sábado, 5 de mayo de 2012

Vicente Ferrer (santo)

San Vicente Ferrer
Predicador
(año 1419)
5  de abril.
San Vicente FerrerNació en 1350 en Valencia, España. Sus padres le inculcaron desde muy pequeñito una fervorosa devoción hacia Jesucristo y a la Virgen María y un gran amor por los pobres. Le encargaron repartir las cuantiosas limosnas que la familia acostumbraba a dar. Así lo fueron haciendo amar el dar ayudas a los necesitados. Lo enseñaron a hacer una mortificación cada viernes en recuerdo de la Pasión de Cristo, y cada sábado en honor de la Virgen Santísima. Estas costumbres las ejercitó durante toda su vida. Se hizo religioso en la Comunidad de los Padres Dominicos y, por su gran inteligencia, a los 21 años ya era profesor de filosofía en la universidad.
Durante su juventud el demonio lo asaltó con violentas tentaciones y, además, como era extraordinariamente bien parecido, varias mujeres de dudosa conducta se enamoraron de él y como no les hizo caso a sus zalamerías, le inventaron terribles calumnias contra su buena fama. Todo esto lo fue haciendo fuerte para soportar las pruebas que le iban a llegar después.
Siendo un simple diácono lo enviaron a predicar a Barcelona. La ciudad estaba pasando por un período de hambre y los barcos portadores de alimentos no llegaban. Entonces Vicente en un sermón anunció una tarde que esa misma noche llegarían los barcos con los alimentos tan deseados. Al volver a su convento, el superior lo regañó por dedicarse a hacer profecías de cosas que él no podía estar seguro de que iban a suceder. Pero esa noche llegaron los barcos, y al día siguiente el pueblo se dirigió hacia el convento a aclamar a Vicente, el predicador. Los superiores tuvieron que trasladarlo a otra ciudad para evitar desórdenes.
Vicente estaba muy angustiado porque la Iglesia Católica estaba dividida entre dos Papas y había muchísima desunión. De tanto afán se enfermó y estuvo a punto de morir. Pero una noche se le apareció Nuestro Señor Jesucristo, acompañado de San Francisco y Santo Domingo de Guzmán y le dio la orden de dedicarse a predicar por ciudades, pueblos, campos y países. Y Vicente recuperó inmediatamente su salud
En adelante por 30 años, Vicente recorre el norte de España, y el sur de Francia, el norte de Italia, y el país de Suiza, predicando incansablemente, con enormes frutos espirituales.
Los primeros convertidos fueron judíos y moros. Dicen que convirtió más de 10,000 judíos y otros tantos musulmanes o moros en España. Y esto es admirable porque no hay gente más difícil de convertirse al catolicismo que un judío o un musulmán.
Las multitudes se apiñaban para escucharle, donde quiera que él llegaba. Tenía que predicar en campos abiertos porque las gentes no cabían en los templos. Su voz sonora, poderosa y llena de agradables matices y modulaciones y su pronunciación sumamente cuidadosa, permitían oírle y entenderle a más de una cuadra de distancia.
Sus sermones duraban casi siempre más de dos horas (un sermón suyo de las Siete Palabras en un Viernes Santo duró seis horas), pero los oyentes no se cansaban ni se aburrían porque sabía hablar con tal emoción y de temas tan propios para esas gentes, y con frases tan propias de la S. Biblia, que a cada uno le parecía que el sermón había sido compuesto para él mismo en persona.
Antes de predicar rezaba por cinco o más horas para pedir a Dios la eficacia de la palabra, y conseguir que sus oyentes se transformaran al oírle. Dormía en el puro suelo, ayunaba frecuentemente y se trasladaba a pie de una ciudad a otra (los últimos años se enfermó de una pierna y se trasladaba cabalgando en un burrito).
En aquel tiempo había predicadores que lo que buscaban era agradar a los oídos y componían sermones rimbombantes que no convertían a nadie. En cambio a San Vicente lo que le interesaba no era lucirse sino convertir a los pecadores. Y su predicación conmovía hasta a los más fríos e indiferentes. Su poderosa voz llegaba hasta lo más profundo del alma. En pleno sermón se oían gritos de pecadores pidiendo perdón a Dios, y a cada rato caían personas desmayadas de tanta emoción. gentes que siempre habían odiado, hacían las paces y se abrazaban. Pecadores endurecidos en sus vicios pedían confesores. El santo tenía que llevar consigo una gran cantidad de sacerdotes para que confesaran a los penitentes arrepentidos. Hasta 15,000 personas se reunían en los campos abiertos, para oírle.
Después de sus predicaciones lo seguían dos grandes procesiones: una de hombres convertidos, rezando y llorando, alrededor de una imagen de Cristo Crucificado; y otra de mujeres alabando a Dios, alrededor de una imagen de la Santísima Virgen. Estos dos grupos lo acompañaban hasta el próximo pueblo a donde el santo iba a predicar, y allí le ayudaban a organizar aquella misión y con su buen ejemplo conmovían a los demás.
