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Andrés Fournet, Santo |
Fundador de la Comunidad de Hermanas de la Cruz
Martirologio Romano:
En La Puye, de la comarca de Poitiers, en Francia,
san Andrés Huberto Fournet, presbítero, quien ejerció como párroco durante
la Revolución Francesa y, no obstante su condición de sacerdote
proscrito, fortaleció la fe de sus feligreses, y al restablecerse
la paz para la Iglesia, fundó, junto con santa Isabel
Bichier des Ages, la Congregación de Hijas de la Cruz
(1834).
Etimológicamente: Andrés = Aquel que es un Hombre viril,
es de origen griego.Este fue
el muchacho que cuando era estudiante firmaba sus libros con
esta frase: "Andrés, que nunca será ni religioso ni sacerdote".
Y Dios le hizo la jugada de hacerlo sacerdote y
fundador de una orden de religiosas. Nació cerca de Poitiers
(Francia) en 1752.
En sus primeros años era rebelde y molestón
y la única que medio lo podía soportar era su
propia madre. Pero esta santa mujer se propuso hacer de
esa fierecilla un buen pastor, que salvara otras almas que
estuvieran en dificultades.
Su mamá era supremamente generosa con los pobres.
Andrés la criticaba porque le parecía que ella daba demasiado,
y le decía que a los pobres había que darles
las sobras únicamente. Ella le dijo un día: "Mira, vas
a la mesa, echas en una bandeja las mejores frutas,
los panes más grandes y los traes y los regalas
al pobre que está en la puerta pidiendo. Recuerda que
lo que se dé al necesitado se le da a
Nuestro Señor, y que para el Señor siempre se da
lo mejor". En el momento el muchacho no entendió la
lección, pero más tarde hará de este consejo de su
madre una ley para toda su vida.
Los papás lo enviaron
a un colegio a estudiar interno, pero Andrés era el
promotor de todos los desórdenes. Parecía que tuviera cien pulgas
debajo de la camisa. No era capaz de estarse quieto.
Al fin el rector, como castigo, lo hizo encerrar en
un cuarto oscuro. Pero el inquieto estudiante se fugó de
allí y se fue para la casa. Cuando su padre
ya le iba a dar por ello un tremendo castigo,
la mamá intercedió por él y obtuvo que le perdonara
el castigo con tal de que volviera al colegio y
se portara bien. Así lo prometió y así lo cumplió.
En adelante su conducta fue excelente.
Al empezar sus estudios de
filosofía en Poitiers, perdió el poco fervor que tenía y
se dedicó a una vida mundana y de continuos paseos
y fiestas y bailes. Pero todo esto le dejaba un
vacío inmenso en el alma y una insatisfacción completa y
horrible.
Sin consultar a ninguno de su familia se entró de
militar. Pero cuando quiso visitar a sus familiares, ninguno lo
quiso aceptar. Y tuvo la mamá que ir al ejército
y pagar una fuerte multa para que lo licenciaran y
lo dejaran retirarse. Quiso buscar puesto como empleado público, pero
tenía una letra tan enredada que en todas las oficinas
donde pidió empleo fue rechazado.
Fue entonces cuando le recomendaron que
se fuera a pasar unas semanas con un tío sacerdote,
párroco, que tenía fama de santo. Y allí en compañía
de este hombre de Dios, le llegó a Andrés el
cambio total en su comportamiento y en su modo de
pensar, y se dedicó a los estudios eclesiásticos, y a
la oración y la meditación.
Fue ordenado sacerdote y enviado como
ayudante de su tío el párroco.
Empezó a predicar y lo
hacía con palabras muy elegantes y rebuscadas. Un día al
empezar el sermón se le olvidó todo y tuvo que
suspender su sermón. Su tío, el anciano párroco, le dijo:
"Es que lo que buscas es lucirte y aparecer bien
ante los demás, y eso no le gusta a Dios.
