miércoles, 30 de mayo de 2012

La Visitación de la Virgen a Santa Isabel



Se denomina Visitación en la religión católica a la visita que realizó la Virgen María, embarazada de Jesús, a su prima Santa Isabel, que a su vez estaba embarazada de San Juan Bautista. Cuando María llega, Isabel le dice: "Bendita tú eres entre todas las mujeres por haber cumplido lo que el Señor te mandó. ¿Quién soy yo para que la Madre de mi Salvador me visite?". Para los cristianos esto es un ejemplo de servicio y entrega a los demás, pues toman como modelo a la Virgen María.
Su fiesta se celebra el 31 de mayo. Hasta la reforma actual del Calendariam Romanum (decretada por Pablo Vl el 14 de febrero de 1969) se celebraba el 2 de julio (fecha calculada haciendo un cómputo desde el nacimiento de San Juan) y en muchas localidades donde es su fiesta patronal se sigue celebrando en su antigua fecha.

Representación iconográfica

Esta escena ha sido representada en el arte a lo largo de la historia, entre otros por Fray Angélico, habitualmente se encuentran las dos mujeres solas y en algunos casos acompañadas de familiares. En ocasiones se añade una Filacteria con las primeras palabras del magnificat.1

Véase también

Referencias

  1. Monreal y Tejada, Luis. Iconografía del cristianismo. Acantilado. ISBN 84-95359-28-6.

Bibliografía

  • La Biblia, anónimo

Enlaces externos


Vida de Jesús: Inmaculada Concepción
Previo
Anunciación del nacimiento de Jesús
Nuevo Testamento
Eventos
Posterior
Natividad de Jesús




La Visitación de la Santísima Virgen María 
31 de Mayo
 
1. Reflexiones, Escritos, Homilías etc. (a páginas internas) 
2. Enlaces (sitios externos y PDF )


La Virgen María (después de la encarnación del Verbo en su seno, visita a su prima Isabel que esperaba un niño (San Juan Bautista). Isabel reconoce a la Virgen como "lamadre de mi Señor".
Lucas 1:39-46
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la
región montañosa, a una ciudad de Judá;  entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 
Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó
de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo;  y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno;  y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?  Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.  ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor...
La celebración de la fiesta es iniciativa de San Buenaventura, franciscano, en el 1263. El Papa Urbano VI (reinó del 1378-89), la extendió a toda la Iglesia, pidiendo el fin del cisma que sufría la 

glesia.