Como la gente se lanzaba hacia él para tocarlo y quitarle pedacitos de su hábito para llevarlos como reliquias, tenía que pasar por entre las multitudes, rodeado de un grupo de hombres encerrándolo y protegiéndolo entre maderos y tablas. El santo pasaba saludando a todos con su sonrisa franca y su mirada penetrante que llegaba hasta el alma.
Las gentes se quedaban admiradas al ver que después de sus predicaciones se disminuían enormemente las borracheras y la costumbre de hablar cosas malas, y las mujeres dejaban ciertas modas escandalosas o adornos que demostraban demasiada vanidad y gusto de aparecer. Y hay un dato curioso: siendo tan fuerte su modo de predicar y atacando tan duramente al pecado y al vicio, sin embargo las muchedumbres le escuchaban con gusto porque notaban el gran provecho que obtenían al oírle sus sermones.
Vicente fustigaba sin miedo las malas costumbres, que son la causa de tantos males. Invitaba incesantemente a recibir los santos sacramentos de la confesión y de la comunión. Hablaba de la sublimidad de la Santa Misa. Insistía en la grave obligación de cumplir el mandamiento de Santificar las fiestas. Insistía en la gravedad del pecado, en la proximidad de la muerte, en la severidad del Juicio de Dios, y del cielo y del infierno que nos esperan. Y lo hacía con tanta emoción que frecuentemente tenía que suspender por varios minutos su sermón porque el griterío del pueblo pidiendo perdón a Dios, era inmenso.
Pero el tema en que más insistía este santo predicador era el Juicio de Dios que espera a todo pecador. La gente lo llamaba "El ángel del Apocalipsis", porque continuamente recordaba a las gentes lo que el libro del Apocalipsis enseña acerca del Juicio Final que nos espera a todos. El repetía sin cansarse aquel aviso de Jesús: "He aquí que vengo, y traigo conmigo mi salario. Y le daré a cada uno según hayan sido sus obras" (Apocalipsis 22,12). Hasta los más empecatados y alejados de la religión se conmovían al oírle anunciar el Juicio Final, donde "Los que han hecho el bien, irán a la gloria eterna y los que se decidieron a hacer el mal, irán a la eterna condenación" (San Juan 5, 29).
Los milagros acompañaron a San Vicente en toda su predicación. Y uno de ellos era el hacerse entender en otros idiomas, siendo que él solamente hablaba su lengua materna y el latín. Y sucedía frecuentemente que las gentes de otros países le entendían perfectamente como si les estuviera hablando en su propio idioma. Era como la repetición del milagro que sucedió en Jerusalén el día de Pentecostés, cuando al llegar el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, las gentes de 18 países escuchaban a los apóstoles cada uno en su propio idioma, siendo que ellos solamente les hablaban en el idioma de Israel.
San Vicente se mantuvo humilde a pesar de la enorme fama y de la gran popularidad que le acompañaban, y de las muchas alabanzas que le daban en todas partes. Decía que su vida no había sido sino una cadena interminable de pecados. Repetía: "Mi cuerpo y mi alma no son sino una pura llaga de pecados. Todo en mí tiene la fetidez de mis culpas". Así son los santos. Grandes ante la gente de la tierra pero se sienten muy pequeñitos ante la presencia de Dios que todo lo sabe.
Los últimos años, ya lleno de enfermedades, lo tenían que ayudar a subir al sitio donde iba a predicar. Pero apenas empezaba la predicación se transformaba, se le olvidaban sus enfermedades y predicaba con el fervor y la emoción de sus primeros años. Era como un milagro. Durante el sermón no parecía viejo ni enfermo sino lleno de juventud y de entusiasmo. Y su entusiasmo era contagioso. Murió en plena actividad misionera, el Miércoles de Ceniza, 5 de abril del año 1419. Fueron tantos sus milagros y tan grande su fama, que el Papa lo declaró santo a los 36 años de haber muerto, en 1455.
El santo regalaba a las señoras que peleaban mucho con su marido, un frasquito con agua bendita y les recomendaba: "Cuando su esposo empiece a insultarle, échese un poco de esta agua a la boca y no se la pase mientras el otro no deje de ofenderla". Y esta famosa "agua de Fray Vicente" producía efectos maravillosos porque como la mujer no le podía contestar al marido, no había peleas. Ojalá que en muchos de nuestros hogares se volviera a esta bella costumbre de callar mientras el otro ofende. Porque lo que produce la pelea no es la palabra ofensiva que se oye, si no la palabra ofensiva que se responde.

