lunes, 29 de octubre de 2012

La liturgia y los sacramentos

Los sacramentos en la liturgia
Signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Jesucristo para santificar nuestras almas, y confiados a la Iglesia para su administración.
 
Los sacramentos en la liturgia
Los sacramentos en la liturgia

Los sacramentos son los canales a través de los cuales Dios nos ofrece la salvación de su Hijo Jesucristo, a través de la Iglesia.

Es más, el principal sacramento de Dios es Jesús. Decimos esto porque en Jesús, Dios se manifestó plenamente, tal como Él es. Conociendo a Jesús, conocemos a Dios mismo. Jesús es signo de Dios.

Después de la resurrección de Jesús y su ascensión a los cielos, Él desaparece de manera física entre los hombres. Sin embargo, quiso prolongarse y vivir en una pequeña comunidad de creyentes, que lo reconocen como el único Señor y se reúnen en su Nombre para glorificar a Dios. Esa comunidad se consolida el día de Pentecostés. Esta comunidad es la que hoy llamamos Iglesia, palabra que significa asamblea.

La Iglesia llega a ser también signo, sacramento de la presencia de Jesús en el mundo de hoy, como Salvador de los hombres. Es decir, la Iglesia es el signo visible e histórico a través del cual Jesús sigue ofreciendo y obrando con su presencia gloriosa la salvación de los hombres. Todo lo que hace y dice la Iglesia no tiene otro fin que el de significar y realizar, directa o indirectamente, la salvación de Cristo.

Pero, ¿cómo lleva a cabo la Iglesia esta maravillosa obra de salvación?

La Iglesia echa mano de ciertas acciones, signos, a través de los cuales Jesús sigue haciéndose presente en medio de nosotros. Se les ha llamado sacramentos. Son signos y gestos que dan al hombre la oportunidad de encontrarse con Jesucristo, desde el nacimiento hasta su muerte.

Los siete sacramentos aparecen en siete momentos que representan la totalidad de la vida humana; y en esos momentos es cuando Jesús quiere entrar en el hombre a través de los siete sacramentos.

Cada uno de estos momentos en los cuales Jesús se hace presente, son vividos por nosotros como una verdadera fiesta; siendo los momentos cruciales de nuestra vida, Él se hace presente. Pero no hay fiesta, cuando uno está solo. En una fiesta no hay lugar para “el cada uno para sí”. Tampoco en los sacramentos. Éstos son signos de vida, de amor, de unidad. Son signos comunitarios; en ellos se expresa toda la comunidad de creyentes como en una realidad: un pueblo salvado que se une con alegría a su Señor en la fe, la esperanza y el amor.

Así definiríamos los sacramentos: son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Nuestro Señor Jesucristo para santificar nuestras almas, y confiados a la Iglesia para su administración.


Cuáles son los sacramentos

Son siete:

1) Bautismo: Dios nos da su vida divina, la entrada a la Iglesia católica y nos hace partícipes de Cristo Profeta, Rey y Sacerdote, y herederos del cielo.

2) Confirmación: Dios nos confiere la madurez espiritual para la lucha y nos capacita para ser apóstoles de Cristo y testigos de su palabra.

3) Comunión: Dios nos alimenta con el Cuerpo y la Sangre de su Hijo Jesucristo y nos hace crecer en la caridad.

4) Penitencia: Dios nos perdona, por intermedio del sacerdote, nuestros pecados y nos ayuda a vencer las tentaciones.

5)Unción de enfermos: Dios nos ofrece este sacramento para prepararnos a afrontar con confianza el momento de la enfermedad y de la muerte, confortándonos en el sufrimiento y sosteniéndonos en las tentaciones finales, y así prepararnos para mirar con gozo la eternidad.

6) Orden Sacerdotal: Dios ofrece este sacramento a hombres varones a quienes Él ha elegido para servir a la comunidad creyente, como ministros sagrados y administradores de sus misterios.

7) Matrimonio: Dios regala este sacramento a hombres y mujeres que sienten la llamada a formar una familia y así perpetuar la especie humana. El sacramento del matrimonio es signo eficaz del amor esponsal que Cristo tiene hacia su Iglesia.


Santo Tomás de Aquino resume así la necesidad de que sean siete los sacramentos por analogía de la vida sobrenatural del alma con la vida natural del cuerpo: por el bautismo se nace a la vida espiritual; por la confirmación crece y se fortifica esa vida; por la eucaristía se alimenta; por la penitencia se curan sus enfermedades; la unción de los enfermos prepara a la muerte, y por medio de los dos sacramentos sociales –orden sagrado y santo matrimonio- es regida la sociedad eclesiástica y se conserva y acrecienta tanto en su cuerpo como en su espíritu.


