lunes, 21 de enero de 2013

El Poder Temporal de los Papas comenzó en 750 A.D.


Gobernar la Iglesia de Cristo, es una de las misiones de su vicario en la tierra.
 
Mito 12. El Poder Temporal de los Papas comenzó en 750 A.D.
El Poder Temporal de los Papas comenzó en 750 A.D.
El Poder Temporal de los Papas comenzó en 750 A.D.

Cuando Pepin, el ursurpador del trono de Francia, descendió a Italia, llamado por el Papa Stephen II, a la guerra contra los el Lombardos Italianos, él los derrotó y dio la ciudad de Roma y el territorio circundante al Papa. Jesús claramente prohibió tal cosa, y Él mismo rechazó el reinado terrestre. (leér Mat. 4:8-9; 20:25-26; Juan 18:38).


Refutación:


Para comenzar, llama la atención que en toda esta lista de mitos aparezcan nombres en inglés sin su equivalente castellano: Pepin, Stephen.

Cristo no se pronuncia contra el poder temporal de los papas. El decir que Cristo prohíbe el poder temporal de los papas es un anacronismo equivalente a decir que como Cristo nunca usó coches entonces hoy desobedecemos a su órdenes, ya que era contrario a ello, pues él mismo rechazó el reinado terrestre.

Esta última afirmación es la peligrosa y por lo tanto falsa. Se pasa de la realidad del poder temporal de los papas al reinado terrestre, y se descuidan ciertos aspectos del protestantismo relacionado con el gobierno temporal, como el respaldo que dieron a Lutero ciertos príncipes protestantes como Federico de Sajonia, Jorge Truchsses de Waldburg, Antonio de Lorena y Felipe de Hessen, entre otros. En Inglaterra, ¿qué era Enrique VIII? ¿No era un monarca absoluto? En cuanto a Calvino, no ha de olvidarse que a partir del año de 1541 se tornó en un dictador religioso y político con todo lo que ello llevaba consigo...

Hay otro aspecto relevante que ha de advertirse, y que está en la trastienda de todo este mito. La tradición protestante de que los Papas serían más sucesores de Constantino que de Jesucristo. La "Donación de Constantino" (en latín "Constitutum Constantini" es un falso documento, que se remonta al período carolingio (S. VIII d.C.): el autor desconocido lo presenta como un decreto emanado por Constantino, con el que el emperador cedería al Papa Silvestre I el dominio temporal sobre Roma, sobre Italia, y sobre las demás provincias occidentales, mientras que él se ceñía a transferir la propia sede a Constantinopla. Este panfleto consta de dos partes: la confesión y la donación. En la confesión se hace profesar la fe católica a Constantino: cuenta que fue curado milagrosamente de la lepra, instruidio en la fe católica y bautizado por el Papa Silvestre... Nada de esto es verdad. Constantino fue bautizado sólo al final de su vida por un obispo arriano, Eusebio, cerca de Nicomedia el día de Pentecostés del 22 de mayo del año 337. En cuanto a la segunda parte, el autor atribuye a Constantino la donación de los beneficios que el emperador como gesto de "gratitud" otorga y confirma a san San Silvestre en la cátedra de Roma: la supremacía sobre las iglesias del orbe, incluyendo los cuatro patriarcados orientales; el disfrute de los honores imperiales llevando mitra y diadema, el palio cruzado sobre el hombro, clámide purpúrea, cetro y otros tantos atavíos imperiales. Le concede el palacio de Letrán, el señorío sobre Roma y todo el Occidente (en latín: "Romae urbis et omnes Italiae seu occidentalium regionum provincias, loca et civitates... concedimus"). La fuente para la "donatio Constantini" es C. Mirbt, "Quellen zur Geschichte des papsttums", (Tübingen 1922) 107- 122.

El documento no resiste a la más sencilla crítica interna y externa: el estilo, la lengua y los datos inverosímiles, los errores tan abiertamente crasos delatan la mano de un falsario de época posterior, si bien es verdad que lo emplearon contra Cerulario Silvestre II y León II, y Gregorio VII en sus reivindicaciones sobre España. Ya en 1001 Otón III lo rechazó como escrito imaginario y falso (A. Schönegger, "Die Kirchenpolitische Bedeutung des Constitutum Constantini" ZKT (1918) 555).

