miércoles, 26 de diciembre de 2012

"No se preocupen por lo que les pueda pasar"




Mateo 10, 17-22. Fiesta San Esteban. El Espíritu Santo estará siempre con nosotros.





Del santo Evangelio según san Mateo 10, 17-22





En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: "Cuidense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los enjuicien, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque, en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes. El hermano entregará al hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin se salvará.



Oración introductoria



Gracias, Señor, por este momento de oración. Te doy gracias también por las cruces que pones en mi camino, porque sé que en ellas te puedo encontrar. Guía mi oración para que sepa perseverar en tu amor.



Petición



Jesús, convénceme de que la cruz es el único camino para llegar a la salvación, y la oración el medio para poder aceptarla y vivirla con plenitud.



Meditación del Papa



Debemos prestar atención a lo que los evangelistas nos relatan sobre la actitud de Jesús durante su oración. Mateo y Marcos dicen que "cayó rostro en tierra"; asume por consiguiente la actitud de total sumisión, que ha sido conservada en la liturgia romana del Viernes Santo. Lucas, en cambio, afirma que Jesús oraba arrodillado. En los Hechos de los Apóstoles, habla de los santos, que oraban de rodillas: Esteban durante su lapidación, Pedro en el contexto de la resurrección de un muerto, Pablo en el camino hacia el martirio. Así, Lucas ha trazado una pequeña historia del orar arrodillados de la Iglesia naciente. Los cristianos con su arrodillarse, se ponen en comunión con la oración de Jesús en el Monte de los Olivos. En la amenaza del poder del mal, ellos, en cuanto arrodillados, están de pie ante el mundo, pero, en cuanto hijos, están de rodillas ante el Padre. Ante la gloria de Dios, los cristianos nos arrodillamos y reconocemos su divinidad, pero expresando también en este gesto nuestra confianza en que él triunfe. Benedicto XVI, 5 de abril de 2012.



Reflexión



La advertencia del Señor de guardarnos de los hombres está precedida en el Evangelio por la invitación de ser "prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas". Nuestro Señor Jesucristo no se hacía ilusiones acerca de los hombres. Conociendo lo que había en el hombre (Jn 2, 25), sólo se confiaba a aquellos, que buscaban ante todo la mayor gloria de Dios, no sus propios intereses.



La prudencia y la sencillez no son virtudes que se excluyen mutuamente, sino que pueden complementarse, llegando a formar en el hombre un hermoso equilibrio.



La serpiente y la paloma tienen cada una su propio hábitat. Mientras que la serpiente se desliza en el suelo, la paloma se lanza por los aires. Así también el seguidor de Jesucristo debe tener los pies firmemente puestos sobre la tierra, pero su corazón debe aspirar siempre hacia lo alto.

Al encontrar apoyo en el suelo, la serpiente nunca cae. Así el cristiano también está prevenido para no exponerse al peligro, sobre todo evitando el pecado y la tibieza. Además, la serpiente no tiene brazos, así se convierte en imagen del hombre que no se apega a nada, porque usa las cosas como si no le pertenecieran, precisamente "deslizándose" entre ellas, palpándolo todo y refiriéndolo a Dios.



En tiempos antiguos los hombres se servían de las palomas para enviar correo de un lugar a otro. Así, la paloma es símbolo del que tiene una misión, un mensaje, del cristiano que debe poseer una familiaridad profunda con las cosas de Dios, para poder dar testimonio de ellas ante los demás.



Por eso, el verdadero cristiano no es ni soñador, ni terrenal, sino cándido y transparente en sus intenciones, práctico y realista al ponerlas por obra.



Hoy celebramos la fiesta del primer testigo de Cristo: San Esteban. Poco antes de morir apedreado por sus enemigos y dando testimonio de Cristo, Esteban repite casi literalmente las palabras de Cristo: "Señor Jesús, recibe mi espíritu" y lanzando un grito final: "Señor, no les tengas en cuenta este pecado". Jesús les había anunciado persecuciones y arrestos por su causa.



Seamos esos testigos de Cristo, con garra, con amor a ese Dios que se ha hecho hombre por amor a los hombres.



Propósito



De vacaciones o trabajando, iniciar la semana dando un tiempo especial a mi oración.