Los sacramentos se han dividido así

  • Sacramentos de iniciación cristiana: bautismo, confirmación y comunión.
  • Sacramentos de sanación: penitencia y unción de enfermos.
  • Sacramentos al servicio de la comunidad: orden sacerdotal y matrimonio.


  • Rito litúrgico de cada uno de los sacramentos
    Ritual actual de cada uno de los sacramentos
     
    Sacramento del Bautismo

    Ritos introductorios

  • Diálogo inicial del sacerdote con los padres y padrinos del niño.
  • Pregunta a los padres y padrinos: “¿Qué quieren para su hijo?”. La respuesta es hermosísima: “El don del Bautismo....La vida eterna...La santidad de Dios para nuestro hijo”.
  • Acogida y signación en la frente del niño.


    Liturgia de la Palabra
  • Lecturas.
  • Salmo responsorial.
  • Homilía.
  • Oración en silencio
  • Oración de los fieles.
  • Exorcismo.
  • Unción en el pecho del niño.

    Liturgia sacramental
  • Bendición del agua.
  • Renuncias.
  • Profesión de fe.
  • Petición del bautismo.
  • Ablución más la fórmula: “Yo te bautizo en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
  • Crismación en la cabeza.
  • Vestidura.
  • Entrega del cirio.
  • Efetá (opcional)

    Ritos conclusivos
  • Padrenuestro.
  • Bendiciones varias.
  • Cántico de acción de gracias.
  • Presentación del recién bautizado a la Virgen.



    Sacramento de la Confirmación

    Cuando la confirmación es dentro de la misa se sigue esta estructura:

    Ritos introductorios

    Liturgia de la Palabra

    Sacramento de la confirmación
  • Presentación de los confirmandos.
  • Homilía.
  • Renovación de las promesas del bautismo.
  • Imposición de manos. Monición.
  • Oración.
  • Momentos de silencio.
  • Oración con las manos extendidas sobre los confirmandos.
  • Crismación en la frente con la fórmula: N, recibe por esta señal el don del Espíritu Santo.

    Oración de los fieles

    Liturgia eucarística

    Rito de conclusión


    Cuando la confirmación tiene lugar fuera de la misa, la estructura es así:

    Rito de entrada: canto, procesión de entrada, reverencia al altar, saludo del obispo, oración.

    Liturgia de la Palabra.

    Liturgia del sacramento
  • Presentación de los confirmandos.
  • Homilía.
  • Renovación de las promesas del bautismo.
  • Imposición de manos. Monición.
  • Oración.
  • Instantes de silencio.
  • Oración con las manos extendidas sobre los confirmandos.
  • Crismación en la frente con la fórmula: N, recibe por esta señal el don del Espíritu Santo.
  • Oración de los fieles
  • Recitación de la oración dominical: Padrenuestro.

    Rito de despedida: fórmula especial de bendición solemne o la oración sobre el pueblo, canto.



    Sacramento de la Eucaristía

    Ritos introductorios
  • Canto de entrada.
  • Inclinación al altar.
  • Beso al altar.
  • Incensación, si es solemnidad.
  • Saludo.
  • Acto penitencial.
  • Kyrie.
  • Gloria.
  • Oración colecta.

    Liturgia de la Palabra
  • Primera lectura.
  • Salmo responsorial
  • Segunda lectura.
  • Alleluia.
  • Evangelio.
  • Homilía.
  • Credo.
  • Oración de fieles

    Liturgia de la Eucaristía
  • Preparación y presentación de los dones.
  • Incensación, si es solemnidad.
  • Lavatorio de las manos
  • Oración sobre las ofrendas.
  • Plegaria eucarística
  • Rito de la comunión

    Ritos conclusivos
  • Saludo
  • Bendición.
  • Despedida final.



    Sacramento de la Penitencia

    Acogida del penitente: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. El penitente tiene que experimentar, desde que entra en el confesonario, la ternura de Dios y la alegría de poderle abrazar a su Padre Dios, lleno de misericordia.

    Lectura de la Palabra de Dios: puede leerse un texto evangélico; puede hacerse dentro de la confesión o, mejor, antes de entrar a la confesión, para no retrasar a otros penitentes que están ya esperando.

    Confesión de los pecados del penitente: “Estos son mis pecados:...”. Contarlos con sencillez, humildad y sinceridad, sin poner excusas, sin enrollarse, ni ocultar circunstancias importantes que agraven el pecado.

    Manifestación del dolor por parte del penitente: “Yo confieso; o Pésame; o Señor mío Jesucristo...”. Este dolor es por haber ofendido a Dios nuestro Padre lleno de amor y de ternura. Este dolor está unido a un propósito firmísimo de enmienda, sin el cual la confesión no tiene efecto.

