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Arcángel Tadini, Santo |
Fundador de la Congregación de las Hermanas Obreras de la Santa
Casa de Nazaret
Nació en Verolanuova (Brescia, Italia), el 12 de
octubre de 1846. Su padre, secretario del Ayuntamiento, se casó
en primeras nupcias con Giulia Gadola, con quien tuvo siete
hijos y de la que quedó viudo a los 39
años. Después se casó con su cuñada, Antonia Gadola, madre
de Arcángel, el cual fue de salud delicada y precaria.
Hizo los estudios primarios en su pueblo natal y luego
en el instituto de Lovere, como sus hermanos. En 1864
ingresó en el seminario de Brescia, donde se encontraba también
su hermano Julio. En aquel período sufrió un accidente que
lo dejó cojo para toda la vida.
En 1870 recibió
la ordenación sacerdotal. Eran tiempos duros a consecuencia de la
lucha por la unificación de Italia y de las tensiones
entre el Estado y la Iglesia, caracterizados por una gran
pobreza del pueblo, los enfrentamientos políticos y las primeras tentativas
de industrialización; pero, al mismo tiempo, había grandes manifestaciones de
caridad cristiana y de una profunda religiosidad popular.
Durante su
primer año de ministerio, la enfermedad lo obligó a permanecer
con su familia. De 1871 a 1873 fue vicario cooperador
en Lodrino, pequeña aldea de montaña, y luego capellán en
el santuario de Santa María de la Nuez, barrio de
Brescia. En ambos lugares fue, al mismo tiempo, maestro nacional.
Su atención a las necesidades de la gente constituyó uno
de los rasgos característicos de su ministerio sacerdotal, desde el
comienzo: cuando, a causa de un aluvión, muchos de
sus feligreses perdieron todos sus bienes, organizó en la casa
parroquial un comedor para 300 personas y dio cobijo a
los que se habían quedado sin casa. En 1885 fue
enviado a Botticino Sera como coadjutor. A los 41 años
de edad fue nombrado párroco arcipreste de aquella iglesia. Celebró
allí sus 25 años de párroco, poco antes de fallecer.
Amaba a sus feligreses y no escatimaba ningún esfuerzo con
tal de lograr que crecieran humana y espiritualmente. Formó un
coro, una banda musical y varias hermandades; reestructuró la iglesia;
daba la catequesis apropiada a cada persona; y cuidaba con
esmero la liturgia. Prestaba atención especial a la celebración de
los sacramentos. Preparaba las homilías teniendo presente la Palabra de
Dios, la doctrina de la Iglesia y el camino espiritual
de sus fieles.
Su atención pastoral, en tiempos de la
primera revolución industrial, se centró, sobre todo, en la pobreza.
Se dio cuenta de que la Iglesia era interpelada por
los que sufrían en las fábricas, en las hilanderías y
en los campos. Siguiendo el ejemplo de otros sacerdotes, fundó
la Asociación obrera de mutuo socorro, que garantizaba a las
obreras una ayuda en caso de enfermedad, accidente laboral, invalidez
o vejez. Los trabajadores más explotados eran las jóvenes; por
eso, a ellas dedicó la mayor parte de sus fuerzas.
Impulsado por la encíclica Rerum novarum del Papa León xiii,
e interpretando los signos de los tiempos, proyectó y construyó
una fábrica de tejidos con su patrimonio familiar. En 1895
quedó concluida, con instalaciones y maquinaria de vanguardia. Tres años
más tarde, adquirió con un préstamo la casa anexa con
el fin de hacer una residencia para las obreras.
Para
educarlas fundó, con muchas dificultades, la congregación de las religiosas
Obreras de la Santa Casa de Nazaret. Estas religiosas entraban
a trabajar en las industrias con las obreras para compartir
sus fatigas y tensiones, ganándose el pan con el trabajo;
se preocupan de las muchachas y las educan con el
ejemplo.
A sus religiosas, y también a las familias, don
Arcángel propuso como modelo la Sagrada Familia de Nazaret, en
la que Jesús, José y María trabajaron y vivieron con
humildad y sencillez. Nuestro Señor no sólo se sacrificó en
la cruz, sino que antes, durante 30 años, no se
avergonzó de utilizar los instrumentos de carpintero, ni de tener
las manos encallecidas y la frente bañada de sudor. Les
enseñaba a aceptar la fatiga y las dificultades, ya que
nos permiten cooperar en la redención.
A pesar de su
frágil salud, don Arcángel sacaba fuerzas de su íntima unión
con el Señor, acompañada por la penitencia y la oración.
Su confianza en la Providencia era ilimitada. Su humildad y
obediencia a sus superiores brillaban en las dificultades.
Debido a
sus iniciativas, don Tadini fue objeto de calumnias e incomprensiones,
incluso en el ámbito de la Iglesia. En realidad, anticipó
los tiempos: intuyó que la religiosa, obrera entre las
obreras, podía facilitar una comprensión más positiva del mundo del
trabajo, ya no considerado como un lugar contrario a la
Iglesia, sino como un ambiente necesitado de fermento evangélico, un
mundo con el cual encontrarse más que oponérsele.
Era consciente
de que su obra era precursora, pero estaba firmemente convencido
de que no era suya, sino de Dios: "Dios
la ha querido, la guía, la perfecciona, la lleva a
término". Don Tadini, hombre emprendedor, fue un sacerdote auténtico, supo
conjugar sabiamente riesgo y fe, amor a los hombres y
amor a Dios, austeridad y ternura.
La muerte lo sorprendió,
el 20 de mayo de 1912, cuando el sueño de
su vida aún no se había realizado, pero, como semilla
caída en tierra fértil, dio abundantes frutos.
Fue beatificado por
el Papa Juan Pablo II el 3 de octubre de
1999. Con su canonización, Benedicto XVI lo pone como ejemplo
a los sacerdotes, lo indica como intercesor a las familias
y lo presenta como protector a los trabajadores.
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