sábado, 25 de febrero de 2012

Como interpretan la Biblia los Católicos


Si damos una hojeada a las distintas culturas y civilizaciones en la historia humana podemos apreciar como el ser humano ha buscado incesantemente al Ser Supremo. Dios en su infinita bondad ha querido manifestársele al hombre como prueba de su amor por el.


La Revelación es la manifestación que Dios ha hecho a los hombres de Si Mismo y de aquellas otras verdades necesarias y convenientes para la salvación eterna. La Revelación también llamada Doctrina Cristiana o Deposito de la Fe se encuentra en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia recibida de los Apóstoles y los Santos Padres.

Jesucristo confió la Revelación a la Iglesia que el fundo la Iglesia Católica, por medio de los Apóstoles y sus sucesores los Obispos (Magisterio), por lo tanto la Iglesia tiene la obligación de custodiarla, enseñarla e interpretarla sin error. Leer; Juan 21, 15 – 17 & Mateo 28, 18 – 20 El Evangelio de San Juan nos dice que; "muchas otras señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están escrita en este libro. Estas han sido escritas para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Crean y tendrán vida en su nombre." Todas esas cosas que no están escritas en la Sagrada Escrituras son las que llamamos Tradición.

La Tradición es la Palabra de Dios no contenida en la Biblia, sino transmitida por Jesús a los Apóstoles y por estos a la Iglesia. (Obispos / Magisterio) Las enseñanzas de la Tradición están contenidas en los Símbolos o Profesiones de Fe, (ej. Credo de los Apóstoles) en los documentos de los Concilios, en los escritos de los Santos Padres de la Iglesia y en los Ritos de la Sagrada Liturgia.

La palabra Biblia proviene del griego “Biblio” que significa colección de libros. En otras palabras la Biblia es una biblioteca Divina. Esta colección de libros por la cual Dios manifiesta su revelación. La Biblia nos muestra la Revelación Divina de una forma esquemática. Se compone del Antiguo Testamento [46 libros] y el Nuevo Testamento [27 libros]. Tanto los libros del AT como del NT se dividen en libros históricos, didácticos y proféticos. La plenitud de la revelación la encontramos en Jesucristo. San Pablo en la Carta a los Romanos nos dice; “Al sobrevenir la Ley, el pecado tuvo mas auge, pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Y del mismo modo que el pecado estableció su reinado de muerte, así también debía reinar la gracia y después de restablecernos en la amistad con Dios, nos llevará a la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.” (Romanos 5, 20 – 21) Jesucristo es el Nuevo Adán como nos dice San Pablo y por el y su gracia divina estamos destinos a la salvación si de verdad creemos en él y seguimos sus mandatos.

El Autor principal de la Biblia es Dios. El autor secundario o instrumental de la Biblia es el escritor sagrado o hagiógrafo. La inspiración bíblica es una gracia específica que concede el Espíritu Santo, por la cual el escritor sagrado es movido a poner por escrito las cosas que Dios quiere comunicar a los demás hombres.

Los libros del AT fueron escritos entre el siglo XV y el siglo II antes de Cristo. Los libros del NT fueron escritos en la segunda mitad del siglo I a finales del primer siglo. Los Libros Sagrados fueron escritos al principio en papiros y más tarde en pergaminos. El papiro es una planta que abunda en Egipto, el pergamino es obtenido de la piel de cabrito y se puede escribir por ambos lados. Originalmente la Biblia estaba en rollos, es decir, largas fajas de papiros o de piel unidas en los extremos a dos bastones en torno a uno de los cuales giraba.

Entre las propiedades que encontramos en la Biblia están la unidad, la inerrancia y la santidad. La unidad entre el Antiguo y Nuevo Testamento, y entre las partes de todos los libros. La inerrancia porque no contiene errores en lo que atañe a la salvación y sobretodo contiene veracidad sobre lo que enseña sobre la salvación. Pero sobretodo la Biblia contiene santidad porque proviene de Dios y nos enseña una doctrina sagrada y nos conduce a la santidad.

Los idiomas originales de la Santa Biblia son el hebreo, arameo y el griego.