En el misterio de la Visitación, el preludio de la misión del Salvador
Catequesis mariana
Santo Padre Juan Pablo II
2 de octubre de 1996
En el relato de la Visitación, san Lucas muestra cómo la gracia de la Encarnación, después de haber inundado a María, lleva salvación y alegría a la casa de Isabel. El Salvador de los hombres oculto en el seno de su Madre, derrama el Espíritu Santo, manifestándose ya desde el comienzo de su venida al mundo.
El evangelista, describiendo la salida de María hacia Judea, use el verbo anístemi, que significa levantarse, ponerse en movimiento. Considerando que este verbo se use en los evangelios pare indicar la resurrección de Jesús (cf. Mc 8, 31; 9, 9. 31; Lc 24, 7.46) o acciones materiales que comportan un impulso espiritual (cf. Lc 5, 27¬28; 15, 18. 20), podemos suponer que Lucas, con esta expresión, quiere subrayar el impulso vigoroso que lleva a María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar al mundo el Salvador.
El texto evangélico refiere, además, que María realice el viaje "con prontitud" (Lc 1, 39). También la expresión "a la región montañosa" (Lc 1, 39), en el contexto lucano, es mucho más que una simple indicación topográfica, pues permite pensar en el mensajero de la buena nueva descrito en el libro de Isaías: "¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: 'Ya reina tu Dios'!" (Is 52, 7).
Así como manifiesta san Pablo, que reconoce el cumplimiento de este texto profético en la predicación del Evangelio (cf. Rom 10, 15), así también san Lucas parece invitar a ver en María a la primera evangelista, que difunde la buena nueva, comenzando los viajes misioneros del Hijo divino.
La dirección del viaje de la Virgen santísima es particularmente significativa: será de Galilea a Judea, como el camino misionero de Jesús (cf. Lc 9, 51).
En efecto, con su visita a Isabel, María realiza el preludio de la misión de Jesús y, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra redentora del Hijo, se transforma en el modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino para llevar la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos.
El encuentro con Isabel presenta rasgos de un gozoso acontecimiento salvífico, que supera el sentimiento espontáneo de la simpatía familiar. Mientras la turbación por la incredulidad parece reflejarse en el mutismo de Zacarías, María irrumpe con la alegría de su fe pronta y disponible: "Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel" (Lc 1, 40).
San Lucas refiere que "cuando oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno" (Lc 1, 41). El saludo de María suscita en el hijo de Isabel un salto de gozo: la entrada de Jesús en la casa de Isabel, gracias a su Madre, transmite al profeta que nacerá la alegría que el Antiguo Testamento anuncia como signo de la presencia del Mesías.
Ante el saludo de María, también Isabel sintió la alegría mesiánica y "quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: 'Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno'" (Lc 1, 41¬42).
En virtud de una iluminación superior, comprende la grandeza de María que, más que Yael y Judit, quienes la prefiguraron en el Antiguo Testamento, es bendita entre las mujeres por el fruto de su seno, Jesús, el Mesías.
La exclamación de Isabel "con gran voz" manifiesta un verdadero entusiasmo religioso, que la plegaria del Avemaría sigue haciendo resonar en los labios de los creyentes, como cántico de alabanza de la Iglesia por las maravillas que hizo el Poderoso en la Madre de su Hijo.
Isabel, proclamándola "bendita entre las mujeres" indica la razón de la bienaventuranza de María en su fe: "¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (Lc 1, 45). La grandeza y la alegría de María tienen origen en el hecho de que ella es la que cree.
Ante la excelencia de María, Isabel comprende también qué honor constituye pare ella su visita: "De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1, 43). Con la expresión "mi Señor", Isabel reconoce la dignidad real, más aun, mesiánica, del Hijo de María. En efecto, en el Antiguo Testamento esta expresión se usaba pare dirigirse al rey (cf. IR 1, 13, 20, 21, etc.) y hablar del rey-mesías (Sal 110, 1). El ángel había dicho de Jesús: "EI Señor Dios le dará el trono de David, su padre" (Lc 1, 32). Isabel, "llena de Espíritu Santo", tiene la misma intuición. Más tarde, la glorificación pascual de Cristo revelará en qué sentido hay que entender este título, es decir, en un sentido trascendente (cf. Jn 20, 28; Hch 2, 34-36).
Isabel, con su exclamación llena de admiración, nos invita a apreciar todo lo que la presencia de la Virgen trae como don a la vida de cada creyente.
En la Visitación, la Virgen lleva a la madre del Bautista el Cristo, que derrama el Espíritu Santo. Las mismas palabras de Isabel expresan bien este papel de mediadora: "Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo saltó de gozo el niño en mi seno" (Lc 1, 44). La intervención de María produce, junto con el don del Espíritu Santo, como un preludio de Pentecostés, confirmando una cooperación que, habiendo empezado con la Encarnación, esta destinada a manifestarse en toda la obra de la salvación divina.

Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María
Laudes y Vísperas
 

LAUDES

La Visitación de la Santísima Virgen María
Fiesta



INVITATORIO


V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Aclamemos al Señor en esta fiesta de la Visitación de María Virgen.


Salmo 94

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
"No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras."

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.


HIMNO

La Virgen santa, grávida del Verbo,
en alas del Espíritu camina;
la Madre que llevaba la Palabra.
de amor movida, sale de visita.

Y sienten las montañas sileciosas,
y el mundo entero en sus entrañas vivas,
que al paso de la Virgen ha llegado
el anunciado gozo del Mesías.

Alborozado Juan por su Señor,
en el seno, feliz se regocija,
y por nosotros rinde el homenaje
y al HIjo santo da la bienvenida.