El motivo del falso documento consistía en limitar las ambiciones imperiales de los carolingios, datando el poder temporal directo sobre Roma y dintornos, y el poder feudal del Papa ante los soberanos de Occidente. En realidad, el estado pontificio tuvo un origen natural en la historia: fue el pueblo romano, prácticamente abandonado a la merced de las autoridades civiles que durante las invasiones bárbaras se dirigió al Papa y a su prestigio.

En sí el documento de la donación de Constantino era falso y como tal lo demostraron Nicolás Cusano (1432-1433), Lorenzo Valla (1447). Aún hoy causa maravilla que haya gente que defienda la historicidad de esta obra. (Basándose en él los protestantes, los papas se arrogarían la legitimidad de su poder temporal). Asimismo, los protestantes reprochan aún hoy a los Papas que más que sucesores de Pedro fueran más bien sucesores de Constantino, y por lo tanto, se trataría de una Iglesia demoníaca. Abrigaban la esperanza de una Iglesia que renunciara al poder y que se desvinculara de los sistemas políticos, económicos y militares.

Esto como se ve, es una tradición protestante más sin fundamento no sólo en la Biblia sino siquiera en los manuales de historia.

Aunque ya se habló del origen de los estados pontificios, conviene reiterar que se trata de un desarrollo paulatino del "Patrimonio de san Pedro" que fueron convirtiendo al Papa en terrateniente, autoridad civil y en soberano con súbditos y estados temporales. Por "patrimonio de san Pedro" ha de entenderse el complejo de bienes y derechos temporales poseídos por la Santa Sede. Sobre todo en la Edad Media, los patrimonios de las catedrales y abadías se consideraban propiedades personales del santo patrono de la sede o del edificio.
Antes del S. VIII con tal término se designaba al conjunto de posesiones de la Iglesia.

Constantino donó a la Iglesia las basílicas de san Pedro y san Pablo, que antes pertenecían al patrimonio del príncipe. También varios nobles y familias pudientes iban dejando a los papas sus posesiones. Se ha de reconocer que en tiempos de las invasiones bárbaras, de no haber sido por los papas, estos territorios (campiña romana, la Tosacana, Espoleto, Benevento, Córcega, la Sabina...) habrían quedado desprotegidos y sin cultivarse como otras regiones que yacían en el más alarmante abandono. Para el año 600 se multiplicaron las donaciones a causa de las invasiones de visigodos, hunos, ostrogodos, longobardos.

Desde tiempos de san Gelasio (492-496) se llevaba en los archovos de Letrán un catastro sobre la situación de las urnas. Con san Gregorio Magno (590-604) el patrimonio comprendía en Roma el "patirmonium urbanum", cerca de la ciudad, el de la "vía Apia" y la "massa Aquae Salviae" de la vía Ostiense, así como la Apulia y la Calabria; la Lucania, los bosques de los Abruzos, vastas posesiones en la Sabina y el Samnio, la Campania (Nápoles, Capri, Gaeta); Liguria, Istria, Córcega y Cerdeña, Sicilia (Sicilia fue confiscada en el 723 por el basileus al lado de la Calabria). Más posesiones de que se habla en las cartas de san Gregorio Magno son el África Septentrional junto con Hipona; en las Galias (territorios cercanos a Arlés y Marsella); en Dalmacia y zonas de oriente...

Los historiadores hablan de la excelente administración de los bienes eclesiásticos sobre todo en tiempos de san Gregorio. Gran parte de los ingresos se empleaban para defender a Roma contra los longobardos, en la conservación y construcción de iglesias, hospitales, orfanotrofios, albergues para peregrinos, dotación de monasterios, gastos de la curia, ayuda a los pobres. De todos modos, tampoco puede negarse que los patrimonios fuera de Roma sufrían graves y continuos daños a causa de las guerras, de la caída del imperio e invasiones bárbaras. La respuesta bizantina a esta invasión consistió en crear la defensa de Italia en torno al hexarcado de Rávena y la creación de un ducado en Roma, y que llegó a manos pontificias sólo para el S. VIII.