En Hebreo se escribió:
- la mayor parte del AT

En Arameo se escribió:
- Tobías
- Judit
- Fragmentos de Edras, Daniel, Jeremías y del Génesis
- El original de San Mateo

En Griego de escribió:
- Libro de la Sabiduría
- II de Macabeos
- Eclesiástico
- Partes de los libros de Ester y Daniel
- Nuevo Testamento, excepto el original de San Mateo

Antiguo Testamento [46]
Pentateuco [5] Génesis, Éxodo, Levítico, Números & Deuteronomio – Autor (secundario/instrumental) Moisé
• Históricos [16] Josué, Jueces, Rut, I & II Samuel, I & II Reyes, I & II Crónicas (Paralipómenos), Esdras,
Nehemías, Tobías, Judit, Ester y I & II Macabeos.
• Poéticos o Sapienciales (Didácticos) [7] Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, El Cantar de los Cantares,
sabiduría, Eclesiástico.
• Profetas Mayores [6] Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Baruc, Ezequiel y Daniel.
• Profetas Menores [12] Óseas, Joel, Amos, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo,
Zacarías y Malaquías.

Nuevo Testamento [27]
Evangelios (Buena Nueva o Buena Noticia) [4] Mateo, Marcos (1ro que se escribió) Lucas & Juan
Los Evangelios aunque contienen hechos históricos fueron escritos con motivos pastorales. Se escribieron
de acuerdo a las necesidades pastorales de las respectivas comunidades cristianas.
Hechos de los Apóstoles [1] (Histórico) Autor: San Lucas - Narra como vivieron las primeras comunidades
cristianas.
• Cartas de San Pablo [13] (Didácticas)
o Romanos
o I & II Corintios
o Gálatas
o Efesios
o Filipenses
o Colosenses
o I & II Tesalonicenses
o I & II Timoteo
(Pastorales)
o Tito (Pastoral)
o Filemón
Carta a los Hebreos (Didáctica) [1] Autor: Desconocido
• Cartas Católicas [7] (Universales) (Didácticas)
o Santiago
o I & II Pedro
o I, II & III Juan
o Judas
Apocalipsis [1] (Profético) Autor – Juan

El Canon Bíblico es el catalogo de los setenta y tres (73) libros del AT & NT que forman la Biblia y que la Iglesia ha declarado como divinamente inspirados. La palabra canon proviene del griego “kanon” y significa regla, estándar o síntesis. El Canon garantiza cuales son los Libros Sagrados y cuales son apócrifos o dudosos. Es la Iglesia (no los libros) quien da la regla para saber cuales son incluidos. La Iglesia (Magisterio) es por tanto la autoridad que nos da la Biblia y la discierne por la gracia que otorga el Espíritu Santo. El canon de la Iglesia Católica establece 46 libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento.

En el año 1534 Martín Lutero tradujo la Biblia al alemán y agrupo los siete libros deuterocanónicos bajo el título de “apócrifo”, señalando: “Estos libros que no se tienen por iguales en las Sagradas Escrituras y sin embargo son útiles y buenos para leer.” Es así como los protestantes llegaron a considerar a los deuterocanónicos como libros no aceptados en el canon, o sea como libros apócrifos. Tobías, Judit, Ester (protocanónico con partes deuterocanónicas), Daniel (protocanónico con partes deuterocanónicas), I Macabeos, II Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico (también llamado Sirácides) y Baruc fueron los libros del AT considerado por Lutero y los protestantes como apócrifos.
La pregunta queda en el tintero, ¿Cómo interpretamos los católicos la Palabra de Dios? El Magisterio es la autoridad de la Iglesia, investida a los obispos como sucesores de los Apóstoles, para enseñar la fe bajo la autoridad del Sumo Pontífice, sucesor de Pedro, Vicario de Cristo y cabeza visible de la Iglesia Católica. El magisterio incluye la enseñanza de la Doctrina, la moral y las costumbres.

Los católicos obedecemos al magisterio porque es la autentica interpretación de la Palabra de Dios encomendada por Jesucristo al Papa y a los Obispos en comunión con él. Jesús dijo: “El que a ustedes escucha a mi me escucha.” (Lucas 10, 16) Todas las enseñanzas del magisterio son importantes y dignas de ser recibidas con obediencia.

La Infalibilidad es el carisma por el que la Sede de San Pedro (el Papa) siempre permanece libre de error alguno, según la promesa de nuestro Divino Salvador hecha a Pedro. “Yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y cuando hayas regresado fortalece a tus hermanos.” (Lucas 22, 32)

Las Verdades que la Iglesia enseña como de Fe son aquellas sobre las que se tienen certeza de que son infalibles (sin posibilidad de error) porque están amparadas por la promesa de Cristo: “Quien le escucha a ustedes, me escucha a mí; y quien les rechaza a ustedes me rechaza a mi, y el que me rechaza a mi, rechaza a quien me ha enviado.” (Lucas 10, 16) La promesa de Cristo no puede fallar. Estas verdades requieren de los católicos el asentimiento de la fe. Es decir, la virtud sobrenatural de la fe, porque tenemos fe en Cristo y su promesa de enseñar por medio de la Iglesia. Estas verdades obligan a los católicos bajo pena de romper nuestra comunión con la fe verdadera.

¿Cómo podemos saber si una enseñanza es de fe? Para esto tiene que tener los tres niveles del Magisterio.

- Una definición infalible del Papa. ”El Romano Pontífice, Cabeza del Colegio Episcopal, goza de esta
infalibilidad en virtud de su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma
en la fe a sus hermanos, proclaman por un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral.” (CIC # 891)

Retomemos algunos puntos; “Como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus
hermanos…” Cuando el Papa habla en calidad de persona privada, o se dirige solo a un grupo y no habla a la
Iglesia Universal, no goza de infalibilidad. ”Proclama por un acto definitivo la doctrina…” Cuando el Papa
claramente expresa que la doctrina es definitiva, no puede cambiar y es infalible.

Al ejercicio especial y explicito de infalibilidad Papal se le llama un pronunciamiento ex-cathedra. Cuando el
Sumo Pontífice habla desde su silla (cathedra) de autoridad, como cabeza visible de todos los cristianos, sus
enseñanzas no dependen del consentimiento de la Iglesia y son irreformables.

- La enseñanza del Magisterio Episcopal en comunión con el Papa. Esto ocurre cuando los obispos
enseñan verdades definitivas de la fe y la moral en comunión con el Papa. Esto se da de manera especial,
cuando se reúnen en concilio.

“La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el cuerpo episcopal cuando ejerce el magisterio
supremo con el sucesor de Pedro, sobre todo en un concilio ecuménico. Cuando la Iglesia propone por medio
del Magisterio supremo que algo se debe aceptar como revelado por Dios para ser creído y como enseñanza
de Cristo, hay que aceptar sus definiciones con la obediencia de fe. Esta infalibilidad abarca todo el depósito
de la Revelación Divina.” (CIC # 891)

- El magisterio ordinario del Papa, cuando este expresamente ejerce un juicio definitivo en materia de
fe o moral que antes era debatida.

En casos como este, lo que el Papa enseña está amparado por las promesas de Cristo en Lucas 10, 16 y por
lo tanto es infalible porque su promesa no puede fallar. Estos juicios definitivos pueden darse en una encíclica u
otro documento pontificio.

- Pronunciamientos que no son infalibles, no requieren el asentamiento de fe pero si una sumisión
religiosa de la voluntad y del entendimiento. (Cf. Canon 752 Nuevo Decreto del Derecho Canónico)

“Esta religiosa sumisión de la voluntad y del entendimiento, de modo particular se debe al magisterio
auténtico del Romano Pontífice, aun cuando no hable ex-cathedra; de tal manera que se reconozca con
reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se adhiera al parecer expresado por él según la mente y
voluntad que haya manifestado el mismo y que se descubre principalmente, ya sea por la índole del
documento, ya sea por la insistencia con que se repite una misma doctrina, ya sea también por fórmulas
empleadas.” (Lumen Gentium 25; Cf. Decreto de Derecho Canónico # 752)

La Hermenéutica Bíblica es la ciencia que estudia o trata las normas para interpretar rectamente los Libros Sagrados. La Iglesia Católica es la única capacitada para interpretar auténticamente (con pleno derecho y sin posibilidad de equivocarse) las Sagradas Escrituras porque Dios le confió solamente a ella la misión de guardar, enseñar y aclarar a los fieles su Palabra.