Bendito en la morada sempiterna
aquel que tú llevaste, Peregrina,
aquel que, con el Padre y el Espíritu,
al bendecirte a ti nos bendecía. Amén.


SALMODIA

Ant. 1
Se levantó María y se fue con protitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá.


Salmo 62

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansias de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a las sombras de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Se levantó María y se fue con protitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá.

Ant. 2 Así que Isabel oyó el saludo de María, su criatura saltó de gozo en su seno y ella quedó llena del Espíritu Santo.


Cántico.
Dn. 3,57-88. 56

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos.

Angeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieve, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzadlo, por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Así que Isabel oyó el saludo de María, su criatura saltó de gozo en su seno y ella quedó llena del Espíritu Santo.

Ant. 3 Dichosa tú, María, que has creido, porque lo que te ha dicho el Señor es cumplirá.


Salmo 149

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Dichosa tú, María, que has creido, porque lo que te ha dicho el Señor es cumplirá.


LECTURA BREVE

Jl 2, 27-28

Sabréis que estoy en medio de Israel, yo, el Señor Dios vuestro, el Único. ¡Mi pueblo no será confundido jamás! Después de eso, derramaré mi Espíritu sobre toda la carne: profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas.


RESPONSORIO BREVE

V. El Señor la eligió y la predestinó.
R. El Señor la eligió y la predestinó.

V. La hizo morar en su templo santo.
R. Y la predestinó.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor la eligió y la predestinó.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.
Así que Isabel oyó el saludo de María, en alta voz exclamó: "¿Cómo he merecido yo que la madre de mi Señor venga a mi casa?"
Cántico a Zacarías

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que libres de temor,
arrancados de la mano de nuestros enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamaran Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas,
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.


PRECES


Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:

Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.

  • Sol de justicia, a quien María Virgen precedía cual aurora luciente,
    haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
  • Palabra eterna del Padre, que enseñaste a María a escoger la parte mejor,
    ayúdanos a imitarla y a buscar el alimente que perdura hasta la vida eterna.
  • Salvador del mundo, tú que con la eficacia de tu redención preservaste a tu Madre de toda mancha de pecado,
    líbranos también a nosotros de toda culpa.
  • Redentor nuestro, tú que hiciste de la inmaculada Virgen María tabernáculo purísimo de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo,
    haz también de nosotros templos de tu Espíritu.

    Se pueden añadir algunas intenciones libres


    Según el mandato del Señor, digamos confiadamente: Padre nuestro ...


    ORACIÓN

    Dios todopoderoso y eterno, tú que, cuando María llevaba en su seno a tu Hijo, le inspiraste que visitara a su prima santa Isabel, haz que nosotros seamos siempre dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu, para que, con María, podamos proclamar eternamente tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


    CONCLUSIÓN

    V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
    R. Amén.



    ___________________________


    VÍSPERAS
    La Visitación de la Santísima Virgen María.
    Fiesta



    INVOCACIÓN INICIAL


    V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor date prisa en socorrerme.

    V.Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.


    HIMNO

    Una mujer creyente de Israel
    es para siempre madre de la vida;
    bendita por su fe la nueva Eva,
    morada santa donde Dios habita.

    Lo mismo que Isabel, la santa Iglesia
    hoy a su madre alaba y felicita:
    "¡Bendita seas, Dios está contigo,
    llena de gracia al par, Virgen María!

    Y bendito en la morada sempiterna
    aquel que tú llevaste, Peregrina,
    aquel que, con el Padre y el Espíritu,
    al bendecirte a ti nos bendecía." Amén.


    SALMODIA

    Ant. 1
    Entró María en casa de Zacarías y saludó a Isabel.


    Salmo 121

    ¡Qué alegría cuando me dijeron:
    "Vamos a la casa del Señor!"
    Ya están pisando nuestros pies
    tus umbrales, Jerusalén.

    Jerusalén está fundada
    como ciudad bien compacta.
    Allá suben las tribus,
    las tribus del Señor,

    Según la costumbre d Israel,
    a celebrar el nombre del Señor;
    en ella están los tribunales de justicia
    en el palacio de David.

