miércoles, 30 de mayo de 2012

Petición de los hijos de Zebedeo


Marcos 10, 32-45. Tiempo Ordinario. Cuidemos el lugar que Cristo nos tiene preparado en el cielo, siempre con humildad y sirviendo a los demás.
 
Petición de los hijos de Zebedeo
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 32-45


Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará» Se acercan a Él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos». Él les dijo: ¿Qué queréis que os conceda? Ellos le respondieron: Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado? Ellos le dijeron: Sí, podemos. Jesús les dijo: La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo conque yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado. Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Oración introductoria

Señor, gracias por comprender y disculpar mi debilidad, porque al igual que los hijos de Zebedeo, no acabo de entender lo que significa amar desinteresadamente, a Ti y a los demás. Te pido perdón por las veces que me he buscado a mí mismo en la oración y por no servir a mis hermanos por amor.

Petición

Señor Jesús, ayúdame a empezar este día con una nueva actitud de amor sincero a los demás.

Meditación del Papa

Cuál es, pues, el camino que debe recorrer quien quiere ser discípulo? Es el camino del Maestro, es el camino de la obediencia total a Dios. Por esto Jesús pregunta a Santiago y a Juan: ¿estáis dispuestos a compartir mi elección de cumplir hasta el final la voluntad del Padre? ¿Estáis dispuestos a recorrer este camino que pasa por la humillación, el sufrimiento y la muerte por amor? Los dos discípulos, con su respuesta segura -"podemos"- muestran, una vez más, que no han entendido el sentido real de lo que les anuncia el Maestro. Y de nuevo Jesús, con paciencia, les hace dar un paso más: ni siquiera experimentar el cáliz del sufrimiento y el bautismo de la muerte da derecho a los primeros puestos, porque eso es "para quienes está preparado", está en manos del Padre celestial; el hombre no debe calcular, simplemente debe abandonarse a Dios, sin pretensiones, conformándose a su voluntad. Benedicto XVI, 20 de noviembre de 2010.

Reflexión

Jesús sabía que subir a Jerusalén significaba acercarse a la muerte. Los judíos y fariseos ya pensaban matarlo porque no les convenía la doctrina que estaba predicando y además porque los adeptos que se le unían se multiplicaban cada vez más. Es por esto que sus discípulos tenían miedo. Ninguno de nosotros se acercaría a una ciudad donde sabemos que nos sentarán en una silla eléctrica o donde colocarán nuestra cabeza debajo de una guillotina...

Sin embargo, el evangelio nos dice que Jesús iba delante de ellos. Esto es lo más importante y el motivo por el cual venceremos el miedo. No les abandonó ni les dejó a la deriva, más aún, ni siquiera les envío a ellos solos por su cuenta permaneciendo Él en otra ciudad. Sino que Cristo mismo iba delante de ellos, como un capitán que está al frente de su escuadrón para librar el combate.

Cada uno de nosotros camina a su propia Jerusalén. Para unos será la posibilidad de construir una familia, en otros la elección de una carrera o quizás en tantos otros la responsabilidad de dar una buena educación a los hijos. Quizás nosotros también estamos temerosos igual que los discípulos, porque nos acercamos a una ciudad donde no queremos ir. Una ciudad a la que nos dirigimos sin poner resistencia pero de la que quizá tenemos miedo, temerosos de lo que nos sucederá cuando lleguemos a ella. ¿Tendré buen futuro si me caso? ¿Sabré educar correctamente a mis hijos? ¿Tendrá éxito el nuevo negocio? Son temores que a todos nos vienen cuando caminamos solos por esta vida. Pero cuando nos demos cuenta de que el maestro va delante de nosotros y es Él quien guía nuestros pasos, nuestras inseguridades se desvanecerán y nuestra confianza en ÉL aumentará porque ¡Cristo es el amigo que nunca falla!

Por otra parte, ni siquiera los apóstoles estaban a salvo de la ambición. También ellos querían ser los "ministros" de ese nuevo Reino que Jesús anunciaba. ¡Qué lejos estaban de entender el auténtico significado de su mensaje!

Quizás sea uno de los aspectos menos comprendidos del cristianismo. Porque ponerse a servir exige algo de humillación, desprendimiento, entrega y sacrificio. Es más cómodo sentarse a ver cómo los demás trabajan, pero eso no tiene ningún mérito.
Jesús nos dio un ejemplo insuperable de lo que es servir. Imagínese que el mismo Dios, dueño y Señor de todo, se pone al nivel de una de sus criaturas para lavarle los pies. Es el pasaje de la Última Cena que leemos en el evangelio de San Juan. Y eso que el trabajo de lavar los pies estaba reservado sólo a los esclavos. A Cristo no le importa pasar por un esclavo con tal de que los suyos entiendan por fin que es más importante servir que ser servido.

