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Pina Suriano, Beata |
Laica Consagrada
Josefina Suriano nació el 18 de febrero de 1915
en Partinico, centro agrícola de la provincia italiana de Palermo,
arquidiócesis de Monreale. Se la conocerá con el diminutivo de
“Pina”.
Era la primera hija de los jóvenes esposos José y
Graciela Costantino, que vivían modestamente de la producción de la
tierra.
El 6 de mayo de 1915 Pina fue bautizada en
la entonces única iglesia parroquial de la “Santísima Virgen de
la Anunciación” (o Annunziata)
Pina era de índole dócil y sumisa
y particularmente sensible al espíritu religioso que reinaba en su
familia.
A los dos años de edad, cuando por primera vez
descubrió a Jesús crucificado, se vio que comprendía el significado
de aquel símbolo. Su serenidad de espíritu la llevó a
demostrar inclinación hacia las cosas simples de la vida, que
giraban entorno al sentido religioso que tuvo desde entonces y
que a lo largo de su vida ocupará el primer
lugar entre sus intereses.
Viviendo en la gran casa de sus
abuelos y rodeada del afecto de sus parientes, Pina, que
era la primera nieta, recibió de todos ellos la primera
educación moral y religiosa que, desde los cuatro años, fue
confiada a las Hermanas “Collegine de San Antonio”.
En 1921, a
los seis años, comenzó la instrucción primaria en la escuela
municipal de Partinico. Durante cinco años fue su maestra la
Srta. Margarita Drago, primera admiradora de sus virtudes. Pina tenía
un gran amor por la escuela y todas las materias
le interesaban y la llenaban de alegría.
En 1922 recibió los
sacramentos de la penitencia, primera comunión y confirmación. En el
mismo año ingresó en la Acción Católica (A.C.) siendo primero
“benjamina”, después aspirante y finalmente joven de la A.C.
A los
doce años Pina empezó a participar con profundo espíritu eclesial
en la vida parroquial y diocesana, tomando parte activa en
todas las iniciativas de la A.C., sobre todo en las
que se dirigían a afrontar los problemas locales.
El centro de
sus actividades fue la parroquia, donde con total disponibilidad cooperaba
con el párroco, Don Antonio Cataldo, que fue a la
vez su director espiritual y confesor.
A partir de 1937, cuando
se erigió la nueva parroquia de la “Santísima Virgen María
del Rosario” a la que perteneció entonces la casa de
Pina, Don Andrés Soresi, nombrado párroco, se convirtió en su
director espiritual y confesor y después también en su primer
biógrafo.
En 1938 Pina fue designada delegada de las sesiones menores:
angelitos, pequeñísimos, benjaminas y aspirantes.
De 1939 a 1948 fue secretaria
de la A.C. y de 1945 a 1948, si bien
era parte del grupo de las mujeres, fue nombrada presidenta
de las jóvenes por pedido de las mismas.
En 1948 fundó
la Asociación de las Hijas de María y fue su
presidenta hasta la muerte.
La participación de Pina en la A.C.
fue algo que hay que tener presente, puesto que los
intereses que ella cultivó y las aspiraciones y los actos
religiosos de su vida surgieron precisamente de su compenetración con
el hecho de ser miembro de la AC. Esto explica
cómo ella, con el transcurrir de los años, se transformará
en una experta de la vida y del mensaje de
Jesús, de la misión de la Iglesia y de la
vocación de los hombres a la santidad.
Puso como fundamento de
su apostolado la oración, el sacrificio, la misa, la comunión
y la meditación cotidiana, el estudio de la palabra de
Dios y la adhesión al magisterio de la Iglesia.
Merece una
consideración especial la relación de Pina con su familia ya
que si bien ella se comportó siempre como hija perfecta
en los servicios que le confiaban y en la sumisión
a sus padres, debió enfrentarse con la cerrazón de su
madre respecto de las prácticas religiosas. En efecto, Doña Graciela
no quería que Pina transcurriera tanto tiempo en la iglesia,
porque veía desvanecer los propósitos matrimoniales que soñaba para ella.
El
voto de castidad que hizo Pina el 29 de abril
de 1932 en la capilla de las Hijas de la
Misericordia y de la Cruz, que era la sede social
de la juventud femenina de la A.C., demuestra que su
compromiso religioso surgía de una opción de vida. Las palabras
que pronunció y escribió en su diario aquel día son
las siguientes:
“En este día solemne, Jesús mío, yo quiero unirme
más a Tí y prometo ser cada vez más pura
y más casta para ser una azucena digna de tu
jardín”.
Con el permiso de su director espiritual, Pina renovaba todos
los meses este voto y, fiel al mismo, rechazaba las
distintas propuestas de matrimonio que más de un joven le
dirigía, conquistado por su gracia y su belleza. Intentó varias
veces entrar en la vida religiosa, pero se encontró con
dificultades insuperables. Y mientras rezaba esperando obtener la bendición de
sus padres para entrar en la vida religiosa, seguía participando
con espíritu eclesial en la vida de la parroquia y
de la diócesis, como socia y responsable de la A.C.
y como presidenta de la Pía Unión de las Hijas
de María.
Viendo que no podía ingresar en la vida
religiosa, Pina quiso dar al Señor la última prueba de
su inmenso amor y el 30 de mayo de 1948,
junto con otras tres compañeras, se ofreció como víctima por
la santidad de los sacerdotes.
En septiembre de 1948 y antes
que se manifestara su enfermedad, Pina tuvo la grandísima alegría
de participar en una peregrinación a Roma, con ocasión del
XXX aniversario de la Juventud Femenina de la A.C.
Fue verdaderamente
llamativa la coincidencia entre el acto de su ofrenda como
víctima y el comienzo de una forma de artritis reumática
tan fuerte que le dejaría un defecto cardíaco que luego
la llevará a la muerte. Hasta el último momento siguió
dando un ejemplo sublime de perfección, feliz de que su
ofrenda como víctima por la santidad de los sacerdotes estaba
siendo aceptada.
Murió improvisamente de un infarto el 19 de mayo
de 1950. La participación masiva en la capilla ardiente y
en su funeral fue la prueba de que la opinión
común sostenía que había muerto una santa.
Al día siguiente los
restos mortales de Pina recibieron sepultura en la tumba de
familia en el cementerio municipal de Partinico. El 18 de
mayo de 1969 se realizó el traslado del cuerpo desde
el cementerio municipal a la iglesia parroquial del Sagrado Corazón,
en Partinico.
Fue beatificada el 5 de septiembre de 2004
por S.S. Juan Pablo II.
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