    Desead la paz a Jerusalén:
    "Vivan seguros los que te aman,
    haya paz dentro de tus muros,
    seguridad en tus palacios."

    Por mis hermanos y compañeros
    voy a decir: "La paz contigo."
    Por la casa del Señor, nuestro Dios,
    te deseo todo bien.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en un principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. 1 Entró María en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

    Ant. 2 Tan pronto como llegaron a mis oidos las palabras de tu saludo, dio luego el niño en mi seno saltos de alegría.


    Salmo 126

    Si el Señor no construye la casa,
    en vano se cansan los albañiles;
    si el Señor no guarda la ciudad,
    en vano vigilan los centinelas.

    Es inútil que madruguéis,
    que veléis hasta muy tarde,
    los que coméis el pan de vuestros sudores:
    ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

    La herencia que da el Señor son los hijos;
    una recompensa es el fruto de las entrañas;
    son saetas en mano de un guerrero
    los hijos de la juventud.

    Dichoso el hombre que llena
    con ellas su aljaba:
    no quedará derrotado cuando litigue
    con su adversario en la plaza.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en un principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. 2 Tan pronto como llegaron a mis oidos las palabras de tu saludo, dio luego el niño en mi seno saltos de alegría.

    Ant. 3 Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.


    Cántico
    Ef. 1, 3-10

    Bendito sea Dios,
    Padre de nuestro Señor Jesucristo,
    que nos ha bendecido en la persona de Cristo
    con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

    Él nos eligió en la persona de Cristo,
    antes de crear el mundo,
    para que fuésemos consagrados
    e irreprochables ante él por el amor.

    Él nos ha destinado en la persona de Cristo
    por pura iniciativa suya,
    a ser sus hijos,
    para que la gloria de su gracia,
    que tan generosamente nos ha concedido
    en su querido Hijo,
    redunde en alabanza suya.

    Por este Hijo, por su sangre,
    hemos recibido la redención,
    el perdón de los pecados.
    El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
    ha sido un derroche para con nosotros,
    dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

    Este es el plan
    que había proyectado realizar por Cristo
    cuando llegase el momento culminante:
    hacer que todas las cosas
    tuviesen a Cristo por cabeza,
    las del cielo y las de la tierra.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en un principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    Ant. 3 Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.


    LECTURA BREVE

    1Pe 5, 5-7

    Sed humildes unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes. Inclinaos bajo la poderosa mano de Dios, para que a su tiempo os eleve. Descargad en él todas vuestras preocupaciones, porque él se interesa por vosotros.


    RESPONSORIO BREVE

    V. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
    R. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.

    V. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
    R. El Señor está contigo.


    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.


    CÁNTICO EVANGÉLICO

    Ant.
    Me felicitarán todas las generaciones, porque Dios ha mirado la humillación de su esclava.

    Cántico de la Santísima Virgen María
    Canto Laudes
     
    Proclama mi alma la grandeza del Señor,
    se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador;
    porque ha mirado la humillación de su esclava.

    Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
    porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi:
    su nombre es santo
    y su misericordia llega a sus fieles
    de generación en generación.

    Él hace proezas con su brazo:
    dispersa a los soberbios de corazón,
    derriba del trono a los poderosos
    y enaltece a los humildes,
    a los hambrientos los colma de bienes
    y a los ricos los despide vacíos.

    Auxilia a Israel, su siervo,
    acordándose de su misericordia
    -como lo había prometido a nuestros padres-
    en favor de Abraham y su descendencia por siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.


    PRECES

    Proclamemos la grandeza de Dios Padre todopoderoso, que quiso que todas las generaciones felicitaran a María, la madre de su Hijo, y supliquémosle diciendo:

    Que la llena de gracia interceda por nosotros.
  • Tú que nos diste a María por madre, concede por su mediación salud a los enfermos, consuelo a los tristes, perdón a los pecadores y a todos abundancia de salud y de paz.
  • Haz, Señor, que tu Iglesia tenga un sólo corazón y una sola alma por el amor,
    y que todos los fieles perseveren unánimes en la oración con María, la madre de Jesús.
  • Tú que hiciste de María la madre de misericordia,
    haz que los que viven en peligro o están tentados sientan su protección maternal.
  • Tú que encomendaste a María la misión de madre de familia en el hogar de Jesús y de José,
    haz que por su intercesión todas las madres fomenten en sus hogares el amor y la santidad.