    Absolución sacramental por parte del confesor: “Dios Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo, y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz, Y YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO”. En cada confesión experimentamos en nuestra alma toda la sangre redentora de Cristo que nos limpia, nos purifica, nos perdona y nos santifica. Cada confesión es una auténtica y renovada Pascua.

    Alabanza a Dios: - “Da gracias al Señor porque es bueno”
    - ”Porque es eterna su misericordia”.

    Despedida del sacerdote: “Vete en paz, y anuncia a los hombres las maravillas de Dios que te ha salvado”. Salimos felices para proclamar la gran misericordia de Dios en nuestras vidas.



    Sacramento de la Unción de enfermos

    Ritos de entrada:
  • Saludo.
  • Acto penitencial.

    Liturgia de la Palabra:
  • Se lee un texto del evangelio referido a un enfermo.
  • Letanías

    Liturgia del sacramento: santa unción. Así es la hermosa fórmula que dice el sacerdote: “Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo”. El enfermo responde: Amén. “Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”. El enfermo responde: Amén. Acto seguido el sacerdote dice esta oración: “Te rogamos, Redentor nuestro, que, con la gracia del Espíritu Santo, cures la debilidad de este enfermo, sanes sus heridas y perdones sus pecados. Aparta de él todo cuanto pueda afligir su alma y su cuerpo; por tu misericordia devuélvele la perfecta salud espiritual y corporal, para que, restablecido por tu bondad, pueda volver al cumplimiento de sus acostumbrados deberes. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos”. El enfermo responde: Amén.

    Ritos conclusivos: Padrenuestro y bendición final.



    Sacramento del Orden Sacerdotal

    Me centraré sólo en el presbiterado, que es el segundo grado del Orden sacerdotal. El primer grado es el diaconado y el tercero es el episcopado.

    El sacerdocio es un don que Dios da al que quiere. Dicho don lo otorgó sólo a varones, porque Él quiso, era su plan. No es discriminación ni falta de atención a la mujer. Son diferentes funciones dentro de la Iglesia. A la mujer le tenía Dios preparada otras funciones y ministerios, que las vive y las cumple con toda su ternura y delicadeza.

    Dios elige a esos hombres que harán las veces de Cristo Maestro, Sacerdote y Pastor, y así su cuerpo, que es la Iglesia, se edifique y crezca como Pueblo de Dios y templo del Espíritu Santo.

    Al asemejarse a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, y al unirse al sacerdocio de los obispos, ellos quedarán consagrados como auténticos sacerdotes del Nuevo Testamento, para anunciar el Evangelio, apacentar al pueblo de Dios y celebrar el culto divino, especialmente en el sacrificio del Señor.

    El obispo el día de la ordenación le dice al nuevo sacerdote:

    “Por eso, vosotros, queridos hijos, que ahora seréis consagrados presbíteros, debéis cumplir el ministerio de enseñar en nombre de Cristo, el Maestro. Anunciad a todos los hombres la palabra de Dios que vosotros mismos habéis recibido con alegría. Meditad la ley del Señor, creed lo que leéis, enseñad lo que creéis y practicad lo que enseñáis. Que vuestra doctrina sea un alimento sustancioso para el pueblo de Dios; que la fragancia espiritual de vuestra vida sea motivo de regocijo para todos los cristianos, a fin de que con la palabra y el ejemplo construyáis ese edificio viviente que es la Iglesia de Dios.

    Os corresponderá también la función de santificar en nombre de Cristo. Por medio de vuestro ministerio, el sacrificio espiritual de los fieles alcanzará su perfección al unirse al sacrificio del Señor, que por vuestras manos se ofrecerá incruentamente sobre el altar, en la celebración de la Eucaristía. Tened conciencia de lo que hacéis e imitad lo que conmemoráis. Por tanto, al celebrar el misterio de la muerte y la resurrección del Señor, procurad morir vosotros mismos al pecado y vivir una vida realmente nueva.

    Al introducir a los hombres en el pueblo de Dios por medio del bautismo, al perdonar los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia por medio del sacramento de la penitencia, al confortar a los enfermos con la santa unción, y en todas las celebraciones litúrgicas, así como también al ofrecer durante el día la alabanza, la acción de gracias y la súplica por el pueblo de Dios y por el mundo entero, recordad que habéis sido elegidos de entre los hombres y puestos al servicio de los hombres en las cosas que se refieren a Dios.

    Con permanente alegría y verdadera caridad continuad la misión de Cristo Sacerdote, no buscando vuestros intereses sino los de Jesucristo.

