sábado, 26 de enero de 2013

Jesús predica el Evangelio

Marcos 3, 20-21. Tiempo Ordinario. Contemplemos el ejemplo de Cristo e imitémosle en esa locura por hacer el bien a los demás.
 
Jesús predica el Evangelio
Del santo Evangelio según san Marcos 3, 20-21

En aquel tiempo volvió Jesús con sus discípulos a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: Está fuera de sí.

Oración introductoria

Jesucristo, permite que esta meditación me lleve a entregarme sin reservas a mi misión. Tú me has mostrado el camino, nada fácil, pero seguro a la felicidad. Quiero enamorarme y ser fiel a mi vocación, por eso te suplico el don de vivir solamente para Ti.

Petición

Señor, Tú sabes que te amo, pero acrecienta mi amor.

Meditación del Papa

En el fondo, se trata de la decisión entre el egoísmo y el amor, entre la justicia y la injusticia; en definitiva, entre Dios y Satanás. Si amar a Cristo y a los hermanos no se considera algo accesorio y superficial, sino más bien la finalidad verdadera y última de toda nuestra vida, es necesario saber hacer opciones fundamentales, estar dispuestos a renuncias radicales, si es preciso hasta el martirio. Hoy, como ayer, la vida del cristiano exige valentía para ir contra corriente, para amar como Jesús, que llegó incluso al sacrificio de sí mismo en la cruz. Así pues, parafraseando una reflexión de san Agustín, podríamos decir que por medio de las riquezas terrenas debemos conseguir las verdaderas y eternas. En efecto, si existen personas dispuestas a todo tipo de injusticias con tal de obtener un bienestar material siempre aleatorio, ¡cuánto más nosotros, los cristianos, deberíamos preocuparnos de proveer a nuestra felicidad eterna con los bienes de esta tierra!. (Benedicto XVI, 23 de septiembre de 2007).

Reflexión

A primera vista parece que este Evangelio habla mal de Cristo en vez de hablar bien. Pero si leemos entre líneas encontraremos que no es así. Cristo se consagró al Padre para cumplir una misión dada, concreta e importantísima, que era precisamente la salvación de todos los hombres. Y Cristo, sabiendo la responsabilidad que tenía y teniendo un amor infinito hacia el Padre, no dudaba en sacrificar nada para cumplir su misión, por amor al Padre y a los hombres.

Si tenía que predicar todo el día, lo hacía, aunque esto implicara quedarse sin comer, aunque no durmiera, aunque apenas tuviera tiempo para descansar. Hasta cierto punto, es normal que sus parientes, al verle, dijeran "está fuera de sí." Y claro, una persona apasionada por llevar el Evangelio a todas las gentes no puede hacer otra cosa que aparecer como un loco delante de los hombres. Pero delante de Dios, es un héroe, pues su principal motivación es el amor. Contemplemos el ejemplo de Cristo e imitémosle en esa locura por hacer el bien a los que nos rodean, por amor a Cristo y su Reino.

Propósito

Examinar qué tanto dejo que me influya el qué dirán de los demás en mis decisiones.

Diálogo con Cristo

Señor, yo tampoco quiero dar importancia al «qué dirán» ni quiero dejarme influenciar por el ambiente, desgraciadamente cada vez más alejado de tu verdad y de tu amor. No me debe interesar el grado de popularidad, ni la simpatía que mi estilo de vida pueda provocar en los demás. Yo sólo quiero que mi testimonio acerque a más personas a tu amor, por ello dame la luz para saber ser ese imán, no para mi vanagloria, sino únicamente para tu gloria, Señor. 


sábado 26 Enero 2013
Memoria de Santos Timoteo y Tito, Obispos, compañeros de San Pablo




Leer el comentario del Evangelio por
Concilio Vaticano II : Timoteo y Tito, sucesores de los apóstoles

Lecturas

San Pablo a Tito 1,1-5.

Carta de Pablo, servidor de Dios y Apóstol de Jesucristo para conducir a los elegidos de Dios a la fe y al conocimiento de la verdadera piedad,
con la esperanza de la Vida eterna. Esta Vida ha sido prometida antes de todos los siglos por el Dios que no miente,
y a su debido tiempo, él manifestó su Palabra, mediante la proclamación de un mensaje que me fue confiado por mandato de Dios, nuestro Salvador.
A Tito, mi verdadero hijo en nuestra fe común, le deseo la gracia y la paz que proceden de Dios, el Padre, y de Cristo Jesús, nuestro Salvador.
Te he dejado en Creta, para que terminaras de organizarlo todo y establecieras presbíteros en cada ciudad de acuerdo con mis instrucciones.


Salmo 96(95),1-2a.2b-3.7-8a.10.

Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre,
día tras día, proclamen su victoria.


Anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.
Aclamen al Señor, familias de los pueblos,
aclamen la gloria y el poder del Señor;

aclamen la gloria del nombre del Señor.
Entren en sus atrios trayendo una ofrenda,
Digan entre las naciones: "¡El Señor reina!
El mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud".



Lucas 10,1-9.

Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;
curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Concilio Vaticano II
Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos “Christus Dominus”, 1-2,6 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana rev.)

Timoteo y Tito, sucesores de los apóstoles

Cristo Señor, Hijo de Dios vivo, que vino a salvar del pecado a su
pueblo y a santificar a todos los hombres, como El fue enviado por el
Padre, así también envió a sus Apóstoles (Jn 20,21), a quienes santificó,
comunicándoles el Espíritu Santo, para que también ellos glorificaran al
Padre sobre la tierra y salvaran a los hombres "para la edificación del
Cuerpo de Cristo" (Ef., 4,12), que es la Iglesia. En esta Iglesia de
Cristo, el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, a quien confió Cristo
el apacentar sus ovejas y sus corderos(Jn 21,15s), goza por institución
divina de potestad suprema, plena, inmediata y universal para el cuidado de
las almas... Pero también los Obispos, por su parte, puestos por el
Espíritu Santo, ocupan el lugar de los Apóstoles como pastores de las
almas, y juntamente con el Sumo Pontífice y bajo su autoridad, son enviados
a actualizar perennemente la obra de Cristo, Pastor eterno. Ahora bien,
Cristo dio a los Apóstoles y a sus sucesores el mandato y el poder de
enseñar a todas las gentes y de santificar a los hombres en la verdad y de
apacentarlos. Por consiguiente, los Obispos han sido constituidos por el
Espíritu Santo, que se les ha dado, verdaderos y auténticos maestros de la
fe, pontífices y pastores... Los Obispos, como legítimos sucesores de
los Apóstoles y miembros del Colegio Episcopal, reconózcanse siempre unidos
entre sí y muestren que son solícitos por todas las Iglesias, porque por
institución de Dios y exigencias del ministerio apostólico, cada uno debe
ser fiador de la Iglesia juntamente con los demás Obispos. Sientan, sobre
todo, interés por las regiones del mundo en que todavía no se ha anunciado
la palabra de Dios y por aquellas en que, por el escaso número de
sacerdotes, están en peligro los fieles de apartarse de los mandamientos de
la vida cristiana e incluso de perder la fe. Por lo cual pongan todo su
empeño en que los fieles sostengan y promuevan con ardor las obras de
evangelización y apostolado.


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