    Se pueden añadir algunas intenciones libres


    Tú que coronaste a María como reina del cielo, haz que los difuntos puedan alcanzar con todos los santos la felicidad de tu reino.

    Confiando en el Señor, que hizo obras grandes en María, pidamos al Padre que colme también de bienes al mundo hambriento: Padre Nuestro ...


    ORACIÓN

    Dios todopoderoso y eterno, tú que, cuando María llevaba en su seno a tu Hijo, le inspiraste que visitara a su prima santa Isabel, haz que nosotros seamos siempre dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu, para que, con María, podamos proclamar eternamente tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


    CONCLUSIÓN

    V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
    R. Amén.

  • TIEMPO ORDINARIO - HORAS INTERMEDIAS
    JUEVES DE LA SEMANA VIII

    Del Propio de la Fiesta
    31 de Mayo

    LA VISITACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. (FIESTA)

    En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo y exclamó a gritos: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!.» (Lc 1, 40-45)

    Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

    V. Señor abre mis labios
    R. Y mi boca proclamará tu alabanza

    Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

    Ant. Aclamemos al Señor en esta fiesta de la Visitación de María Virgen. Aleluya.


    Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

    V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


    Himno: MARÍA SUBIÓ A LA MONTAÑA

    María subió a la montaña,
    y en ella subió el Señor;
    supo Isabel el misterio,
    y Juan exultó a su voz.

    El lucero aún no nacía
    ni había aparecido el Sol;
    no hablaba aún la Palabra
    y el pregonero exultó.

    Los vecinos, asombrados
    y mudos de admiración,
    vieron llegar por María
    la Buena Nueva de Dios. Amén.

    SALMODIA

    Ant. 1. María ha recibido la bendición del Señor y la misericordia de Dios, su salvador. Aleluya.

    Salmo 23 - ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO.

    Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
    el orbe y todos sus habitantes:
    El la fundó sobre los mares,
    El la afianzó sobre los ríos.

    ¿Quién puede subir al monte del Señor?
    ¿Quién puede estar en el recinto sacro?

    El hombre de manos inocentes
    y puro corazón,
    que no confía en los ídolos
    ni jura contra el prójimo en falso.
    Ese recibirá la bendición del Señor,
    le hará justicia el Dios de salvación.

    Este es el grupo que busca al Señor,
    que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

    ¡Portones!, alzad los dinteles,
    levantaos, puertas antiguas:
    va a entrar el Rey de la gloria.

    ¿Quién es ese Rey de la gloria?
    El Señor, héroe valeroso;
    el Señor, héroe de la guerra.

    ¡Portones! alzad los dinteles,
    levantaos, puertas antiguas:
    va a entrar el Rey de la gloria.

    ¿Quién es ese Rey de la gloria?
    El Señor, Dios de los ejércitos.
    Él es el Rey de la gloria.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén

    Ant. María ha recibido la bendición del Señor y la misericordia de Dios, su salvador. Aleluya.

    Ant. 2. El Altísimo consagra su morada. Aleluya.

    Salmo 45 - DIOS, REFUGIO Y FORTALEZA DE SU PUEBLO

    Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
    poderoso defensor en el peligro.

    Por eso no tememos aunque tiemble la tierra
    y los montes se desplomen en el mar.

    Que hiervan y bramen sus olas,
    que sacudan a los montes con su furia:

    El Señor de los ejércitos está con nosotros,
    nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

    El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
    el Altísimo consagra su morada.

    Teniendo a Dios en medio, no vacila;
    Dios la socorre al despuntar la aurora.

    Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;
    pero él lanza su trueno y se tambalea la tierra.

    El Señor de los ejércitos está con nosotros,
    nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

    Venid a ver las obras del Señor,
    las maravillas que hace en la tierra:

    Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,
    rompe los arcos, quiebra las lanzas,
    prende fuego a los escudos.