Debes predicar con más sencillez". Cambió entonces de método y
en adelante la gente comentaba: "Antes el padrecito aparecía como
muy sabio, pero nadie le entendía nada. Ahora habla como
nosotros, y su predicación nos vuelve mejores".
Cuando ya lo nombraron
párroco, Andrés se dedicó a vivir muy elegantemente con lujosas
comodidades en su casa cural. Más le interesaba aparecer como
un señor muy importante que como un santo sacerdote. Su
madre seguía rezando mucho por él. Y un día que
había preparado un gran almuerzo para los más ricos de
la parroquia llegó un pordiosero a pedirle limosna y entró
hasta el comedor. El Padre le dijo que no tenía
nada para darle, y el otro observando esas mesas tan
bien servidas le dijo: "¿Y todo esto qué es?". Y
mirándolo fijamente le dijo: "Padre Andrés, usted vive más como
un rico que como un pobre, como lo manda Cristo".
Esta frase le impresionó inmensamente al joven párroco. Esa noche
se fue a la iglesia y le pidió perdón a
Nuestro Señor y desde el día siguiente quitó todos los
lujos de su casa parroquial, y se dedicó por completo
a ayudar a los pobres. En adelante en vez de
invitar a los ricos se iba a visitar a los
más abandonados. Desde que dejó su vida de lujos y
de comilonas y se dedicó a gastar todo lo que
recibía a favor de los pobres, la santidad de Andrés
empezó a crecer notablemente.
En 1789 estalló la terrible Revolución Francesa
que asesinó a miles de católicos y persiguió sin compasión
a todos los sacerdotes. El Padre Andrés tuvo que esconderse
y los guardias de la revolución lo buscaban por todas
partes. Un día cuando estaba escondido en un armario en
una familia, al oír que los perseguidores amenazaban a los
demás de la casa, salió y se les presentó a
los militares, y estos quedaron tan impresionados ante su venerable
presencia, que se fueron y no se lo llevaron preso.
El
Padre Andrés se disfrazó de labrador y se fue a
vivir en la finca de una señora muy católica. Pero
un día llegaron allá los enviados del gobierno en busca
de él para llevárselo y matarlo. La señora y Andrés
estaban charlando junto a la chimenea cuando de repente llegaron
los gendarmes preguntando por el sacerdote. La dama sin más
ni más le dio una cachetada al padre diciéndole: "Váyase
inmediatamente a hacer sus oficios y deje de estar por
aquí sin hacer nada". Los militares creyeron que era un
servicial de la casa y no lo siguieron, y así
él pudo salir huyendo. Después decía por burla: "Fue lo
mejor que usted podía hacer. Si no, me habrían descubierto".
Después
tuvo que salir huyendo hacia España y allá estuvo cinco
años. Cuando suavizó la persecución, volvió a su querida parroquia
de Maillé y se dedicó a reavivar el fervor de
sus parroquianos predicándoles misiones y dedicando muchas horas a confesar.
Todos lo querían.
Tuvo la suerte de encontrar una mujer con
grandes cualidades para la vida religiosa, Santa Isabel Bichier, y
con ella fundó la Comunidad de Hermanas de la Cruz,
que se llaman también, hermanas de San Andrés. Él fue
hasta su muerte el director espiritual de esa comunidad. Un
día en que las religiosas no tenían casi harina para
hacer pan para sus muchos niños pobres, el santo le
dio la bendición a un poco de harina, y con
ella pudieron hacer pan para todos.
Muchos laicos y sacerdotes lo
buscaban para que les diera dirección espiritual porque tenía el
don de saber aconsejar muy bien.
El 13 de mayo de
1834 pasó a gozar de la paz del Señor
Para nosotros
la vida de San Andrés Fournet es un ejemplo de
cómo aunque en nuestros primeros años no hayamos sido muy
fervorosos, si tenemos buena voluntad y deseo de tener contento
a Dios, podremos ir avanzando notablemente hacia la santidad. Fue
canonizado el 4 de junio de 1933 por S.S. Pío
XI.
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