sábado, 5 de enero de 2013

LA IGLESIA



LA IGLESIA

COMUNIDAD

 DE SALVACIÓN                   

La palabra “iglesia” viene del griego y significa “asamblea”, “concurrencia”, “congregación” convocada para un acto religioso.
La Iglesia fue prefigurada y anunciada por el antiguo pueblo de Israel, con el que Dios hizo una alianza y al que constituyó como pueblo de su propiedad.
Jesús dio el nombre de “Iglesia” al grupo de sus seguidores, dirigidos y orientados por Pedro, a quien puso como su fundamento. En el Evangelio de san Mateo, leemos:
“Y Yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella” (Mateo 16, 18).
La primera generación de cristianos adoptó el término “iglesia” para denominar tanto a las comunidades locales, como a la comunidad universal de testigos y seguidores de Jesús.
La Iglesia, dice la Teología, nació del costado abierto de Jesús en la cruz, de donde brotaron sangre y agua, y se consolidó el día de Pentecostés, con el don del Espíritu Santo prometido por él a los apóstoles.
A partir de entonces, nos dice el libro de los Hechos, quienes creían en Jesús y eran bautizados,  “acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones… Todos vivían unidos y tenían todo en común… Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo” (2, 42.44.47)
La Iglesia es
  • La familia de Dios.
  • El Nuevo Pueblo de Dios, constituido por hombres y mujeres de todo el mundo, sin distinción.
  • El Cuerpo de Cristo, en el que Jesús es la cabeza y nosotros somos los miembros.
  • Una comunidad de salvación: el grupo de los seguidores de Jesús, que se reúne para celebrar, que ora y que da testimonio del Evangelio de su Maestro.
En la Iglesia, el Espíritu Santo nos anima para que seamos verdaderos discípulos de Jesús y testigos de su Evangelio.

CARACTERÍSTICAS DE LA IGLESIA

Decimos que la Iglesia es:
  • UNA, porque cree en un solo Dios, en un solo Mediador, que es Jesucristo, y en un solo Espíritu que la inspira; porque permanece unida en la fe a pesar de las dificultades; porque celebra unida esa fe en el culto y en los sacramentos; y porque proviene y está sostenida por la sucesión apostólica. Unidad no significa sin embargo, uniformidad. En la Iglesia hay una sola fe, pero diversidad de dones, de pueblos y de culturas.
  • SANTA, porque es de Dios y para Dios, y Dios es santo; porque el Espíritu Santo prometido por Jesús la santifica; y porque es la depositaria de los bienes de la salvación: la fe, los sacramentos y los servicios o ministerios. La santidad de la Iglesia se realiza en sus miembros. Todos los miembros de la Iglesia estamos llamados a ser santos, y a vivir en una permanente actitud de conversión.
  • CATÓLICA, es decir universal; porque se extiende por todo el mundo y predica la fe íntegra, verdadera y auténtica. La Iglesia realiza la catolicidad llevando el mensaje de Jesús a los más apartados rincones de la tierra.
  • APOSTÓLICA; porque está fundamentada en la fe y el testimonio de los apóstoles, y conserva su relación con ellos por el Sacramento del Orden, en una sucesión ininterrumpida en la historia. La Iglesia realiza su apostolicidad por medio de sus miembros: todos los que pertenecemos a la Iglesia estamos llamados a ser misioneros y a anunciar con nuestra vida y nuestras palabras el mensaje de Jesús.
La Ley de la Iglesia es el Mandamiento del amorAmor a Dios sobre todas las cosas y amor al prójimo como a nosotros  mismos.
La misión de la Iglesia es ser signo e instrumento de unidad de los hombres y mujeres entre sí, y de ellos y ellas  con Dios.
Su fin último es la extensión del Reino de Dios – el reinado de Dios – en toda la tierra.  Anunciar por todas partes y a todos los hombres y mujeres del mundo, que nuestro Padre Dios nos ama tanto, que envió a su Hijo Jesús, para que nos redimiera, para que nos devolviera la Vida Eterna que perdimos por el pecado.