    Finalmente, al participar de la función de Cristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia, permaneced unidos y obedientes al obispo. Procurad congregar a los fieles en una sola familia, animada por el Espíritu Santo, conduciéndolos a Dios por medio de Cristo. Tened siempre presente el ejemplo del Buen Pastor que no vino a ser servido sino a servir y a buscar y salvar lo que estaba perdido”.

    Después de la lectura del evangelio:
  • Presentación de los ordenandos por parte del rector del seminario.
  • Homilía del obispo.
  • Se examina a los candidatos sobre sus disposiciones respecto al ministerio que van a recibir, y la promesa de obediencia al propio obispo y sucesores .
  • Letanías de los santos con la oración “Exaudi nos” del Veronense. Terminan las letanías con este hermosa oración del obispo: “Escúchanos, Señor, Dios nuestro: derrama sobre este tu servidor la bendición del Espíritu Santo y la virtud de la gracia sacerdotal, para que la abundancia de tus dones acompañe siempre al que ahora te presentamos para ser consagrado. Por Cristo nuestro Señor. Amén”.
  • Imposición de las manos en silencio por parte del obispo sobre la cabeza de los candidatos; lo mismo hacen los presbíteros que participan en el rito.
  • La oración consecratoria es la del Veronense, que pasó a todos los Pontificales, con algunas modificaciones. Lo principal de la oración dice así: “Te pedimos, Padre todopoderoso, que confieras a este siervo tuyo la dignidad del presbiterado; renueva en su corazón el Espíritu de santidad; reciba de ti el sacerdocio de segundo grado y sea, con su conducta, ejemplo de vida...”.
  • Después algunos presbíteros colocan la estola en sentido presbiteral a cada uno de los ordenados y les revisten con la casulla.
  • Luego, el obispo unge con el Santo Crisma las manos de los ordenados: “Jesucristo, el Señor, a quien el Padre ungió con la fuerza del Espíritu Santo, te auxilie para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el sacrificio”.
  • Sigue la entrega a cada ordenado de la patena con pan y del cáliz con vino y un poco de agua, mientras dice: “Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz de Cristo”.
  • Finalmente, el obispo da la paz a cada uno de los ordenados: “La paz esté contigo”.Y el nuevo sacerdote responde: “Y con tu espíritu”.

    Acto seguido, continúa la celebración de la Eucaristía: el obispo ordenante con los recién ordenados. Es la primera misa que celebran los nuevos sacerdotes.



    Sacramento del Matrimonio

    En este sacramento, Jesús viene a bendecir ese amor que se profesan el esposo y la esposa, y que fue una participación del mismo Dios. Viene elevado a sacramento lo que es de derecho natural; se convierte en fuente de gracia divina y en reflejo del amor fiel que tiene Cristo con su Iglesia.

    Ambos se convierten en sagrados, el uno para el otro. Reciben la gracia de estado para cumplir su tarea de esposos y de padres, ser fieles hasta la muerte y educar a los hijos cristianamente. Cada matrimonio por la Iglesia es matrimonio en Dios y por Dios, es vivir la experiencia de la primera boda de Caná, donde Jesús convierte nuestra agua en vino oloroso y perfumado, el vino del amor matrimonial, con todos los aditivos para que no se corrompa ni se avinagre.

    ¿Cómo es el rito del sacramento del matrimonio?

    Rito de entrada.

    Liturgia de la Palabra.

    Liturgia del sacramento:

    El escrutinio: “N y N, ¿sois plenamente libres para contraer matrimonio? Responden: – Sí lo somos. Pregunta el sacerdote: ¿Os comprometéis a amaros y respetaros durante toda vuestra vida? Responden: - Sí, nos comprometemos. Pregunta el sacerdote: ¿Os comprometéis también a colaborar en la obra creadora de Dios, asumiendo vuestra responsabilidad en la comunicación de la vida y en la educación de los hijos de acuerdo con la ley de Cristo y de la Iglesia? Responden: – Sí, nos comprometemos.

    El consentimiento: “Manifestad entonces vuestra decisión de contraer matrimonio estrechándoos la mano derecha y expresad ante Dios y su Iglesia vuestro consentimiento matrimonial”. Cada uno dice: “- Yo, N., te recibo a ti como esposa/o y prometo serte fiel tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándote y respetándote durante toda mi vida”. Y el sacerdote confirma el consentimiento: “El Señor confirme el consentimiento que habéis manifestado delante de la Iglesia y realice en vosotros lo que su bendición os promete. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”.

