sábado, 18 de febrero de 2012

Parábola del hijo pródigo


La parábola del hijo pródigo es el término popular que describe a una de las parábolas de Jesús de Nazaret recogida en el Nuevo Testamento, específicamente en el evangelio según San Lucas, capítulo 15, versículos del 11 al 32.


Personajes de la Parábola

Padre de familia, hijo mayor, hijo menor.

Hijo pródigo

Es sobre quien gira la historia aparente, pues es quien hila las tres escenas de esta, el pecado, el arrepentimiento y el perdón. Representa a la humanidad pecadora y descarriada que se ha olvidado de Dios. Su entrada comienza informándonos que es el menor de dos hermanos y que le pide al padre su parte de la herencia. Teológicamente podría interpretarse a dicha herencia como los dones y gracias que Dios pone en cada uno de nosotros, por lo que la escena rememora el Jardín de Edén en el momento de la caída en el pecado; el hijo exige su libertad para usarla fuera de la voluntad de su padre. Posteriormente se señala que malgasta esa herencia viviendo como un libertino, o sea su pecado no está tanto en la reclamación de su libertad como en la utilización descarriada de la misma que lo lleva al fracaso. Otro factor a tener en cuenta es que, para la comunidad Judía de ese tiempo, el cerdo era un animal abominable tal como se describe en la ley de Moisés (Lv 11.7), ni aún se podía criar, esto enseña que el pecado y la vida de libertinaje lleva al hijo pródigo, en un acto desesperado, a cometer un acto abominable y como consecuencia, empeora más su situación.

La parábola describe posteriormente la escena del arrepentimiento. Tras la vida de derroche y libertinaje, el hijo cae en la miseria y reflexiona acerca de su provecho personal y cae en cuenta que le traerá mayor bienestar regresar donde el padre que seguir por su cuenta. Aquí hay varios aspectos muy interesantes desde una perspectiva teológica, en primer lugar refleja que las desgracias que provoca el pecado no son castigos divinos sino resultado de las malas acciones que siempre acaban mal, por otro lado refleja una actitud interesada en la conversión, es decir se arrepiente racionalmente y no sentimentalmente, va buscando un provecho personal y no la santidad en sí, de ahí que prepare una disculpa para el padre en la que le pida que lo acepte como trabajador. Parte de regreso a casa de su padre y encuentra en este un perdón incondicional. Se puede decir que su verdadera conversión, el arrepentimiento real, ocurre en este momento pues ve en la actitud del padre desinterés y amor, principales características de una verdadera conversión.

Padre misericordioso

Regreso del hijo pródigo (Leonello Spada, museo del Louvre)

Este es verdaderamente el personaje central de la parábola. Representa a Dios Padre y fundamentalmente su atributo de misericordia. Desde el comienzo de la parábola se nos lanza una enseñanza, el padre tenía dos hijos. Aquí los dos hijos representan a la humanidad entera, uno a los pecadores que se alejan de la voluntad del Padre y el otro a los que se someten a esta, pero ambos son merecedores de la herencia paterna. El padre respeta y acepta la determinación que su hijo toma por su libre albedrío, le reparte su herencia y lo deja marcharse. Esta imagen nos presenta a un Dios que no es ni dictador, ni prepotente, que nos muestra el camino nos da su heredad pero nos deja libres para que escojamos nuestro destino.


La otra aparición del padre es la manifestación de su plena misericordia. Al ver a su hijo que regresa sale a buscarlo corriendo y antes de que diga palabra alguna lo abraza y lo besa. En esta imagen se explica como Dios, incluso sabiendo que la conversión no es completa y que puede haber un trasfondo, sale en busca de aquel que lo necesita y lo llama, aceptándolo sin reprocharle su descarrío ni su indiferencia anterior. Por otra parte en su diálogo con su primogénito se transluce cómo Dios no descuida a aquellos que lo han seguido justamente y cómo ante el pecado de los justos su reclamo es tierno pero firme.

Primogénito

El primogénito es el personaje que menos participa en la parábola. Representa a los justos y fieles hijos de Dios, que se someten a la voluntad del Padre. El verdadero sentido de este personaje es mostrarnos como los fieles de Dios también caen en el pecado, en este caso la soberbia, y representa muy bien a los fariseos y escribas a los que Jesús le hablaba. Al reprocharle al padre lo que le hace a su hermano en comparación con lo que ha hecho por él se muestra que también en su fe su obediencia existía un móvil interesado.

Enseñanza fundamental

Esta parábola transmite una enseñanza tanto para los fariseos y escribas como para los pecadores y publicanos. Hoy en día puede decirse que sirve de enseñanza para los fieles cristianos y para el resto de las personas. A los primeros les muestra su debilidad ante la tentación. Indica que el pecado de soberbia puede alojarse fácilmente en ellos por profesar una fe, al mismo tiempo transluce que la fe cristiana no consiste solamente en participar en ritos y liturgias sino en practicar la misericordia y no juzgar a los demás. En relación a los segundos consiste en una invitación a la conversión. Así se les muestra las terribles consecuencias del pecado y las malas acciones, la importancia de un verdadero arrepentimiento y la misericordia de Dios que todo lo perdona.

En las artes

Artes plásticas

De las parábolas de los Evangelios esta es una de las cuatro más representadas en el arte medieval, junto con las de las diez virgenes, la del rico y Lázaro y la del Buen Samaritano. En el Renacimiento son representadas diversas escenas de la parábola –la exigencia de la partición de la herencia, trabajando con los cerdos, y el regreso-, el Hijo Pródigo se convirtió en el tema clásico. Albrecht Dürer hizo un grabado a buril del Hijo Pródigo en medio de los cerdos (1496), un tema popular en el Renacimiento flamenco y holandés, y Rembrandt bosquejó la parábola varias veces, en pinturas y grabados; su Retorno del Hijo Prodigo (1662, Museo del Hermitage, San Petersburgo) es uno de sus trabajos más sobresalientes.

Artes escénicas

En el siglo XV y XVI el tema tratado hasta la saciedad en el teatro isabelino como alegoría de la moral inglesa.

Las adaptaciones al ballet incluyen en 1929 la coreografía de George Balanchine sobre la música de Sergéi Prokófiev y libreto de Borís Kojno; y un oratorio de Arthur Sullivan.

En el cine muchas de las adaptaciones sumaron escenas al material bíblico para la representación de la historia; por ejemplo, la película El Pródigo de 1955 hizo aportes considerables, como añadir a una tentadora sacerdotisa de Astarté en la historia.

Literatura

Quizá el tributo literario más profundo para esta parábola es el libro “El retorno del Hijo Pródigo, un regreso a casa” del teólogo holandés Henri Nouwen escrito en 1992, en cual se describe su viaje espiritual, está inspirado en la pintura de Rembrandt “Retorno del Hijo Prodigo”.

Texto bíblico

El texto de la parábola, según aparece en la Biblia cristiana, en el Evangelio de San Lucas Capítulo XV, versículos 1 al 3 y 11 al 32 es el siguiente:

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús todos los publicanos y los pecadores para oírle. Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Éste acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado". Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado." Lucas, 15, 1-3.11-32.

Bibliografía

Enlaces externos

Parábola del hijo pródigo
Lucas 15, 1-3.11-32. Cuaresma. Dios no se cansa de esperarnos, por mucho que nos alejemos de Él.
Parábola del hijo pródigo
Parábola del hijo pródigo
Lucas 15, 1-3.11-32



En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces les dijo esta parábola. Dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano."El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."



Reflexión


Sabiendo que somos hijos de Dios pensamos que lo merecemos todo. A veces no somos ni capaces de agradecer a nuestro Creador por el gran don de la vida. Y, mucho menos, nos esforzamos por corresponder a su amor infinito.

¿Cuánto hemos recibido de Dios? ¡Todo! Sin embargo lo vemos como una obligación de parte de Él. Podríamos llegar a quejarnos cuando no recibimos lo que queremos y tal vez hasta hemos llegado al punto de exigirle.

Dios, en su infinita bondad, no cesa de colmarnos de sus gracias y hasta cumple con nuestros caprichos. No importa si le agradecemos o no.

Lo más hermoso es ver que Dios no se cansa y por mucho que nos alejemos de Él, cuando deseamos volver, ahí está con los brazos abiertos esperándonos con un corazón lleno de amor.

Dios es el Pastor que se alegra al encontrar la oveja perdida. Él es el Padre misericordioso que espera a su hijo perdido con grandes ansias, le perdona cualquier falta cuando ve un verdadero arrepentimiento y lo llena de su amor. Digamos a Cristo: “Señor Tú lo sabes todo tu sabes que te quiero”


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