ORGANIZACIÓN JERÁRQUICA DE LA IGLESIA

La Iglesia está organizada jerárquicamente, por voluntad de Jesús. La máxima autoridad es el PAPA, sucesor de san Pedro, y el COLEGIO EPISCOPAL, formado por los OBISPOS de todo el mundo, sucesores de los apóstoles; luego están los PRESBíTEROS y los DIÁCONOS.
Ocupan un lugar especial en la Iglesia, los bautizados que se consagran con un modo de vida particular y hacen realidad los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia.
El Papa y el Colegio Episcopal reunido alrededor del Papa en un Concilio, tienen el don de la INFALIBILIDAD. Este don especial del Espíritu Santo hace posible que en sus decisiones sobre verdades de fe o de moral, no se equivoquen.

SER LAICO EN LA IGLESIA

En su Primera Carta a los Corintios, san Pablo compara a la Iglesia con un cuerpo. El cuerpo tiene muchos miembros, dice,  y cada uno desempeña una función determinada y exclusiva; del mismo modo, la Iglesia, Cuerpo de Cristo, tiene muchos miembros, y en ella, cada uno de nosotros tiene su misión propia, en la que no pude ser reemplazado ni sustituido por nadie (cf. 1 Corintios 12, 12 ss).
En la Iglesia, Cuerpo de Cristo, junto a los pastores y maestros: el Papa, los Obispos, los Sacerdotes, los Religiosos,  que tienen una misión concreta y muy propia, a la que han sido llamados por una vocación especial, estamos nosotros los LAICOS, que tenemos nuestra propia misión, nuestra propia tarea, no menos importante.
La palabra “laico” viene del griego y significa “pueblo”. Los laicos somos el “pueblo de Dios”, quienes vivimos en las actividades ordinarias del mundo.
Ser laico en la Iglesia no es, de ningún modo, ser un cristiano católico de segunda categoría, como piensan algunos, o considerar que no se tienen responsabilidades qué cumplir, como piensan otros.
Ser laico en la Iglesia es: ser luz que tiene como función iluminar; ser sal que está destinada a dar sabor; ser levadura que debe fermentar la masa, según palabras de Jesús en el Evangelio de san Mateo:
“Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo…  Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mateo 5, 13-16).
Ser laico en la Iglesia es:
  • Hacer presente en el mundo, en medio de la sociedad a la que se pertenece, la salvación que nos trajo Jesús.
  • Comprometerse a trabajar, en el lugar que se ocupa en la sociedad, para que el Reino de Dios llegue a todos los rincones de la tierra, a todos los hombres y mujeres del mundo, mediante la oración, el ofrecimiento de los dolores y sufrimientos, el testimonio de vida, la ayuda económica, etc.
  • Ser excelente padre de familia, excelente esposo(a), excelente hijo(a), excelente hermano(a), excelente amigo(a), excelente compañero(a), excelente vecino(a).
  • Ser excelente ciudadano(a), excelente profesional, excelente empleado(a), excelente obrero(a), excelente dirigente.
  • Ser fiel testigo de Jesús con las palabras y con las obras.
  • Trabajar sin descanso por el bien común, ser solidario, ser tolerante, ser comprensivo y colaborador.
Y es también, y de un modo especial, ser constructor de la paz, animador de la comunidad, buscador de la justicia y el amor.
El Concilio Vaticano II nos dice:
“Cada laico debe ser ante el mundo un testigo de la Resurrección y de la vida del Señor Jesús y una señal del Dios vivo” (Constitución Lumen Gentium N. 38).

ORACIÓN POR LA IGLESIA

Padre bueno,  queremos pedirte hoy por la Iglesia, tu familia,extendida por toda la tierra, y encargada de anunciar a todos los hombres y mujeres, el mensaje de salvación de Jesús, tu Hijo amado.
Ayúdala a mantenerse unida en la fe, el amor y la esperanza.
Ayúdala a ser luz que ilumine con tu verdad el corazón y la vida de quienes se sienten sumidos en la oscuridad.
Ayúdala a ser testigo fiel y generoso de tu amor misericordioso.
Protege al Santo Padre, y guíalo en el cumplimiento de la enorme tarea que le confiaste.
Fortalece a los Obispos en su misión de maestros y pastores de tu pueblo.
Da a los sacerdotes las gracias que necesitan para ser fieles dispensadores de tus dones, modelos de santidad y de entrega a la causa de los más débiles.
Y a nosotros, los fieles laicos, haznos capaces de ser testigos de tu bondad en medio de la sociedad en la que vivimos. Amén.

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