    Bendición e imposición de los anillos:“El Señor bendiga estos anillos que os entregaréis el uno al otro, como signo de amor y de fidelidad”. Y ellos: “N, recibe este anillo como signo de mi amor y fidelidad. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

    Bendición y entrega de las arras: es un rito opcional. Las arras son unas monedas. La bendición que da el sacerdote es ésta: “Bendice, Señor, estas arras, que pone N. En manos de N. Y derrama sobre ellos la abundancia de tus bienes”. El esposo toma las arras y las entrega a la esposa diciéndole: “N., recibe estas arras como prenda de la bendición de Dios y signo de los bienes que vamos a compartir”.

    La bendición de los esposos .


    Comunión, si los esposos quieren recibirla y están en estado de gracia.

    Bendición final.



  • Los sacramentales
    Diferencia entre sacramentos y sacramentales. Profesión religiosa. Exequias. Procesiones. Peregrinaciones. Jubileos.
     
    Diferencia entre Sacramentos y Sacramentales

    Nos contesta el concilio Vaticano II en su constitución sobre la Sagrada Liturgia en el número 60: “La Santa Madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Estos son signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se significan efectos, sobre todo de carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida”.

    El nombre de “sacramentales” nos trae a la memoria el de “sacramentos” y manifiesta una íntima relación entre unos y otros. Los sacramentales ayudan a los hombres para que se dispongan a recibir mejor los efectos de los sacramentos, efectos que el Concilio llama principales.

    ¿En qué se diferencian los sacramentales de los sacramentos?

    Mientras los sacramentos son de institución divina, pues los ha instituido el mismo Jesucristo, los sacramentales son de institución eclesiástica, es decir, los ha creado la Iglesia.

    Además, en cuanto a los efectos también hay diferencias. Los sacramentos producen la gracia “ex opere operato”, o sea, todo sacramento obra, tiene eficacia por el hecho de ser un acto del mismo Jesucristo; no obtiene su eficacia o valor esencial ni del fervor ni de los merecimientos ni de la actividad del ministro o del sujeto que recibe el sacramento. En cambio, los sacramentales obran “ex opere operantis Ecclesiae”, es decir, que reciben su eficacia de la misión mediadora que posee la Iglesia, por la fuerza de intercesión que tiene la Iglesia ante Cristo que es su Cabeza. Los sacramentales producen sus efectos por la fuerza impetratoria de la Santa Iglesia.


    Semejanzas entre los sacramentos y los sacramentales

    Está ante todo la finalidad. Tanto los sacramentos cuanto los sacramentales tienden al mismo término: la santidad. Los sacramentos producen esa santidad de modo inmediato y directo; los sacramentales la conceden de modo dispositivo. “Disponen”, dice el número que antes citamos del Concilio Vaticano II; o sea, preparan, abren camino para recibir la santidad.

    También, sacramentos y sacramentales son semejantes en cuanto que unos y otros tienen valor de signo: significan, simbolizan los efectos que mediante ellos se producen. Sacramentos y sacramentales buscan santificar las diversas circunstancias de la vida humana, haciendo de cada una de ellas ocasión para un encuentro del hombre con Dios. Encuentro en que el hombre le tribute culto y reciba la salvación.

    Son, pues, los sacramentales una manera por la cual la Santa Iglesia hace llegar los beneficios de la Redención a todos los ámbitos de la vida cotidiana, aún a los más modestos, y contribuye así a realizar la consagración del mundo. Constituyen el lazo entre la vida cotidiana y el ámbito de la Redención. Extienden a la creación entera la irradiación de los sacramentos como un testimonio de la dimensión cósmica del misterio pascual. Cubren un amplísimo campo de la vida litúrgica de la Iglesia.

    En pocas palabras, así como los sacramentos se ubican en esos momentos resaltantes de la vida humana, los sacramentales invaden los momentos cotidianos, humildes, múltiples de esa misma vida del hombre.


    Resumamos las diferencias:

  • Los sacramentos son de institución divina, los sacramentales son de institución eclesiástica.
  • Los sacramentos actúan “ex opere operato” (por sí mismos), los sacramentales “ex impetratione Ecclesiae” (por impetración de la Iglesia).
  • Los sacramentos son signos de la gracia, los sacramentales son signos de la oración de la Iglesia.
  • Los sacramentos tienen como fin producir la gracia que significan, los sacramentales sólo disponen para recibir la gracia (consiguen gracias actuales) y obtienen otros efectos espirituales.
  • Los sacramentos son necesarios para la salvación; los sacramentales, no.


    Son las múltiples ceremonias de bendiciones y consagraciones que figuran en el Ritual y en el Pontifical Romano. Citemos algunas: bendición de las personas, de cosas (medallas, casas, automóviles, alimentos, etc.), el agua bendita, los exorcismos, la consagración de vírgenes, dedicación del altar, del templo, de las campanas, etc.

