jueves, 10 de enero de 2013

La Paga de Dios es Gracia


Se puede suponer a los fariseos como oyentes de la parábola, pues se rechaza su concepto de que el hombre pueda estar con Dios en relación puramente jurídica.
“Porque semejante es el reino de los cielos” – introducción formularia de Mateo – “a un amo de casa” , seguramente a un gran terrateniente. El amo, “al rayar el alba salió a alquilar trabajadores para su viña”, jornaleros libres que por un jornal fijo y por un tiempo determinado prestaban trabajo igualmente determinado. Antes de que el Islam, que prohíbe el vino, conquistara Palestina, eran frecuentes las viñas…A las nueve, a las doce, a las quince y hasta las diecisiete horas , sigue el amo saliendo a buscar jornaleros a la calle. Acaso se trate de la vendimia, en que el sol se pone tarde. El Amo cumple lo que ordena el Antiguo Testamento: “Le pagarás (al jornalero) el mismo día, antes de ponerse el sol, el salario de su trabajo, porque es pobre y con él sustenta su vida, no sea clame contra ti al Señor y se te impute a culpa” (Dt. 24,15). El mayordomo ha de empezar a pagar por los postreros, a fin de que los primeros sean testigos de la bondad del señor: Pero murmuran: “Estos postreros han hecho obra de una hora y los has equiparado con nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor. Pero el amo contestó a uno de ellos: Amigo no te agravio. ¿No convenimos en un denario?. Pues toma lo que es tuyo y vete, pues yo quiero dar a este lo mismo que a ti. ¿O es que no puedo hacer de lo mío lo que quiera?, ¿tengo que pedirte a ti permiso?. ¿O es tu ojo malo porque yo soy bueno?”. Efectivamente, la envidia y avaricia hacen murmurar a los obreros de primera hora: “Maligno es el ojo del envidioso; vuelve su cara al otro lado y desprecia su misma alma. No se sacia el ojo avaro con una porción justa; no se saciará hasta tanto que haya consumido y secado su vida. El ojo maligno está fijo en el mal; no se saciará de pan; se estará famélico y melancólico en la mesa” (Ecli 14, 8-10). “Mira que es mala cosa el ojo maligno. ¿Hay en el mundo cosa peor que semejante ojo?. Por eso derramará lagrimas por toda su cara, cuando mirare” (Ecli 31, 14-15). Sin embargo, el fin de la parábola no es tanto descubrir el corazón de los hombres, cuanto revelar el de Dios que, por pura bondad, da salario igual por trabajo desigual: “Gustad y ver cuan bueno es el Señor” (Sal 34,9). Amor es justicia sobreabundante y el que quiere fijar a Dios en la mera justicia, no ve que, por razón de nuestras propias obras, jamás pudiéramos esperar de Dios una paga. La paga de Dios es siempre indebida, es gracia.

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