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Vicente Ferrer OP
Ferrer.jpg
Giovanni Bellini: ca. 1465, Stos. Juan y Pablo, Venecia
Confesor
Nacimiento 23 de enero de 1350
Valencia, Escut Regne de València 1668.svg Reino de Valencia
Fallecimiento 5 de abril de 1419
Vannes, Kroaz Du.svg Reino de Bretaña
Venerado en Iglesia católica
Canonización 3 de junio de 1455
por Calixto III
Principal Santuario Catedral de Vannes
Festividad Lunes II de Pascua - 5 de abril
Patronazgo Comunidad Valenciana
Interior Casa Natalicia de San Vicente Ferrer en Valencia
Vicente Ferrer OP (Valencia, 23 de enero de 1350 – 5 de abril de 1419), en valenciano Vicent Ferrer, fue un dominico español , taumaturgo, predicador, lógico y filósofo.
Es el patrón principal de la Comunidad Valenciana; en su conmemoración se levantan en las calles de Valencia escenarios llamados "altares", donde son representadas por niños escenas de su vida y milagros. Es un santo muy apreciado en la mayoría de los lugares que recorrió en sus viajes de predicación.
Conocido cariñosamente como "Sant Vicent el del ditet", debido a que, según leyendas populares, logró varios milagros alzando su dedo índice, siendo así representado en su iconografía; también es representado por "alas", porque está considerado como el "ángel del Apocalipsis", ya que él mismo se consideró un "legatus a latere Christi" y anunció en numerosas ocasiones la inminente llegada del Anticristo y el fin del mundo, tal como hizo, por ejemplo, en los varios sermones que predicó en la ciudad de Toledo en el año 1411.
Asimismo, sus predicaciones por diversas ciudades de Europa, sobre todo en Italia, fueron constantes a raíz de la célebre visión que tuvo en la ciudad de Aviñón en el año 1398. Era seguido por multitudes que lo acompañaban en sus itinerarios, entre ellas un séquito de flagelantes que se azotaban las espaldas como purga de sus pecados. Solía viajar subido sobre un asno y se alojaba en los conventos de frailes dominicos de las ciudades y pueblos en donde predicaba.
Multitud de ermitas y altares recuerdan en muchos rincones de la Europa occidental, anécdotas históricas o apócrifas, la multitud de milagros realizados por el santo en su largo camino de predicación o reliquias de San Vicente.
Muy importante fue su activa y decisiva participación en el Compromiso de Caspe, en donde fue elegido como rey de Aragón Fernando de Antequera, de la dinastía Trastamara procedente de Castilla.