Es común escuchar la expresión de que todas las biblias son iguales. La verdad es que esta expresión no es cierta. No es recomendable leer cualquier Biblia ya que hay versiones que contienen errores doctrinales o de índole moral. Para evitar esos errores un católico sólo debe leer Biblia con notas y explicaciones aprobadas por la Iglesia Católica, es decir que digan “Nihil Obstant” e “Imprimatur”. El Nihil Obstant es la firma del censor eclesiástico (por lo regular es un sacerdote), el mismo verifica que no hayan errores en materia de fe en lo que se haya escrito. El Imprimatur es la firma de un obispo que verifica y certifica en forma definitiva que no hay ningún error en materia de fe en lo que se ha escrito.

Algunas de las ediciones de Biblias Protestantes son:
Reina-Valera: primeras versiones fueron en el 1569 y 1602 y se conocían como Biblia Clásica del
protestantismo español y latinoamericano.
Dios habla hoy: Sociedades Bíblicas Unidas con dos versiones una sin los deuterocanónicos y otra con los
deuterocanónicos. Esta última tuvo el visto bueno del CELAM (Conferencia del Episcopado Latinoamericano)
Biblia anotada de Scofield: con el texto de Reina-Valera pero con introducciones y comentarios traducidos
de una Biblia inglesa preparada en 1909 por C. I. Scofield. Es una edición adaptada por las Iglesias
Evangélicas, con mentalidad liberalista y típicamente anticatólica. Asimismo titulada “La Biblia al
día” (paráfrasis), sin los deuterocanónicos y algunas paráfrasis inexactas y anticatólicas(por ejemplo
Mateo 6, 5 – 7 y Romanos 9, 5)

Algunas de las ediciones de Biblias Católicas más conocidas son:
Biblia de Jerusalén: Se llama así sencillamente por haber sido preparada por un numeroso equipo de
internacional de biblistas, bajo la dirección de la famosa Escuela Bíblica de Jerusalén. Apareció primeramente
en francés en el año 1956, de la que se sacó la primera edición española en el 1967 y en el 1975 la segunda,
revisada, mejorada y aumentada.
Biblia Latinoamericana: Se le conoce con este nombre, ya muy popularizado, a la edición de la Biblia
preparada por un equipo latinoamericano de pastoral bajo la dirección de Ramón Ricciardi y Bernardo Hurault.
Ya han salido más de 76 ediciones de esta Biblia.
Biblia Nácar-Colunga: Primera traducción católica de la Biblia completa hecha de las lenguas originales,
marcando así una nueva etapa. Se le considera de gran limpieza, claridad y pureza de estilo. Editada en la
Biblioteca de Autores Cristianos en 1944 continúa disponible hoy en día en prácticamente todas las librerías
católicas. Las notas se han ido reduciendo y no son particularmente fáciles de manejar en las últimas ediciones
debido a que se han colocado hasta el final del libro. Ha tenido una gran difusión esta versión.
Biblia del Peregrino: Publicada en el año 1993. Dirigida por Luís Alonso Schöekel, presenta la revisión de la
traducción de la Nueva Biblia Española. Aunque reconoce la primacía de importancia a la traducción, contiene
comentarios y paralelos. En un cuaderno aparte se ofrecen las explicaciones o notas exegéticas.

La Iglesia recomienda la lectura de la Santa Biblia porque es alimento constante para la vida del alma, produce frutos de santidad, es fuente de oración, es gran ayuda para la enseñanza de la doctrina cristiana y es un excelente recurso para la predicación. El Concilio Vaticano II “exhorta a todos los fieles con insistencia a que por la frecuente lectura de las Escrituras, aprendan la ciencia eminente de Cristo.” (Constitución Dei Verbum # 25)

Las disposiciones que hay que tener para leer y estudiar la Biblia son:
- Fe y amor a la Palabra de Dios
- Intención recta
- Piedad y humildad para aceptar lo que Dios dice.

Es recomendable leer los Evangelios diariamente durante unos cuantos minutos. San Jerónimo decía: “Lee con mucha frecuencia las Divinas Escrituras, es mas, nunca abandones la lectura sagrada.” A la luz de las enseñanzas de la Iglesia, la Biblia nos permite conocer el modo de salvarnos y reconciliarnos, y eso sólo puede lograrse conociendo, amando y encarnando la vida de Jesucristo.