    «Rendíos, reconoced que yo soy Dios:
    más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»

    El Señor de los ejércitos está con nosotros,
    nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén

    Ant. El Altísimo consagra su morada. Aleluya.

    Ant. 3. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María! Aleluya.

    Salmo 86 - HIMNO A JERUSALÉN, MADRE DE TODOS LOS PUEBLOS.

    Él la ha cimentado sobre el monte santo;
    y el Señor prefiere las puertas de Sión
    a todas las moradas de Jacob.

    ¡Qué pregón tan glorioso para ti,
    ciudad de Dios!
    «Contaré a Egipto y a Babilonia
    entre mis fieles;
    filisteos, tirios y etíopes
    han nacido allí.»

    Se dirá de Sión: «Uno por uno
    todos han nacido en ella;
    el Altísimo en persona la ha fundado.»

    El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
    «Éste ha nacido allí.»
    Y cantarán mientras danzan:
    «Todas mis fuentes están en ti.»

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén

    Ant. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María! Aleluya.

    V. María conservaba todas estas cosas. Aleluya.
    R. Meditándolas en su corazón. Aleluya.


    PRIMERA LECTURA
    Del libro del Cantar de los cantares 2, 8-14; 8, 6-7

    LA LLEGADA DEL AMADO

    ¡Escucho una voz...! Es mi amado que ya llega, saltando sobre los montes, brincando por las colinas. Es mi amado semejante a un venado, a un ágil cervatillo. Vedle aquí ya apostado detrás de nuestra cerca, mirando por las ventanas, atisbando por las rejas. Empieza a hablar mi amado y me dice:

    «Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven. Porque, mira, ya ha pasado el invierno, ya han cesado las lluvias y se han ido. Brotan flores en los campos, el tiempo de canciones ha llegado, ya el arrullo de la tórtola se ha escuchado en nuestra tierra. Apuntan ya los higos de la higuera, y las viñas en flor exhalan sus perfumes. ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven! Paloma mía que anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame escuchar tu voz, permíteme ver tu rostro, porque es muy dulce tu hablar y gracioso tu semblante.

    Ponme como un sello sobre tu brazo, como un sello sobre tu corazón, porque el amor es fuerte como la muerte, es cruel la pasión como el abismo; es centella de fuego, llamarada divina. Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor, ni anegarlo los ríos. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable.»

    RESPONSORIO Lc 1, 41b-43. 44

    R. Isabel quedó llena del Espíritu Santo y exclamó: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre; * ¿cómo he merecido yo que la madre de mi Señor venga a mi casa?»
    V. Tan pronto como llegaron a mis oídos las palabras de tu saludo, dio luego el niño en mi seno saltos de alegría.
    R. ¿Cómo he merecido yo que la madre de mi Señor venga a mi casa?


    SEGUNDA LECTURA
    De las Homilías de san Beda el Venerable, presbítero
    (Libro 1, 4: CCL 122, 25-26, 30)

    MARÍA PROCLAMA LA GRANDEZA DEL SEÑOR POR LAS OBRAS QUE HA HECHO EN ELLA

    Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador. Con estas palabras, María reconoce en primer lugar los dones singulares que le han sido concedidos, pero alude también a los beneficios comunes con que Dios no deja nunca de favorecer al género humano.

    Proclama la grandeza del Señor el alma de aquel que consagra todos sus afectos interiores a la alabanza y al servicio de Dios y, con la observancia de los preceptos divinos, demuestra que nunca echa en olvido las proezas de la majestad de Dios.

    Se alegra en Dios su salvador el espíritu de aquel cuyo deleite consiste únicamente en el recuerdo de su creador, de quien espera la salvación eterna.

    Estas palabras, aunque son aplicables a todos los santos, hallan su lugar más adecuado en los labios de la Madre de Dios, ya que ella, por un privilegio único, ardía en amor espiritual hacia aquel que llevaba corporalmente en su seno.

