jueves, 10 de enero de 2013

¡Ha Llegado el Reino de Dios!


Después de haber vivido la gran fiesta de Navidad en donde Papá Dios nos da el regalo más grande que es la Salvación y después de vivir como los reyes magos y los pastores reconocen al Emmanuel y le adoran en la Epifanía del Señor, nos adentramos en el Tiempo Ordinario que tiene como antesala a un Jesús en la region de Galilea invitandonos a la conversion. Jesús, como buen judío, se hace bautizar por Juan el Bautista el que lo había señalado como “el Cordero de Dios” (Jn. 1,36) y antes de comenzar su vida pública es guiado por el Espíritu al desierto donde fué tentado por el enemigo. Dios en su infinito amor no quiere que ninguno de nosotros nos perdamos. Que la alegría de la Navidad  por haber acogido al Salvador no sea solamente una alegría de momento sino un gozo pleno y total que nos aliente a seguir por el camino del bien, y es precisamente nuestra madre la Iglesia Católica con su sabiduría e inspiración divina quien nos toma de la mano y nos encamina por la senda de la conversion por medio de los Evangelios estructurados de este tiempo litúrgico.
Fué precisamente en esa area de Galilea en donde Jesús empezaría su vida pública. Una region pagana muy densamente poblada, muy fertil, abierta a nuevas ideas y doctrinas, gente trabajadora y muy respetuosa. La ciudad de Cafarnaum era la metropolis por donde todo transeunte, todo comerciante tenía que pasar ya que estaba situada en el cruce de los caminos que conducian a Egipto, Babilonia, Africa, Asia y Europa. Este era el escenario perfecto para que Jesús empezara si misión. Los prodigios y milagros no se hicieron esperar. En ninguna otra region de Israel Jesús obró más milagros que en esta region del norte del país, la region de Galilea. Aquí Jesús dió de comer a cinco mil hombres sin contar las mujeres y niños, sanó muchos enfermos, liberó a varios de las garras del demonio e hizo la invitación a sus primeros discípulos en esta bella region del lago.
A todo lugar donde Jesús se presentaba, exhortaba a los presentes a dejar la vida de pecado porque el Reino de los Cielos estaba cerca. Ya el Bautista había preparado el camino e invitado a la conversión pero la invitación de Jesús iva acompañada de grandes prodigios para todos aquellos incredulous que necesitan ver para creer. ¿Es realmente importante la conversion? Si Dios le da importancia, es importante. El Evangelio nos enseña que para Dios lo más importante que puede hacer una persona es convertirse de su vida de pecado y empezar una vida llena de buenas obras y es por eso que Jesús en Mateo 4,17 hace la invitación a la conversión porque había llegado el Reino de Dios. Esque cuando alguien dice de corazón, “he pecado; misericordia Señor que soy un picador” entonces es cuando Dios tiene la oportunidad de decirle “Yo te perdono”. Todos los profetas del Antiguo Testamento (Jeremías, Isaías, Ezequiel, Daniel, Jonás, Oseas, etc..) insisten en que lo que Dios más desea de nosotros es que abandonemos nuestra vida de pecado y empecemos a portarnos de la major manera posible. Eso se llama conversión. El Apóstol San Pedro después de haber sido llenado del Espíritu Santo en Pentecostés sale impulsado por el poder divino a proclamar a Jesús resucitado y a decirle atoda esa gente reunida que era necesario convertirse, dejar la vida de pecado y empezar una vida agradable a Dios (Hecos 2,38). La Virgen María en Lourdes y Fátima ha venido desde el cielo a decirnos que es necesario convertirnos de nuestra vida de pecado y empezar una vida nueva de santidad agradable a Dios.
Muchos de nosotros hemos celebrado con júbilo el nacimiento del Niño Jesús y despedido el año 2010. Y quizas muchos de nosotros nos hemos forjado nuevos retos, hemos prometido bajar de peso en este año nuevo, mejorar nuestra situación económica, buscar ser más felices, mejorar nuestra salud, pero cuantos de nosotros hemos echo el propósito que para este nuevo año 2011, que comenzó hace una semana, seremos mejores hijos, mejores esposos, mejores discípulos de Jesucristo. Como seres humanos nuestro enfoque está en nuestra naturaleza y sus necesidades, pero también somos espíritu y de ahí es que se desprende todo. Papá Dios ha compartido a su único Hijo para no perecer sino para tener vida en abundancia. Que lo vivido en Navidad no sea una llamarada que el viento de las adversidades, del consumismo y la falta de compromiso extermine. El Reino de Dios, el Emmanuel está con nosotros. Busquemos primero el Reino de Dios y todo lo demás nos vendrá como añadidura.

No hay comentarios: