crítico; si tenemos una mente abierta y enamorada de la justicia y de la verdad... entonces tendremos una inteligencia y un corazón inmunizados para muchos (ojalá todos) prejuicios engañosos.

El mundo necesita hombres y mujeres que piensen con calma y que tengan su propia alma alejada del enjambre de prejuicios que aturden y lastran nuestras vidas. Si los evitamos, si erradicamos aquellos que hayan podido entrar en la propia mente, avanzarán la justicia y la verdad. Habrá entonces menos seres estigmatizados injustamente, y más corazones dispuestos a acoger, a aprender y a reflexionar sobre las personas y los acontecimientos con una perspectiva sana, serena y abierta a las riquezas de los cercanos y de los lejanos.

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