Por eso, conviene ir corrigiendo la orientación natural de nuestro corazón, para hacerlo más disponible y atento a las necesidades de quienes conviven con nosotros.

Propósito

Revisar mi actitud y los motivos por los cuales participo, o no participo, en un apostolado.

Diálogo con Cristo

Padre mío, para servir a los demás con amor, debo luchar incansablemente para dominar mi soberbia, necesito dejarme transformar por Ti. Estoy convencido de que mis proyectos son vanos, si no están respaldados por una vida humilde y un corazón generoso y desinteresado. Me creaste para ser santo, y la santidad no es sino una respuesta de amor en cada momento del día, en lo pequeño y en lo grande.

miércoles 30 Mayo 2012
Miércoles de la octava semana del tiempo ordinario

Santa Juana de Arco


Leer el comentario del Evangelio por
Beato Guerrico de Igny : «El hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir»

Lecturas

Epístola I de San Pedro 1,18-25.


Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata,
sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto,
predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes.
Por él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios.
Por su obediencia a la verdad, ustedes se han purificado para amarse sinceramente como hermanos. Amense constantemente los unos a los otros con un corazón puro,
como quienes han sido engendrados de nuevo, no por un germen corruptible, sino incorruptible: la Palabra de Dios, viva y eterna.
Porque toda carne es como hierba y toda su gloria como flor del campo: la hierba se seca y su flor se marchita,
pero la Palabra del Señor permanece para siempre. Esta es la Palabra que les ha sido anunciada, la Buena Noticia.


Salmo 147,12-13.14-15.19-20.


¡Glorifica al Señor, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!
El reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de ti;

él asegura la paz en tus fronteras
y te sacia con lo mejor del trigo.
Envía su mensaje a la tierra,
su palabra corre velozmente;

Revela su palabra a Jacob,
sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató así
ni le dio a conocer sus mandamientos.
¡Aleluya!



Marcos 10,32-45.


Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder:
"Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos:
ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará".
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir".
El les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?".
Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria".
Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?".
"Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.
En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados".
Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.
Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos.
Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Beato Guerrico de Igny (hacia 1080-1157), abad cisterciense
Primer sermón para el domingo de Ramos

«El hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir»

El hombre fue creado para servir a su Creador. ¿Hay algo más justo,
en efecto, que servir al que os ha puesto en el mundo, sin quien no podéis
existir? ¿Y hay algo más dichoso que servirle, puesto que servirle es
reinar? Pero el hombre dijo a su Creador: «Yo no te serviré» (Jr 2,20).
«Pues yo, dice el Creador al hombre, sí te serviré. Siéntate, te serviré,
te lavaré los pies»... Sí, oh Cristo «servidor bueno y fiel» (Mt
25,21), verdaderamente tú has servido, has servido con toda la fe y con
toda la verdad, con toda la paciencia y toda la constancia. Sin tibieza, te
has lanzado como un gigante a correr por el camino de la obediencia (Sl
18,6); sin fingir, nos has dado además, después de tantas fatigas, tu
propia vida; sin murmurar, flagelado e inocente, no has abierto la boca (Is
53,9). Está escrito y es verdad: «El servidor que conoce la voluntad de su
amo y no la cumple recibirá cantidad de azotes» (Lc 12,47). Pero este
servidor nuestro, os pregunto ¿cuáles son los actos que no ha llevado a
cabo? ¿Qué es lo que ha omitido de lo que debía hacer? «Todo lo ha hecho
bien» gritaban los que observaban su conducta; «ha hecho oír a los sordos y
hablar a los mudos» (Mc 7,37). Ha llevado a cabo toda clase de acciones
dignas de recompensa, entonces ¿por qué ha sufrido tanta indignidad?
Presentó su espalda a los latigazos, recibió una sorprendente cantidad de
atroces golpes, su sangre chorreó por todas partes. Fue interrogado en
medio de oprobios y tormentos, como si fuera un esclavo o un malhechor a
quien se interroga para hacerle decir la verdad sobre un crimen. ¡Oh
detestable orgullo del hombre que desdeña servir, y que no podía ser
humillado por ningún otro ejemplo que el de un tal servidor de su Dios!...
Sí, mi Señor, has pasado muchas penas para servirme; sería justo y
equitativo que de ahora en adelante puedas descansar, y que tu servidor, a
su vez, se ponga a servirte; su momento ha llegado... Has vencido, Señor, a
este tu servidor rebelde; extiendo mis manos para recibir tus ataduras,
inclino mi cabeza para recibir tu yugo. Permíteme servirte. Aunque soy un
servidor inútil si tu gracia no me acompaña y no trabaja siempre a mi lado
(Sab 9,10), recíbeme como tu servidor para siempre.

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