Dios… Bendiga… Amén

Criterios para una interpretación de la Biblia conforme al Espíritu que la inspiró

Ver también:
Hermenéutica
S.S. Juan Pablo II sobre la interpretación de la Biblia en la Iglesia


Cada día se fundan nuevas iglesias, cada una de las cuales afirma poseer la interpretación correcta de la Biblia. ¿Acaso no es la Biblia la verdad revelada por Dios y no reveló Dios la verdad de manera que pueda conocerse con certeza? Ciertamente que sí, pues Dios no habla para crear confusión o para que cada uno haga lo que quiera con Su Palabra.

Cristo, en Su infinita sabiduría, bien sabía que Su Palabra se sostendría para siempre ante los ataques del demonio y la debilidad de los hombres que somos propensos a manipularla a nuestra conveniencia. Para que todos puedan encontrar la verdad Cristo fundó una Iglesia, su Cuerpo Místico, y le prometió que el Espíritu Santo siempre la guiaría, para que en ella todos puedan conocer la verdad. Ni los ataques externos ni los pecados de sus propios hijos jamás podrán alterar la verdad revelada y custodiada por la Iglesia. La verdad se mantiene íntegra e invariable porque Dios es siempre fiel a la Iglesia, Su esposa.

EL ESPIRITU SANTO, INTERPRETE DE LA ESCRITURA (Cat. I.C. 109-111)

En la Sagrada Escritura, Dios habla al hombre a la manera de los hombres. Por tanto, para interpretar bien la Escritura, es preciso estar atento a lo que los autores humanos quisieron verdaderamente afirmar y a lo que Dios quiso manifestarnos mediante sus palabras. (DV 12,1)

Para descubrir la intención de los autores sagrados es preciso tener en cuenta las condiciones de su tiempo y de su cultura, los "géneros literarios" usados en aquella época, las maneras de sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo. "Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios". (DV 12,2)

Pero, dado que la Sagrada Escritura es inspirada, hay otro principio de la recta interpretación, no menos importante que el precedente, y sin el cual la Escritura sería letra muerta: "La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita". (DV 12,3)

Siguiendo estos principios queda claro, por ejemplo, que Adán y Eva existieron, que los ángeles actúan en la historia y que Jesús hizo verdaderos milagros.

Ver el Catecismo sobre este tema >>>

Tres criterios para una interpretación de la Escritura conforme al Espíritu que la inspiró. (Concilio Vat. II cf DV 12,3)

¿Como podemos estar seguros que interpretamos la Biblia correctamente? El Catecismo de la Iglesia Católica (112-114) enseña tres criterios que la Iglesia siempre ha sostenido como necesarios para interpretar correctamente la Biblia:

1. Prestar una gran atención "al contenido y a la unidad de toda la Escritura".
En efecto, por muy diferentes que sean los libros que la componen, la Escritura es una en razón de la unidad del designio de Dios, del que Cristo Jesús es el centro y el corazón, abierto desde su Pascua. (Cf. Lc 24,25-27.44-46).

Sto. Tomas de A. enseña que el corazón de Cristo designa la sagrada escritura. La Sagrada Escritura, por su parte, hace conocer el corazón de Cristo. "Este corazón estaba cerrado antes de la Pasión porque la Escritura era oscura. Pero la Escritura fue abierta después de la Pasión, porque los que en adelante tienen inteligencia de ella consideran y disciernen de qué manera deben ser interpretadas las profecías. (Sto. Tomás de A., Psal. 21,11)

2. Leer la Escritura en "la Tradición viva de toda la Iglesia".
Según un adagio de los Padres, "La Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos"
("Sacra Scriptura principalius est in corde Ecclesiae quam in materialibus instrumentis scripta"). En efecto, la Iglesia encierra en su Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la interpretación espiritual de la Escritura. (Orígenes, hom. in Lev. 5,5).

-"Estoy con quien esté unido a la Cátedra de san Pedro" "yo sé que sobre esta piedra está edificada la Iglesia". Ver: San Jerónimo: como interpretar las escrituras.

3. Estar atento "a la analogía de la fe".
Por "analogía de la fe" (cf. Rm 12,6) entendemos la cohesión de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación.

El sentido de la Escritura
(Catecismo I.C. 115-119)

Según una antigua tradición, se pueden distinguir dos sentidos de la Escritura: el sentido literal y el sentido espiritual; este último se subdivide en sentido alegórico, moral y anagógico. La concordancia profunda de los cuatro sentidos asegura toda su riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia.