    Los sacramentales ocupan un gran lugar en la actividad religiosa de la santa Iglesia y la gente acude con frecuencia a solicitarlos. Por ejemplo, las bendiciones para determinados momentos de la vida: mujer que va a dar a luz, viajes prolongados, procesiones, una bendición para un enfermo, etc.

    Ahora se entiende lo que dice la constitución sobre la Sagrada Liturgia, en el número 61: “La liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace que los fieles bien dispuestos sean santificados en casi todos los actos de la vida, por la gracia divina que emana del misterio pascual...Y hace también que el uso honesto de las cosas materiales pueda ordenarse a la santificación del hombre y a la alabanza de Dios”.

    Y en el número 79 se nos dice: “Revísense los sacramentales, teniendo en cuenta la norma fundamental de la participación constante, activa y fácil de los fieles y atendiendo a las necesidades de nuestros tiempos. En la revisión de los Rituales se pueden añadir también nuevos sacramentales, según lo pida la necesidad...Prevéase, además, que ciertos sacramentales, al menos en circunstancias particulares y a juicio del obispo del lugar, puedan ser administrados por laicos que tengan las cualidades convenientes”.

    De entre los sacramentales, quiero detenerme en éstos: el de la profesión religiosa, el de las exequias y el de las procesiones, peregrinaciones y jubileos.


    a)El sacramental de la profesión religiosa

    Me refiero a la ceremonia con la cual aquellos bautizados que responden a un llamado especial de Dios renuncian al mundo y se consagran definitivamente y exclusivamente al Reino de Dios, por amor a Jesucristo, en la profesión de los tres consejos evangélicos que, en forma de votos o compromisos de diversa índole, se comprometen a cumplir: pobreza, castidad y obediencia.

    La constitución conciliar “Lumen Gentium”, en el número 43 nos dice: “Este estado (el de los religiosos), si se atiende a la constitución divina y jerárquica de la Iglesia, no es intermedio entre el de los clérigos y el de los laicos; sino que, de uno y otro, algunos cristianos son llamados por Dios para poseer un don particular en la vida de la Iglesia y para que contribuyan a la misión salvífica de ésta, cada uno según su modo”.

    Este sacramental de la profesión religiosa es como una extensión del sacramento del bautismo. En efecto, la vocación religiosa “de especial consagración”, como suele denominarse ahora, se ubica en una línea que prolonga los compromisos bautismales.

    Esto lo corrobora el mismo concilio Vaticano II, en el número 44 de la constitución “Lumen Gentium”: “...Ya por el bautismo (el cristiano) había muerto al pecado y estaba consagrado a Dios; sin embargo, para obtener de la gracia bautismal fruto copioso pretende, por la profesión de los consejos evangélicos, liberarse de los impedimentos que podrían apartarle del fervor de la caridad y de la perfección del culto divino, y se consagra más íntimamente al servicio de Dios”.

    También lo confirma, después, el decreto “Perfectae Caritatis”, del mismo concilio y que está dedicado a la vida religiosa: “Los religiosos entregaron su vida entera al servicio de Dios, lo cual constituye una peculiar consagración, que radica íntimamente en la consagración del bautismo y la expresa con mayor plenitud” (n. 5).

    Por tanto, este sacramental de la vida religiosa, prolonga y busca plenificar, por la impetración de la Iglesia, la consagración realizada en el bautismo, en aquellos que recibieron tal vocación.


    b)El sacramental de las exequias

    La Iglesia tiene clara conciencia de que su estado actual de peregrinación no interrumpe los lazos con aquellos miembros suyos que, traspasado el umbral de la muerte, o bien gozan ya de la visión de Dios o bien se preparan a gozarla; es decir, con sus miembros difuntos que están ya en el cielo, ya en el purgatorio.

    Así lo dice la constitución del concilio Vaticano II, Lumen Gentium, n. 49: “La unión de los viadores con los hermanos que se durmieron en la paz del Señor de ninguna manera se interrumpe. Más bien, según la constante fe de la Iglesia, se robustece con la comunicación de bienes espirituales. Por eso, la Iglesia guardó con gran piedad la memoria de los difuntos y ofreció sufragios por ellos, porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos, para que queden libres de sus pecados”.

    Así, como concreción de estos sufragios, surgieron distintos sacramentales relacionados con los ritos exequiales. Entre ellos, principalmente los “responsos” y las procesiones a los cementerios.

    Acerca de estos sacramentales relacionados con los difuntos que están purificándose todavía después de la muerte, dice la constitución sobre la Sagrada Liturgia: “El rito de exequias debe expresar más claramente el sentido pascual de la muerte cristiana y debe responder mejor a las circunstancias y tradiciones de cada país, aún en lo referente al color litúrgico”(n. 81).

