jueves, 10 de enero de 2013

Gonzalo de Amarante, Beato


Presbítero Dominico, 10 de enero
 
Gonzalo de Amarante, Beato
Gonzalo de Amarante, Beato

Presbítero

Martirologio Romano: En Amarante, lugar de Portugal, beato Gonzalo (Gundisalvus, Gonsalvo), presbítero de Braga, que después de una larga peregrinación por Tierra Santa ingresó en la Orden de Predicadores y más tarde se retiró a una ermita, ayudando a construir un puente y trabajando en bien de los habitantes del lugar con su oración y predicación (c. 1259).
Tagilde, del obispado de Braga, es el pueblo portugués que le vió nacer. Por la discreción que desde pequeño demostró el Arzobispo de Braga lo toma bajo su techo preparándolo para el sacerdocio. Luego le encomienda la Abadía de San Pelayo por sus cualidades. Es muy responsable y celoso de sus ovejas a las que acerca a Jesucristo más con las obras que con los sermones, por ello adopta unas ropas de mendigo y, arreciando en la penitencia, da en limosna a los pobres cuanto le llega.

Como tiene un deseo vivo de visitar los Santos Lugares, deja a un sobrino el cuidado de la Abadía y comienza su soñada peregrinación. Lleno de agradecimiento y con muchas lágrimas de pesar, Gonzalo contempla con admiración, mira piadoso, besa con cariño y venera con respeto lo que para la fe son monumentos. De hecho, el tiempo pasa insensible en su embeleso.

A los catorce años regresa para cuidar a sus ovejas. Ha sido muy larga la ausencia. La Abadía ha cambiado. El pastor se ha hecho lobo. Ha abandonado el cuidado y se ha dedicado al despojo. Entre comilonas, cacerías, vicios y vanidades se ha convertido de servidor en dueño. Como tantos. No obedece los requerimientos del tío y hasta lo echa con amenazas violentas, maltratándolo físicamente. Ya intentó antes demostrar su muerte para asegurarse el puesto.

El legítimo abad, aprendió mucho en Palestina. Se retira humillado y vencido. Recorre los alrededores y predica feliz el Evangelio; construye una pequeña ermita y se convierte en ermitaño orante solitario, predicador y consejero por los alrededores de Tamaca.

La Virgen le lleva a pasar una noche en el monasterio de Vimaro, de los dominicos. Allí es aceptado como religioso, recibe los hábitos, hace sus votos y edifica a todos con su piedad, mortificación y santidad.

Con la autorización del prelado, vuelve al oratorio de Amarante donde se entrega sin límites a la oración, penitencia y apostolado hasta el fin de su vida quemada en amor a Dios y en bien de los hermanos. Contrajo un gravísima enfermedad y se dispuso a morir como los mejores discípulos del Señor. Muere en manos de la Virgen el 10 de enero de 1260.

Aparte quedan los adornos. A la escueta y noble figura del santo la piedad, el cariño o la fantasía añadió notas poco probables, nada necesarias e imposibles de comprobar por la ciencia histórica, pero que embellecían de modo maravilloso y sobrenatural, como aureola, la grandeza de un hombre fiel. Fue el tiempo quien añadió los guiños que hacía a Jesús crucificado mientras mamaba los pechos de su ama de leche cuando era bebé; como las repetidas, frecuentes y casi continuas apariciones de la Virgen; y como el que los peces del río saltaban a la orilla ofreciéndose como vianda para quien predicaba a Jesucristo.

Fue beatificado por el Papa Pío IV en el año 1560.

Beato Gonzalo de Amarante, religioso presbítero
fecha: 10 de enero
fecha en el calendario anterior: 16 de enero
n.: 1187 - †: c. 1259 - país: Portugal
otras formas del nombre: Gonsalvo
canonización: B: Pío IV 1560
hagiografía: «Vidas de los santos», Alban Butler
En Amarante, lugar de Portugal, beato Gonzalo, presbítero de Braga, quien, después de una larga peregrinación por Tierra Santa, ingresó en la Orden de Predicadores, retirándose a una ermita, ayudó a construir un puente y trabajó en bien de los habitantes del lugar con su oración y predicación.

Debemos confesar que muchos de los incidentes en la vida del beato Gonsalo, hijo de una noble familia portuguesa, no inspiran gran confianza en la sobriedad de juicio de su biógrafo. Por ejemplo, éste empieza su libro contándonos que, al ser bautizado, el recién nacido fijó los ojos con gran amor en un crucifijo. Una vez ordenado sacerdote, cedió a un sobrino suyo el rico beneficio que le tocaba y emprendió una peregrinación de catorce años a Tierra Santa. Al regresar, su sobrino le repudió y le azuzó a los perros, como si se tratara de un malhechor. Gonsalo se sintió inclinado por divina inspiración a ingresar en la orden cuyo oficio empezara y terminara con el «Ave Maria». Entró, pues, en la Orden de Santo Domingo.
Los superiores le permitieron vivir como ermitaño, y el beato construyó casi sin ayuda un puente sobre el río Tamega. Cierta vez en que los labradores que le ayudaban no tenían vino, el beato, temiendo que por esta razón dejasen de trabajar, se puso en oración y al punto brotó vino de una roca. En otra ocasión, en que se habían terminado las provisiones, Gonsalo llamó a los peces, los cuales saltaron a la ribera, como si se disputaran el privilegio de ser comidos por tan justa causa. Igualmente leemos que «predicando una vez al pueblo, para hacer comprender a su auditorio los efectos de las censuras de la Iglesia, excomulgó al pan contenido en una canasta, que se corrompió como por encanto. Después, para mostrar que la Iglesia recibe en comunión a los que se arrepienten, humildemente, levantó la excomunión a la canasta, y los panes recobraron su color y sabor» (Procter, p. 3 ). Es de temer que en esta biografía la leyenda haya sustituido en gran parte a la historia.
El beato Gonzalo murió el 10 de enero, y su culto fue aprobado en 1560.
Ver Castiglio, Historia Generale di S. Domenico e dell'Ordine suo (1589), vol. I, pp. 299-304; Procter, Short Lives of Dominican Saints, pp. 1-4; Acta Sanctorum, 10 de enero. Se dice que el milagro de los peces ocurrió en repetidas ocasiones: «molte e diverse volte». El nombre es portugués y corresponde escribirlo con s, no con z.

 

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