El sentido literal. Es el sentido significado por las palabras de la Escritura y descubierto por la exégesis que sigue las reglas de la justa interpretación. "Todos los sentidos de la Sagrada Escritura se fundan sobre el sentido literal" S.Tomás de A., s. th.1,1,10,ad 1
("Omnes sensus (sc. sacrae Scripturae) fundentur super litteralem".).

El sentido espiritual. Gracias a la unidad del designio de Dios, no solamente el texto de la Escritura, sino también las realidades y los acontecimientos de que habla pueden ser signos.

1. El sentido alegórico. Podemos adquirir una comprensión más profunda de los acontecimientos reconociendo su significación en Cristo; así, el paso del mar Rojo es un signo de la victoria de Cristo y por ello del Bautismo. (cf 1 Co 10,2)

2. El sentido moral. Los acontecimientos narrados en la Escritura pueden conducirnos a un obrar justo. Fueron escritos "para nuestra instrucción" (1 Co 10, 11; cf Hb 3-4,11).

3. El sentido anagógico. Podemos ver realidades y acontecimientos en su significación eterna, que nos conduce (en griego: "anagoge") hacia nuestra Patria. Así, la Iglesia en la tierra es signo de la Jerusalén celeste. (cf Ap 21,1-22,5)

Un dístico medieval resume la significación de los cuatro sentidos:
La letra enseña los hechos,
la alegoría lo que has de creer,
el sentido moral lo que has de hacer,
y la anagogia a dónde has de tender.
(Littera gesta docet, quid credas allegoria, Moralis quid agas, quo tendas anagogia.)

"A los exegetas toca aplicar estas normas en su trabajo para ir penetrando y exponiendo el sentido de la Sagrada Escritura, de modo que con dicho estudio pueda madurar el juicio de la Iglesia. Todo lo dicho sobre la interpretación de la Escritura queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de conservar e interpretar la Palabra de Dios" (Dei Verbum 12,3):

"
No creería en el Evangelio, si no me moviera a ello la autoridad de la Iglesia católica". San Agustín, fund. 5,6.
(Ego vero Evangelio non crederem, nisi me catholicae Ecclesiae commoveret auctoritas).


Las Sagradas Escrituras
Para entenderlas necesitamos la Iglesia y un corazón abierto

Las Escrituras deben ser explicadas por una autoridad competente:
Lucas 24,27: Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, (Jesús) les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.

Hechos 17,2 Pablo, según su costumbre, se dirigió a ellos y durante tres sábados discutió con ellos basándose en las Escrituras

II Pedro 1,20 Pero, ante todo, tened presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia

Muchos leían las Escrituras pero no las entendían ni aceptaban a Jesús porque sus corazones permanecían cerrados:
Juan 5,39-40 -Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna;
ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida.

Mateo 22,29 -Jesús les respondió: «Estáis en un error, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios.»

Hechos 13:27 -Los habitantes de Jerusalén y sus jefes cumplieron, sin saberlo, las Escrituras de los profetas que se leen cada sábado;

Lucas 24,45: -Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras,

Consecuencias de interpretar las Escrituras sin la guía de la Iglesia

II Pedro 3,16-17 -Lo escribe también en todas las cartas cuando habla en ellas de esto. Aunque hay en ellas cosas difíciles de entender, que los ignorantes y los débiles interpretan torcidamente - como también las demás Escrituras - para su propia perdición. Vosotros, pues, queridos, estando ya advertidos, vivid alerta, no sea que, arrastrados por el error de esos disolutos, os veáis derribados de vuestra firme postura.


Re: Estudio bíblico
Benedicto XVI propone superar el dualismo entre exégesis y teología
14 de octubre 2008, durante la décimo cuarta congregación del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra. (Fuente,Zenit.org).

Queridos hermanos y hermanas:

El trabajo con motivo de mi libro sobre Jesús da la oportunidad de ver todo el bien que nos llega de la exégesis moderna, pero también permite reconocer sus problemas y sus riesgos.