    Esta revisión se hacía necesaria porque, por diversas circunstancias, los ritos exequiales codificados por el Ritual Romano del año 1614 no mostraban nítidamente el sentido pascual de la muerte cristiana; ese sentido que tan hermosamente describe san Pablo en 1 Tesalonicenses 4, 13-18.

    ¿Cuál es, pues, el sentido de las exequias cristianas?

    La Iglesia celebra en ellas el misterio pascual para que quienes fueron incorporados a Cristo, muerto y resucitado por el bautismo, pasen con Él a la vida, sean purificados y recibidos en el cielo, y aguarden el triunfo definitivo de Cristo y la resurrección de los muertos (cf Sacrosanctum Concilium, n. 82).

    Esto explica que la esperanza de la resurrección sea un tema central en las exequias. A ella se refieren constantemente las lecturas, las antífonas y las oraciones. La Iglesia, consciente de esta esperanza cristiana, intercede por los difuntos para que el Señor perdone sus pecados, los libre de la condenación eterna, los purifique totalmente, los haga partícipes de la eterna bienaventuranza y los resucite gloriosamente al final de los tiempos. La eficacia de este intercesión se funda en los méritos de Jesucristo, no en los sufragios mismos.

    En estas exequias ve también la Iglesia la veneración del cuerpo del difunto. El cristianismo no considera el cuerpo como la cárcel del alma, como decía el platonismo; ni tampoco ve en el cuerpo algo intrínsecamente malo, como proclamó el maniqueísmo; y menos aún admite el materialismo ateo para quien sólo existe lo material, a lo que considera indefectiblemente perecedero y despreciable.

    La Iglesia siempre ha defendido la unidad vital cuerpo-alma, y por lo mismo, ambos elementos son objeto de salvación; uno y otro serán glorificados o condenados.

    Las exequias son una magnífica ocasión para que la comunidad cristiana reflexione y ahonde en el significado profundo de la vida y de la muerte; y para que los pastores de almas realicen una eficaz acción evangelizadora, potenciada por las disposiciones positivas de los familiares, la participación en la misa exequial de muchos cristianos alejados y la presencia amistosa de personas indiferentes, incrédulas e incluso ateas.


    Conviene anotar de paso algunas cuestiones particulares sobre las exequias.
  • El agua bendita que el sacerdote derrama sobre el cadáver alude al bautismo, y la incensación, a la resurrección. Son, pues, gestos pascuales.
  • El color litúrgico de las exequias de adultos es el morado; el de los niños, el blanco.
  • Los elogios fúnebres o exposiciones retóricas y alabanzas de las virtudes del difunto no deben sustituir nunca a la homilía. Se puede aludir brevemente al testimonio de vida cristiana de esa persona difunta, cuando constituye motivo de edificación o acción de gracias.
  • En la liturgia de las exequias no se debe hacer acepción de personas por razón de su posición económica, cultural, social, etc., pues todos los cristianos son igualmente hijos de Dios y de la Iglesia y poseen la misma dignidad bautismal. Sin embargo, está permitido realzar la solemnidad de las exequias de las personas que tienen autoridad civil o poseen el orden sagrado, ya que la distinción se refiere a lo que significan esas personas, no a las mismas personas. Pero siempre hay que hacerlo con moderación.
  • ¿A quién denegar la sepultura eclesiástica? El nuevo Código de Derecho Canónico establece en los números 1184 y 1185 lo siguiente: “Se han de negar las exequias eclesiásticas, a no ser que antes de la muerte hubieran dado alguna señal de arrepentimiento: 1) a los notoriamente apóstatas, herejes o cismáticos; 2) a los que pidieron la cremación de su cadáver por razones contrarias a la fe cristiana; 3) a los demás pecadores manifiestos, a quienes no pueden concederse las exequias eclesiásticas sin escándalo público de los fieles. En el caso de que surja alguna duda, hay que consultar al Ordinario del lugar, y atenerse a sus disposiciones. Sigue diciendo el Código que a quien ha sido excluido de las exequias eclesiásticas se negará también cualquier misa exequial. Sin embargo, en este caso también se pueden decir misas privadas en sufragio de su alma, apelando a la infinita misericordia de Dios.
  • ¿Qué decir de la cremación? El Ritual de exequias introduce la normativa de la Instrucción de la Congregación del Santo Oficio de agosto de 1963, estableciendo que “no hay que negar los ritos exequiales cristianos a los que eligieron la cremación de su propio cadáver a no ser que conste claramente que lo hicieron por razones anticristianas”. El nuevo Código de Derecho Canónico explica la mente completa de la Iglesia en el canon 1176: “La Iglesia aconseja vivamente que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos; sin embargo, no prohíbe la cremación, a no ser que haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina cristiana”. La cremación no es algo simplemente tolerado, puesto que no es intrínsecamente mala, ni se exige causa justa para elegirla; pero la Iglesia prefiere la inhumación.



    c)Otros sacramentales: procesiones, peregrinaciones y jubileos.

