La verdadera "Madre de Jesús"
María nos enseña el camino de la verdadera felicidad porque ella es feliz.
Un día los judíos le dijeron a Jesús que su madre y sus
"hermanos" querían verlo. Él respondió que su madre y sus "hermanos" son
aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica.
En
otra ocasión (Mt 7, 24-25) dijo que aquellos que escuchan su palabra y
la ponen en práctica son como aquellas personas que construyen su casa
sobre roca. Cuando sopla el viento y llegan las inundaciones esa casa se
queda de pie porque está construida sobre buenos cimientos. Nos da a
entender que la manera de resistir con elegancia los ataques del mundo
contra nuestra vida cristiana es ser auténticos, vivir a fondo el
Evangelio. Así el cristiano siempre debe dar esa sensación de
estabilidad en un mundo donde reina el relativismo moral.
La
imagen que dio María a sus contemporáneos fue probablemente de
seguridad. Era una mujer segura de sí
misma. En ella no había los titubeos que se encuentran en muchos seres
humanos. Caminaba con seguridad por la vida convencida de que ella
conocía la palabra o voluntad de Dios y con la serenidad que da la
conciencia de estar haciendo en cada momento lo que Dios quería de ella.
En
esto María nos desvela uno de los misterios más grandes de la
humanidad, uno de los problemas que cada ser humano tiene que resolver:
¿dónde está la verdadera felicidad? Este tema aparece en las grandes
obras clásicas grecorromanas, en la literatura de todos los tiempos, y
en los escritos “proféticos" del hombre moderno que se plasman en las
canciones de la música popular. De una u otra manera aparece el tema de
la felicidad. Sin embargo, una cosa es que se trate el tema, pero otra
es que encuentre donde está la verdadera felicidad.
María nos
enseña el camino de la verdadera felicidad
porque ella es feliz. De nada nos serviría una Virgen María, gigante en
todas las virtudes, si ella no fuese la persona más feliz del mundo.
En
ella la felicidad brota de su coherencia de vida que le permite estar
bien con su conciencia. Es la virgen feliz porque es la virgen serena, y
es la virgen serena porque es la virgen coherente.
¡Qué lejos de
la felicidad están muchos de nuestros contemporáneos! Muchos llevan la
huella de la infelicidad impresa en sus rostros. Los medios de
comunicación, que hasta cierto punto son el espejo que refleja el alma
del hombre moderno, nos dan esta imagen del hombre: un rostro perturbado
por tantas angustias.
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