Biografía

S. Vicente Ferrer por Francesco del Cossa, National Gallery
Vicente Ferrer nace en Valencia el 23 de enero de 1350. Fueron sus padres Guillermo Ferrer, y Constancia Miguel. Tuvieron tres hijas y tres hijos.
Cuando nació Vicente Valencia terminaba de sufrir la Peste Negra.
Pertenecía a una familia acomodada del "cap i casal", la ciudad de Valencia. Su padre era notario y estaba bien relacionado con las clases altas, lo que le permitió un bautizo con ilustres padrinos y el "beneficio de Santa Ana" en la Parroquia de Santo Tomás.
Sus primeros estudios fueron en Valencia, en una de sus múltiples escuelas, donde se inició en "estudios de latinidad".
En febrero de 1367 tomó el hábito tras haber ingresado en el Convento de los Predicadores de Valencia, los dominicos.
Entre 1368 y 1375 fue enviado por sus superiores a profundizar sus estudios en Lérida, Barcelona y Toulouse. En Lérida dio clases como profesor de Lógica, donde se encontraba en su época el Estudio General de la Corona de Aragón, la Universidad.

En el Cisma de Occidente

Vicente trabajó activamente en conseguir solucionar el llamado Cisma de Occidente.
En 1377 regresaban los Papas a Roma tras casi tres cuartos de siglo en Avignon. Pero al morir Gregorio XI se eligió al conocido como Urbano VI, lo que llevó a graves disturbios y momentos de tensión con denuncias sobre la legalidad de la elección. Las ausencias de algunos electores y las presiones francesas a las que se sumó el cardenal español Pedro de Luna conocido posteriormente como el Papa Luna, llevó a que un grupo de electores declarara nula en agosto la elección y eligiera el 20 de septiembre a Clemente VII. La europa Cristiana quedaba dividida entre los que obedecían a Roma y los de Avignon.
Pedro IV de Aragón, el Ceremonioso, terminó por apoyar a Clemente VII y este delegó en Vicente Ferrer para intervenir en el reino de Valencia, donde ya se encontraba el delegado de Urbano VI.
Su actividad en Valencia a favor de Clemente VII fue intensa, lo que llevó a que el rey recibiera distintas cartas y denuncias unas a favor y otras en contra. Tal fue la situación que le llevó a renunciar voluntariamente a su cargo de Prior del Convento de los Predicadores, cargo que ostentaba desde hacia algún tiempo.
Su apoyo a Avignon le llevó a escribir un tratado en 1380.
En esta época Vicente siguió su trabajo de predicación por todo el antiguo reino de Valencia, de las que tenemos constancia, como una Cuaresma en Segorbe u otra en Valencia capital. También hay que destacar su intervención en sentencias entre religiosos, o sus clases como profesor de teología en "La Seu" (catedral) de Valencia entre 1385 y 1390.
En 1394 fue elegido papa de Avignon Pedro de Luna como Benedicto XIII, y llamó a Vicente, le ofreció distinciones cardenalicias y obispados, pero Vicente no veía con buenos ojos el ambiente de la curia de Avignon y marcha al convento de los predicadores de la ciudad.
El cisma le causaba un gran dolor interior, y en ese momento sufre una enfermedad que parecía llevarle a la muerte. El 3 de octubre tiene una visión que cambia el rumbo de su vida y desde ese momento se dedica a la predicación itinerante, a la que se consagra totalmente, recorriendo los caminos de Europa occidental a pie.
Vicente seguía siendo partidario de los papas de Avignon. Recordaba las plagas bíblicas y afirmaba que la novena plaga eran las tinieblas: durante tres días estuvieron hombres y mujeres sin verse el uno al otro y decía que esto significaba el Cisma y los tres días eran los tres papas que había en ese momento, Juan, Gregorio y Benedicto.
Tras su intervención en Caspe y en sus frecuente encuentros con el rey Fernando, Benedicto XIII y el emperador Segismundo tratan sobre la unión de la Iglesia. El 6 de enero de 1416, Vicente Ferrer en Perpiñán, leyó un documento por el que la Corona de Aragón se sustraía de la obediencia a Avignon.
Al año siguiente en 1417 fue elegido Martín V como Papa de toda la Cristiandad.

