lunes, 14 de mayo de 2012

Los hijos, ¿separan o unen?


A pesar de las dificultades, la revolución que experimenta cada hogar con el nuevo inquilino permite auténticos “milagros”, transformaciones en el corazón y en el modo de vivir
 
Los hijos, ¿separan o unen?
Los hijos, ¿separan o unen?

La llegada de un hijo incide profundamente en la vida del hogar. Si es el primero, porque todo es novedad, aventura, miedos y alegrías. Si es el segundo, o el tercero, o el cuarto... porque cada hijo es irrepetible.

A veces surge la duda: los hijos, ¿separan o unen a los esposos? Depende de muchos factores: de cómo reacciona el padre, de cómo reacciona la madre, de cómo reaccionan los hermanos (si los hay), de cómo es el hijo.

Puede ocurrir que un hijo genere tensiones, sea visto como el inicio de problemas. Pero en un gran número de hogares el recién llegado se convierte en factor de unión, de alegría, de esperanza para la familia.

Acoger de modo positivo al hijo es posible desde un clima de amor. Porque el amor sabe ver al bebé como riqueza, como plenitud, como coronamiento de la vida matrimonial.

Ese amor prepara la bienvenida y madura con la llegada del nuevo miembro de la familia. Además, en muchas culturas cada hijo es considerado como una bendición para todos, como una riqueza de la comunidad, como una garantía de futuro.

Por eso, si hay una sana vida matrimonial, el hijo es un factor que nutre y acrecienta la unión. No sólo porque exige sacrificios y entrega para cuidarlo y sacarlo adelante, sino porque siempre es una alegría ver cómo el amor llega a hacerse concreto, tangible, en un ser indefenso y necesitado de cuidados.

¿Y qué ocurre cuando el hijo llega en el marco de matrimonios con problemas, tensiones, dificultades? De modo sorprendente, algunos de esos matrimonios empiezan a madurar en su amor precisamente desde ese niño que empieza a vivir.

El simple hecho de la presencia en el hogar de un ser pequeño, necesitado de todo, revoluciona las perspectivas y permite redimensionar los problemas.

Quizá ella o él vivían, antes de la llegada del bebé, en una actitud egoísta, donde uno mismo era el centro de todo, y donde la susceptibilidad hería continuamente la vida de pareja. Con la presencia de un hijo que llora, que pide comida, que ha de ser lavado continuamente, el egocentrismo puede quedar relegado a un segundo plano y dejar espacio al fondo bueno que se esconde en el corazón de cada ser humano.

Por desgracia, no siempre ocurre así, y es entonces cuando un hijo no une a los esposos, sino que agrava sus tensiones. Pero afortunadamente son muchos los casos en los que la familia madura y se une de modo nuevo desde la ayuda que inconscientemente ofrece el hijo.

El camino para aceptar a un hijo en medio de situaciones difíciles, ciertamente, exige muchos esfuerzos, no sólo en lo material. Puede ser difícil cambiar de actitudes, sobre todo si las relaciones entre los esposos están dañadas de formas más o menos graves. A pesar de las dificultades, la revolución que experimenta cada hogar con el nuevo inquilino permite auténticos “milagros”, transformaciones en el corazón y en el modo de vivir que llevan a la pareja a afrontar la situación de su convivencia desde una perspectiva enriquecida.

Entonces, los hijos, ¿separan o unen? Depende. Habrá casos, como ya dijimos, en el que el hijo aumente los problemas. En otros casos, ojalá fuesen la mayoría, el hijo no trae una barra de pan bajo el brazo (como se decía en el pasado), pero sí ofrece miradas y sonrisas que regeneran el aire que se respira en el hogar.

Luego, con el paso del tiempo, ese hijo podrá reconocer y agradecer tantas cosas buenas que ha recibido de sus padres. En cierto sentido, ese reconocimiento también servirá como argamasa, pues nada une tanto como la gratitud. No faltarán casos en los que los mismos padres tendrán que agradecer al hijo haber nacido en un momento delicado: gracias a su existencia un cariño que estaba en cuarentena encontró energías y estímulos para resurgir entre las ruinas y fortalecer la unión entre los esposos y entre todos los miembros de la familia.

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