Ahora pasemos a la afirmación de que el poder temporal en tiempos de Pepino el Breve y Esteban II (750). Esteban II fue Papa del año 752 al 757. Al poco tiempo de ocupar el solio, Esteban vio en peligro la libertad de Roma a la llegada de Astolfo (749-756) tras la conquista de Rávena. Astolfo había prometido una tregua de 40 años, pero no la respetó sino que decidió exigir impuestos anuales de cada habitante de Roma, a la que consideraba su feudo. Al mismo tiempo, rechazó diversas peticiones que le hizo un emisario de Bizancio, acompañado, por Pablo, hermano del Papa, para que restituyera los territorios imperiales de los que se había adueñado. Ante tantos fracasos, el Papa pidió ayuda al emperador Constantino V (741-775), pero tampoco logró mucho, de suerte que optó por dirigirse finalmente a Pepino III, rey de los francos (751-768), así como antes Gregorio III se había dirigido en su momento a Carlos Martel el año 739. Pepino dio una respuesta afirmativa y al mismo tiempo envió dos emisarios al Papa para escoltarlo. El 6 de enero del 754 Esteban II fue acogido obsequiosamente por Pepino en Ponthión. Esteban volvió a suplicar al rey para que liberara al pueblo de los longobardos. El resultado de este encuentro fue el compromiso de Pepino de proteger la iglesia romana y las prerrogativas del Papa, y prometió por escrito que garantizaría como legítimas las posesiones de San Pedro, además del ducado de Roma, Rávena, el hexarcado y otras ciudades, más otras áreas vastas de la Italia del norte y central. Algunos opinan que Esteban hizo sus reivindicaciones basándose en la así llamada "Donación de Constantino", pero no hay datos de ello. El 28 de julio del 754 el papa, aunque enfermo, ungió solemnemente a Pepino en San Denis cerca de París, y así se sellaba la legitimidad de la dinastía, y confirió al rey y a los suyos el título de "Patricios de los Romanos". Pepino derrotó dos veces al rey longobardo en agosto del 754 y finalmente en junio del 756. Los funcionarios bizantinos alegaron que los territorios pertenecían a su emperador, pero Pepino replicó que había tomado las armas sólo por amor al sucesor de San Pedro y por la remisión de sus pecados, de suerte que no estaba dispuesto a entregar sus conquistas a ningún otro que al "apóstol". Seguidamente donó perpetuamente Rávena las ciudades del hexarcado, la pentápolis, la Emilia a "San Pedro" y a la Iglesia romana.

Una última pregunta ¿Pepino el Breve era un usurpador? Esta cuestión me ha hecho recordar ciertas afirmaciones del así llamado Código da Vinci, donde se afirma sin ninguna base histórica la acusación de que los merovingios eran los descendientes de Cristo y María Magdalena... y que la Iglesia católica respaldó a la dinastía carolingia en su paulatina persecución y asesinato de los merovingios.

La dinastía de los merovingios gobernó el reino de los francos del 481 al 751. El nombre deriva de su antepadaso "Meroveo" (que rigió las tribus francas entre del 448 al 458). Su sobrino Clodoveo fue el primer soberano merovingio en cuanto tal. Tanto Clodoveo como su esposa Clotilde se bautizaron cuando se convirtieron al cristianismo; todo fue obra de san Remigio. Si eran descendientes de Cristo, ¿cómo es posible que descuidaran el bautismo de su antepasado y que rindieran culto a divinidades francas antes de su conversión? El último rey de la dinastía merovingia que logró ejercer un poder efectivo fue Dagoberto I (629-639) ya que sus sucesores fueron cediendo su autoridad a los mayordomos de palacio que terminaron por privarles del poder. En el 751 tuvo lugar la deposición formal del último rey merovingio: Quilderico III. De este modo, los merovingios quedaron suplantados por Pepino el Breve, fundador de la dinastía de los "pipínidos" o "carolingios" (751).

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