En el Compromiso de Caspe

Casa natalicia de San Vicente Ferrer
Acceso al pouet de Sant Vicent, junto a su casa natalicia
Portal del Pouet de San Vicent Ferrer en Valencia
Portal del pouet
Su participación es sin duda un hecho fundamental para el futuro de toda España, tanto en su época como posteriormente.
Su participación está documentada por su propio hemano Bonifacio que también participó como compromisario representando a Valencia.
Vicente llegó a Caspe en abril de 1412 y era el octavo compromisario por orden jerárquico, pero fue el primero, tal vez por su prestigio y peso moral en emitir el voto, y seguramente esto fue decisivo para el futuro de la Corona de Aragón y de la futura España. Su voto fue a favor de Fernado de Antequera y tras él, su hermano y otros cinco compromisarios de Aragón y Valencia hicieron lo propio votando también por Fernando, dos compromisarios votaron por el Conde de Urgel, uno se abtuvo y otro no había formado una opinión.1
Según algunas crónicas los partidarios del conde de Urgel trataron de asesinar a Vicente por tierras de Lérida.

Vicente y otras religiones

Vicente Ferrer fue uno de los más destacados predicadores antisemitas de su época.2 Su lema era bautismo o muerte.3 De los judíos dijo que eran animales con rabo y que menstrúan como las mujeres.4 Afirmaba que los judíos tienen entre otros el más oculto y abominable oprobio pues les sale de la cara aquel exangue olor y amarillez de su rostro (...) La señal de Caín está puesta sobre ellos y es el olor que exhalan.5 Fue impulsor del pogromo de 1391 en el barrio judío de Valencia, donde actualmente se ubica la plaza San Vicente Ferrer;4 y en Toledo consiguió la transformación de la Sinagoga Mayor de Toledo en la Iglesia de Santa María la Blanca.6 Como resultado, bien de sus predicaciones, bien de la violencia de la revuelta antijudía de 1391, una gran cantidad de judíos se convirtieron al cristianismo, originándose a partir de entonces una importante comunidad de cristianos nuevos. Hay autores que niegan que Vicente Ferrer estuviera en Valencia en 1391, y que insisten en que nunca aprobó la violencia, aunque sí que pensaba que aquel quebranto era una buena oportunidad para intensificar la catequesis.7
Su trabajo se vio facilitado por su conocimiento intenso del hebreo, las tradiciones, y las Escrituras.8
Su lenguaje directo y claro, llegaba al pueblo y le permitió que grandes multitudes le escucharan por allí por donde pasaba [cita requerida]
Vicente tuvo un trato especial con los convertidos, encargando su formación y educación en el cristianismo a personas seleccionadas, o como el converso musulmán Atmez Hannexa, que tomó el nombre de Vicente cuando se bautizó, del que se preocupó para que él y su familia tuvieran una pensión para su socorro y sustento, y pudiera predicar entre musulmanes y cristianos [cita requerida].
Casa de San Vicente Ferrer, Valencia (Ciudad)

Últimos años de su vida

Le pidieron que asistiera al Concilio de Constanza, pero él optó por seguir con su trabajo y continuó predicando por Francia, evitando las zonas en guerra.
Recorrió el Mediodía francés, la Auvernia, pasando luego a la Bretaña, donde transcurrirán los últimos meses de su vida. Encontrándose gravemente enfermo, decidió partir hacia Valencia. Sufrió una terrible tempestad al salir del puerto de Vannes lo que él interpretó como una señal de Dios para que volviera a Vannes a pasar el resto de sus días. Falleció en Vannes el 5 de abril de 1419. Su sepulcro se halla en la catedral de dicha ciudad.