Diálogo con Cristo



Jesús, mi vida ordinaria, con sus eventos pequeños y triviales, me brinda mil ocasiones para vivir con amor: la fatiga, la enfermedad, la falta de tiempo para hacer cosas que me gustaría, la dificultad en el trabajo... Hoy me pides que acepte estas pequeñas contrariedades sin quejas ni rebeliones interiores. Esto sólo lo podré lograr si vienes y haces en mí tu morada, por eso en esta oración, lleno de esperanza y confianza, te doy gracias por tu gran amor.

miércoles 26 Diciembre 2012


Fiesta de San Esteban, primera mártir



San Esteban Protomártir







Leer el comentario del Evangelio por

Santa Teresa Benedicta de la Cruz : “La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la han podido apagar”



Lecturas



Hechos 6,8-10.7,54-59.





Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y signos en el pueblo.

Algunos miembros de la sinagoga llamada "de los Libertos", como también otros, originarios de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de la provincia de Asia, se presentaron para discutir con él.

Pero como no encontraban argumentos, frente a la sabiduría y al espíritu que se manifestaba en su palabra,

Al oír esto, se enfurecieron y rechinaban los dientes contra él.

Esteban, lleno del Espíritu Santo y con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios.

Entonces exclamó: "Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios".

Ellos comenzaron a vociferar y, tapándose los oídos, se precipitaron sobre él como un solo hombre;

y arrastrándolo fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testigos se quitaron los mantos, confiándolos a un joven llamado Saulo.

Mientras lo apedreaban, Esteban oraba, diciendo: "Señor Jesús, recibe mi espíritu".





Salmo 31(30),3cd-4.6.8ab.16bc.17.





Inclina tu oído hacia mí

y ven pronto a socorrerme.

Sé para mí una roca protectora,

un baluarte donde me encuentre a salvo,





porque tú eres mi Roca y mi baluarte:

por tu Nombre, guíame y condúceme.

Yo pongo mi vida en tus manos:

tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.



¡Tu amor será mi gozo y mi alegría!

Cuando tú viste mi aflicción

y supiste que mi vida peligraba,

mi destino está en tus manos".

Líbrame del poder de mis enemigos

y de aquellos que me persiguen.



Que brille tu rostro sobre tu servidor,

sálvame por tu misericordia;





Mateo 10,17-22.





Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.

A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.

Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento,

porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.

El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.

Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.





Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.







Leer el comentario del Evangelio por



Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, filosofa, mártir, copatrona de Europa

El misterio de Navidad, Obras completas IV, 232, ed. Monte Carmelo



“La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la han podido apagar”



El Niño del pesebre extiende sus bracitos, y su sonrisa parece decir ya

lo que más tarde pronunciarán los labios del hombre: “Venid a mí todos los

que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré.” (Mt 11,28)...

¡Sígueme! así dicen las manos del Niño, como más tarde lo harán los labios

del hombre. Así hablaron al discípulo que el Señor amaba y que ahora

también pertenece al séquito del pesebre. Y San Juan, el joven con un

limpio corazón de niño, lo siguió sin preguntar a dónde o para qué.

Abandonó la barca de su padre (Mt 4,22) y siguió al Señor por todos sus

caminos hasta la cima del Gólgota (Jn 19,26).



¡Sígueme!- esto sintió también el joven Esteban. Siguió al Señor en la

lucha contra el poder de las tinieblas, contra la ceguera de la obstinada

incredulidad, dio testimonio de Él con su palabra y con su sangre, lo

siguió también en su espíritu, espíritu de Amor que lucha contra el pecado,

pero que ama al pecador y que, incluso estando muriendo, intercede ante

Dios por sus asesinos.



Son figuras luminosas que se arrodillan en torno al pesebre: los

tiernos niños inocentes, los confiados pastores, los humildes reyes,

Esteban, el discípulo entusiasta, y Juan, el discípulo predilecto. Todos

ellos siguieron la llamada del Señor. Frente a ellos se alza la noche de la

incomprensible dureza y de la ceguera: los escribas, que podían señalar el

momento y el lugar donde el Salvador (Mt 2,5) del mundo habría de nacer,

pero que fueron incapaces de deducir de ahí el “Venid a Belén”; el rey

Herodes que quiso quitar la vida al Señor de la Vida. Ante el Niño en el

pesebre se dividen los espíritus. El es el Rey de los Reyes y Señor sobre

la vida y la muerte. El pronuncia su ¡sígueme!, y el que no está con El

está contra El (Mt 12,30). El nos habla también a nosotros y nos coloca

frente a la decisión entre la luz y las tinieblas.



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