    Ella con razón pudo alegrarse, más que cualquier otro santo, en Jesús, su salvador, ya que sabía que aquel mismo al que reconocía como eterno autor de la salvación había de nacer de su carne, engendrado en el tiempo, y había de ser, en una misma y úrica persona, su verdadero hijo y Señor.

    Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo. No se atribuye nada a sus méritos, sino que toda su grandeza la refiere a la libre donación de aquel que es por esencia poderoso y grande, y que tiene por norma levantar a sus fieles de su pequeñez y debilidad para hacerlos grandes y fuertes.

    Muy acertadamente añade: Su nombre es santo, para que los que entonces la oían y todos aquellos a los que habían de llegar sus palabras comprendieran que la fe y el recurso a este nombre había de procurarles, también a ellos, una participación en la santidad eterna y en la verdadera salvación, conforme al oráculo profético que afirma: Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará, ya que este nombre se identifica con aquel del que antes ha dicho: Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

    Por esto se introdujo en la Iglesia la hermosa y saludable costumbre de cantar diariamente este cántico de María en la salmodia de la alabanza vespertina, ya que así el recuerdo frecuente de la encarnación del Señor enardece la devoción de los fieles y la meditación repetida de los ejemplos de la Madre de Dios los corrobora en la solidez de la virtud. Y ello precisamente en la hora de Vísperas, para que nuestra mente, fatigada y tensa por el trabajo y las múltiples preocupaciones del día, al llegar el tiempo del reposo, vuelva a encontrar el recogimiento y la paz del espíritu.

    RESPONSORIO Lc 1, 45. 46; Sal 65, 16

    R. «Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» Y dijo María: * «Proclama mi alma la grandeza del Señor.»
    V. Venid a escuchar, os contaré lo que Dios ha hecho conmigo.
    R. Proclama mi alma la grandeza del Señor.

    Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO

    Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
    A ti nuestra alabanza,
    A ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

    Postrados ante ti, los ángeles te adoran
    Y cantan sin cesar:

    Santo, santo, santo es el Señor,
    Dios del universo;
    Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

    A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
    La multitud de los profetas te enaltece,
    Y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

    A ti la Iglesia santa,
    Por todos los confines extendida,
    Con júbilo te adora y canta tu grandeza:

    Padre, infinitamente santo,
    Hijo eterno, unigénito de Dios,
    Santo Espíritu de amor y de consuelo.

    Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
    Tú el Hijo y Palabra del Padre,
    Tú el Rey de toda la creación.

    Tú, para salvar al hombre,
    Tomaste la condición de esclavo
    En el seno de una virgen.

    Tú destruiste la muerte
    Y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

    Tú vives ahora,
    Inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

    Tú vendrás algún día,
    Como juez universal.

    Muéstrate, pues, amigo y defensor
    De los hombres que salvaste.

    Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
    Con tus santos y elegidos.

    La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

    Salva a tu pueblo, Señor,
    Y bendice a tu heredad.

    Sé su pastor,
    Y guíalos por siempre.

    Día tras día te bendeciremos
    Y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

    Dígnate, Señor,
    Guardarnos de pecado en este día.

    Ten piedad de nosotros, Señor,
    Ten piedad de nosotros.

    Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
    Como lo esperamos de ti.

    A ti, Señor, me acojo,
    No quede yo nunca defraudado.

    ORACIÓN.

    OREMOS,
    Dios todopoderoso y eterno, tú que, cuando María llevaba en su seno a tu Hijo, le inspiraste que visitara a su prima santa Isabel, haz que nosotros seamos siempre dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu, para que, con María, podamos proclamar eternamente tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
    Amén

    CONCLUSIÓN

    V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.

    La Visita de la Virgen a su prima Isabel
    Lucas 1, 39-45. Adviento. Estas dos mujeres viven y comparten el mayor secreto que pueda Dios comunicar a los hombres.
     
    La Visita de la Virgen a su prima Isabel
    La Visita de la Virgen a su prima Isabel
    Lucas 1, 39-45

    En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!

    Oración introductoria

    «Dichosa tú, que has creído». María fue llamada dichosa, no por el hecho de ser Madre de Dios, sino por su fe. Ven, Espíritu Santo, para que esta oración aumente mi fe en el amor y en el poder de Dios, y sepa entregarme con amor y sin reservas a mi misión.