Canonización

En 1431, el Papa Eugenio IV ordenó estudiar el asunto de su canonización, pero ahora se interpuso el nuevo cisma de Amadeo de Saboya.
Nicolás V aconsejó a los frailes celebrar el Capítulo general de 1453 en Nantes y preparar el proceso. Y encargó que tres cardenales que investigasen la vida y los milagros del predicador; entre ellos estaba Alfonso de Borja, el futuro Calixto III, el primer Papa valenciano de dicha familia. Mantuvieron entrevistas con obispos, abades, frailes y gente común en Nápoles, Avignon, Toulouse y en la región de Nantes, interrogando a 28, 18, 48 y 310 testigos respectivamente.
Ya fue Calixto III, quien recibió las actas de estas investigaciones.
Calixto III solía "decir a los cardenales y al Maestro de toda la Orden fr. Marcial que siempre había tenido por cierto su pontificado desde que San Vicente se lo prometió". Se han realizado fundamentales aportaciones documentales, que nos muestran que ello no es fruto de los biógrafos, sino convencimiento del propio Calixto III que lo afirmó en numerosas ocasiones y recogieron autores muy cercanos a los hechos.
El día 29 de junio de 1455 tras votarlo en el consejo de cardenales, Calixto III anunció la canonización de Vicente Ferrer.

Mensaje a los valencianos

San Vicente Ferrer dio un mensaje para que lo llevaran a todos los valencianos, que podemos considerar como su testamento. El mensaje dice así:
"¡Pobre patria mía! No puedo tener el placer de que mis huesos descansen en su regazo; pero decid a aquellos ciudadanos que muero dedicándoles mis recuerdos, prometiéndoles una constante asistencia. y que mis continuas oraciones allí en el cielo serán para ellos, a los que nunca olvidaré".
"En todas sus tribulaciones, en todas sus desgracias, en todos sus pesares, yo les consolaré, yo intercederé por ellos. Que conserven y practiquen las enseñanzas que les di, que guarden siempre incólume la fe que les prediqué, y que no desmientan nunca la religiosidad de que siempre han dado pruebas".
"Aunque no viva en este mundo, yo siempre seré hijo de Valencia. Que vivan tranquilos, que mi protección no les faltará jamás. Decid a mis queridos hermanos que muero bendiciéndoles y dedicándoles mi último suspiro".

Vicente milagrero y con el Don de lenguas

860 prodigios o milagros constan en Proceso de su Canonización como obrados por el Predicador Dominico en vida y después de morir, que comprobaron los Jueces del Proceso. Muchos testigos declararon en el Proceso que, hablando Vicente Ferrer en valenciano, ellos le entendían perfectamente en su lengua nativa, por lo que se consideró que poseía el "Don de lenguas".
San Vicente Ferrer, "predicando siempre en su lengua Valenciana", era comprendido por castellanos, franceses, vascos, italianos del Piamonte y Lombardía ...

Referencias

  1. Artículo del académico de la RACV Gómez Bayarri
  2. El antisemitismo en España: Gonzalo Alvarez Chillida y Ricardo Izquierdo Benito. Ediciones de la Universidad de Castilla - La Mancha (2007). ISBN 978-84-8427-471-1; Páginas 16 y 17
  3. Fratricidio y contrición: Breve historia del antisemitismo Cristiano, páginas 45 y 46
  4. a b El problema nacional judío, página 49.
  5. Así le citaba el jesuita gerundense Francisco Garau en La Fe triunfante]] (Mallorca, 1691) ISBN 84-86366-00-3 (Véase imagen).
  6. Samuel Toledano, "Toledo: Capital of Sepharad" (1989), Encounters, 1990, pp. 37-41
  7. Luis Suárez Fernández Los judíos, Ariel, 2005, ISBN 8434467798, pg. 397.
  8. Sanchis y Sivera, José (2009). Historia de san Vicente Ferrer. Charleston: BiblioLife. pp. 190. ISBN 978-1-113-38349-5.

Bibliografía

Enlaces externos


Véase también

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