La Dei Verbum 12 ofrece dos indicaciones metodológicas para un adecuado trabajo exegético. En primer lugar, confirma la necesidad de la utilización del método histórico-crítico, cuyos elementos esenciales describe brevemente. Esta necesidad es la consecuencia del principio cristiano formulado en Juan 1, 14: "Verbum caro factum est". El hecho histórico es una dimensión constitutiva de la fe cristiana. La historia de la salvación no es una mitología, sino una verdadera historia y, por lo tanto, hay que estudiarla con los métodos de la investigación histórica seria.

Sin embargo, esta historia posee otra dimensión, la de la acción divina. En consecuencia la Dei Verbum habla de un segundo nivel metodológico necesario para la interpretación justa de las palabras, que son al mismo tiempo palabras humanas y Palabra divina. El Concilio dice, siguiendo una regla fundamental para la interpretación de cualquier texto literario, que la Escritura hay que interpretarla en el mismo espíritu en el que fue escrita y para ello indica tres elementos metodológicos fundamentales cuyo fin es tener en cuenta la dimensión divina, pneumatológica de la Biblia: es decir se debe 1) interpretar el texto teniendo presente la unidad de toda la Escritura; esto hoy se llama exégesis canónica; en los tiempos del Concilio este término no había sido creado aún, pero el Concilio dice la misma cosa: es necesario tener presente la unidad de toda la Escritura; 2) también se debe tener presente la viva tradición de toda la Iglesia, y finalmente 3) es necesario observar la analogía de la fe. Sólo allí donde los dos niveles metodológicos, el histórico-crítico y el teológico, son observados, se puede hablar de una exégesis teológica - de una exégesis adecuada a este Libro. Mientras que con respecto al primer nivel la actual exégesis académica trabaja a un altísimo nivel y nos ayuda realmente, la misma cosa no se puede decir del otro nivel. A menudo este segundo nivel, el nivel constituido por los tres elementos teológicos indicados por la Dei Verbum, casi no aparece. Y esto tiene consecuencias más bien graves.

La primera consecuencia de la ausencia de este segundo nivel metodológico es que la Biblia se convierte en un libro del pasado solamente. Se pueden extraer de él consecuencias morales, se puede aprender la historia, pero el libro como tal habla sólo del pasado y la exégesis ya no es realmente teológica, sino que se convierte en pura historiografía, historia de la literatura. Esta es la primera consecuencia: la Biblia queda como algo del pasado, habla sólo del pasado.
Existe también una segunda consecuencia aún más grave: donde desaparece la hermenéutica de la fe indicada por la Dei Verbum, aparece necesariamente otro tipo de hermenéutica, una hermenéutica secularizada, positivista, cuya clave fundamental es la convicción de que lo Divino no aparece en la historia humana. Según esta hermenéutica, cuando parece que hay un elemento divino, se debe explicar de dónde viene esa impresión y reducir todo al elemento humano. Por consiguiente, se proponen interpretaciones que niegan la historicidad de los elementos divinos.

Hoy, el llamado mainstream de la exégesis en Alemania niega, por ejemplo, que el Señor haya instituido la Santa Eucaristía y dice que el cuerpo de Jesús permaneció en la tumba. La Resurrección no sería un hecho histórico, sino una visión teológica. Esto sucede porque falta una hermenéutica de la fe: se consolida entonces una hermenéutica filosófica profana, que niega la posibilidad de la entrada y de la presencia real de lo Divino en la historia. La consecuencia de la ausencia del segundo nivel metodológico es la creación de un profundo foso entre exégesis científica y Lectio divina. Y ello a veces provoca también una cierta perplejidad en la preparación de las homilías. Cuando la exégesis no es teología, la Escritura no puede ser el alma de la teología y, al revés, cuando la teología no es esencialmente interpretación de la Escritura en la Iglesia, esta teología ya no tiene fundamento.

Por eso para la vida y para la misión de la Iglesia, para el futuro de la fe, es absolutamente necesario superar este dualismo entre exégesis y teología. La teología bíblica y la teología sistemática son dos dimensiones de una única realidad, que llamamos teología. Por consiguiente, sería deseable que en una de las propuestas se hablara de la necesidad de tener presente en la exégesis los dos niveles metodológicos indicados por la Dei Verbum 12, en la que se habla de la necesidad de desarrollar una exégesis no sólo histórica, sino también teológica. Así pues, será necesario ampliar la formación de los futuros exégetas en este sentido, para abrir realmente los tesoros de la Escritura al mundo de hoy y a todos nosotros.

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