    ¿Qué decir de las procesiones?

    Las únicas procesiones de que trata el nuevo Ritual son las eucarísticas y las del traslado de las reliquias.

    Sobre las eucarísticas indica que son expresiones con las que el pueblo cristiano da testimonio público de su fe y de su piedad hacia el Santísimo Sacramento, sobre todo si se lleva el Santísimo Sacramento por las calles entre cantos y en medio de un ambiente solemne. Es ya tradicional la procesión del Corpus Christi. Dicha procesión se celebra a continuación de la misa, en la que se consagra la Hostia que ha de trasladarse en la procesión. Sin embargo, nada impide que ésta se haga después de una adoración pública prolongada que siga a la misa.

    En estas procesiones eucarísticas se deben usar los ornamentos utilizados durante la misa o la capa pluvial de color blanco. Han de utilizarse cirios, incienso y palio, bajo el que marchará el sacerdote que lleva el Sacramento, según los usos de la región.

    Al final de la procesión se imparte la bendición con el Santísimo Sacramento y se reserva.


    Sobre las reliquias

    Se deben colocar debajo del altar, después de haberlas llevado procesionalmente.


    Las peregrinaciones

    Las peregrinaciones se asemejan a las procesiones, pero su recorrido es mucho más largo. Las primeras manifestaciones conocidas de estos actos de piedad se encuentran en las visitas a Palestina para venerar los lugares donde ocurrieron hechos insignes del Salvador y de siervos de Dios tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.


    ¿Qué simbolizan las peregrinaciones?

    La vida del cristiano en este mundo es una especie de peregrinación y destierro. Vamos camino a la eternidad.


    ¿Qué decir de los jubileos?

    Recibe el nombre de jubileo, un año, cada veinticinco, en el que el papa concede a los peregrinos que vayan a Roma, y a los que allí viven, una indulgencia plenaria de eficacia muy particular.

    También se concede una indulgencia similar en el año jacobeo a quienes visiten el sepulcro de Santiago de Compostela todos los años en que la fiesta del santo apóstol coincida en domingo.

    Por extensión, se conceden jubileos a determinados santuarios en circunstancias especiales.

    El término jubileo (año de jubileo) tiene su origen en la palabra hebrea “yobel”, que significa carnero y, por extensión, cuerno de carnero. Se empleaba en la Biblia para designar las trompetas que invitaban al pueblo israelita a acercarse al Sinaí y las que sonaban al dar vueltas alrededor de las murallas de Jericó. Al son de dichas trompetas se anuncia el año jubilar entre los judíos, año de gracia y de libertad.

    El primer jubileo cristiano conocido se celebró el año 1300 y fue promulgado por el papa Bonifacio VIII. En la basílica de san Juan de Letrán, junto a la puerta principal, hay una pintura muy antigua que recuerda este hecho. Los Años Santos de Roma sufrieron diversas transformaciones.

    Al principio se estableció que el año santo jubilar se celebraría cada cien años y habrían de visitarse las basílicas de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Clemente VI declaró año santo jubilar el año 1350, añadiendo la visita a la basílica de san Juan de Letrán. Urbano VI declaró en 1389 que el año santo jubilar había de celebrarse cada 33 años en recuerdo de los años de Jesucristo, y extendió el número de basílicas a la de santa María la Mayor.

    Otro jubileo fue decretado por el papa Martín V en 1423. Pero Nicolás V, en 1450, estableció que se celebrasen de nuevo cada 50 años. Finalmente, en 1470, el papa Paulo II dispuso que en adelante el año santo jubilar tuviera lugar cada 25 años.

    Así continúa en la actualidad, exceptuados algunos jubileos extraordinarios, como el promulgado por Pío XI en 1934 (año jubilar de la redención), y el año mariano de 1987, convocado por Juan Pablo II.

    En la ceremonia del Año Santo destaca la apertura y el cierre de la Puerta Santa en las cuatro basílicas romanas antes citadas. Su origen se remonta al siglo XV y se abren en la tarde de Navidad anterior al Año Santo y se cierran el día de Navidad de ese año. La apertura de la Puerta Santa simboliza la apertura del Paraíso, debido a la indulgencia plenaria concedida. Las condiciones para obtener esa indulgencia se exponen en la Bula de promulgación.
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