    Petición

    María, Madre mía, ayúdame a imitarte hoy en el servicio a los demás.

    Meditación del Papa

    Estoy contento de unirme a vosotros en la oración, a los pies de la Virgen Santa, a la que hoy contemplamos en la Fiesta de la Visitación. [...] Beatificación de Juan Pablo II. ¡Qué gran don de gracia ha sido, para toda la Iglesia, la vida de este gran Papa! Su testimonio continúa iluminando nuestras existencias y nos empuja a ser verdaderos discípulos del Señor, a seguirlo con la valentía de la fe, a amarlo con el mismo entusiasmo con el que le dio a Él su propia vida. Meditando hoy la Visitación de María, nos vemos impelidos a reflexionar sobre esta valentía de la fe. Aquella a la que Isabel acoge en su casa es la Virgen que "ha creído" en el anuncio del Ángel y ha respondido con fe, aceptando con valentía el proyecto de Dios para su vida y acogiendo así, en sí misma, la Palabra eterna del Altísimo. Como destacaba mi beato Predecesor, en la Encíclica Redemptoris Mater, y mediante la fe que María ha pronunciado su "fiat", "se ha abandonado a Dios sin reservas y se ha consagrado totalmente a sí misma, como esclava del Señor, en la persona y en la obra de su Hijo"» (Benedicto XVI, 1 de junio de 2011).

    Reflexión

    El evangelio de San Lucas nos narra el Anuncio del ángel a María como "de puntillas", con gran respeto, venerando a los protagonistas de este diálogo único. Hoy, sin embargo, asistimos a aquella "segunda anunciación". La que el Espíritu Santo revela a santa Isabel en el momento de reconocer en María a la Madre de su Señor. Estas dos mujeres viven y comparten el mayor secreto que pueda Dios comunicar a los hombres, y lo hacen con una naturalidad sorprendente. Por su parte, María, la llena de gracia, no sólo no se queda ociosa en su casa. Ser Madre de Dios no desdice un ápice de su condición de mujer humilde, de modo que va en ayuda de su prima. Isabel, por su parte, anuncia, inspirada por el Espíritu, una gran verdad: la felicidad está en el creer al Señor.

    Cuando alguien se profesa cristiano, su fe y su vida; lo que cree y cómo lo vive, son dos esferas que están íntimamente unidas. Quien piense que "creer" es sólo profesar un credo religioso, adherir a una religión o a unos dogmas, quizás tiene una pobre visión del término. Porque cuando se cree de verdad se empieza a gustar las delicias con que Dios regala a las almas que le buscan con sinceridad. La pedagogía de Dios es tan sabia que sabe impulsarnos, dándonos a saborear su felicidad, -que es inmensa e incomparable-, cuando somos fieles. Es un gozo que, sin casi quererlo, nos lleva a más, nos invita a entregarnos con más generosidad a la realización de un plan que va más allá de nuestra visión humana. Isabel reconoce en su prima esa felicidad porque ha creído, pero además porque en consecuencia, su vida ya no respondía a un plan trazado por ella, sino por su Señor. Ella estaba también encinta ¿por qué era necesario un viaje en las condiciones de aquel tiempo...?

    Preguntémonos, si hoy queremos ser felices, ¿cómo va mi fe en la presencia de Dios en mi vida? Si lucho por aceptarla y vivirla ya tengo el primer requisito para mi felicidad. Aunque tenga que trabajar y sufrir, sabré en todo momento que Dios está a mi lado, como lo estuvo de María y de Isabel.

    Propósito

    Vivir hoy con la resolución de servir, por amor, a las personas con las que convivo.

    Diálogo con Cristo

    María, gracias por enseñarme a entregar mi voluntad a Dios, a no querer cumplir todos mis deseos, por muy importantes que me puedan parecer, a saber dejar todo en manos de nuestro Padre y Señor. Quiero imitar tu bondad y disposición para ayudar a los demás. Intercede por mí para que sepa imitar esas virtudes que más agradan a tu Hijo, nuestro Señor.




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