viernes, 18 de enero de 2013

MARÍA, MADRE DE DIOS, San Bernardo

 
 
MARÍA, MADRE DE DIOS.
San Bernardo
NO ERES MAS SANTO PORQUE NO ERES MAS DEVOTO DE MARÍA.
(San Bernardo)
 
"Y dijo María al ángel: ¿cómo puede ser esto, sino conozco varón? Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo y por eso lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. Y he aquí que Isabel, tu parienta, también ha concebido un hijo en su vejez, porque no hay cosa alguna imposible para Dios. Y dijo María: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra."
"Y dijo María al ángel: ¿cómo puede ser esto, si no conozco varón?" Primero, sin duda, María calló como prudente, cuando todavía dudosa pensaba entre sí, qué salutación sería ésta, queriendo más por su humildad no responder que temerariamente hablar lo que no. sabía. Pero ya confortada, y habiéndolo premeditado bien, hablándole en lo exterior el ángel, pero persuadiéndola interiormente Dios -que estaba con ella según lo que dice el ángel: "El Señor es contigo"-, expeliendo sin duda la fe al temor, la alegría al empacho, dijo al ángel: "¿cómo puede ser esto, si no conozco varón?"
No duda del hecho, sino que pregunta acerca del modo y del orden, no pregunta si se hará esto, sino cómo se hará. Al modo que si dijera: sabiendo mi Señor que su esclava tiene hecho voto de virginidad, ¿con qué disposición, con qué orden le agradará que se haga esto? Si Su Majestad ordena otra cosa, si dispensa este voto para tener tal Hijo, alégrome del Hijo que me da, pero me duele la dispensa del voto; sin embargo, hágase su voluntad en todo; pero si he de concebir virgen y virgen también he de alumbrar, lo cual ciertamente no es imposible, entonces ciertamente conoceré que miró la humildad de su esclava.
"¿Cómo pues se hará esto, ángel del Señor, si no conozco varón?" Y respondiendo el ángel le dijo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo". Había dicho antes que estaba llena de gracia; pues ¿cómo dice ahora "el Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo?" ¿Por ventura podría estar llena de gracia y no tener todavía al Espíritu Santo, siendo Él el dador de todas las gracias? Y si el Espíritu Santo estaba en ella, ¿cómo se le vuelve a prometer que vendrá sobre ella nuevamente? Por esto sin duda no se dijo vendrá "a ti", sino que vendrá "sobre ti", porque aunque a la verdad primero estuvo con María por su copiosa gracia, ahora se le anuncia que vendrá sobre ella por la más abundante plenitud de la gracia que en ella ha de derramar.
Pero estando ya llena, ¿cómo podria caber en ella algo más? Y si todavía puede caber más en ella, ¿cómo se ha de entender que antes estaba ya llena de gracia? La primera gracia había llenado solamente su alma y la siguiente había de llenar también su seno a fin de que la plenitud de la Divinidad, que ya habitaba en ella antes espiritualmente como en muchos de los Santos, comenzase también a habitar corporalmente corno en ninguno de los mismos.
Dice "el Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo"-. Y ¿qué quiere decir "y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo?" El que pueda entender, que entienda. Porque exceptuada acaso la que sola mereció experimentar en sí esto felicísimamente, ¿quién podrá percibir con el entendimiento y discernir con la razón de qué modo aquel esplendor inaccesible del Verbo eterno se infundió en las virginales entrañas, y para que pudiese sostener que el inaccesible se acercase a ella, de la partecia del mismo cuerpo a la cual se unió Él mismo, hiciera sombra a todo lo demás? Quizá por esto principalmente se dijo: "Te cubrirá con su sombra", pues sin duda este hecho era un misterio, y lo que la Trinidad sola por sí misma en sola y con sola la Virgen quiso obrar, sólo se concedió saberlo a quien sólo se concedió experimentarlo. Dígase "el Espíritu Santo vendrá sobre ti", el cual con su poder te hará fecunda, "y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo", esto es, aquel modo con que concebirás del Espíritu Santo a Cristo, virtud y sabiduría de Dios, lo encubrirá y ocultará en su secretísimo consejo haciendo sombra, de suerte que sólo será conocido de Él y de ti.
Como si el ángel respondiera a la Virgen: ¿por qué me preguntas a mí lo que experimentarás en ti dentro de poco? Lo sabrás, lo sabrás y felicísimamente lo sabrás, siendo tu Doctor el mismo que es el Autor. Yo he sido enviado a anunciar la concepción virginal, no a crearla. Ni puede ser enseñada sino por quien la da, ni puede ser aprendida sino por quien la recibe. "Y por eso también lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios", esto es, no sólo el que viniendo del seno del Padre a ti te cubrirá con su sombra, sino también lo que de tu sustancia unirá en sí, desde aquel instante, se llamará Hijo de Dios, y el que es engendrado por el Padre antes de todos los siglos, se reputará desde ahora Hijo tuyo. De tal suerte lo que nació del mismo Padre será tuyo y lo que nacerá de ti será suyo, que no serán dos hijos, sino uno solo. Y aunque ciertamente una cosa es de ti y otra cosa es de Él, sin embargo, ya no será de cada uno lo suyo, sino que un solo Hijo será de los dos.
"Por eso también lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios". Atiende, oh hombre, con cuánta reverencia dijo el ángel: "lo santo que nacerá de ti". Dice lo santo absolutamente sin añadir otra cosa, y esto sin duda porque no encontraba palabras con que nombrar propia y dignamente aquello tan singular, aquello tan magnífico, aquello tan venerable, que formado de la purísima carne de la Virgen, se había de unir con su alma al único del Padre. Si dijera carne santa u hombre santo, o cualquiera cosa semejante, le parecería poco. Por eso dijo "santo" indefinidamente, porque cualquiera cosa que sea lo que la Virgen engendró, es santo sin duda y singularmente santo, así por la santificación del Espíritu como por la asunción del Verbo.
"Y he aquí que Isabel, tu parienta, ha concebido un hijo en su vejez". ¿Qué necesidad había de anunciar a la Virgen la concepción de esta estéril? ¿Por ventura por estar dudosa todavía e incrédula la quiso asegurar el ángel con este prodigio? Nada de eso. Leemos que la incredulidad de Zacarías fue castigada por este mismo ángel, pero no leemos que María fuese reprendida en cosa alguna, antes bien, reconocemos alabada su fe en lo profetizado por Isabel: "Bienaventurada eres por haber creído, porque todo lo que te ha sido dicho de parte del Señor será cumplido en ti." Se participa a la Virgen la concepción de su prima para que añadiéndose un milagro a otro milagro se aumente su gozo con otro gozo. Ciertamente era preciso fuese inflamada anticipadamente con un no pequeño incendio de amor y. alegría, la que había de concebir luego al Hijo del amor paterno en el gozo del Espíritu Santo. Ni podía caber si en un devotísimo y alegrísimo corazón tanta afluencia de dulzura y de gozo.
O tal vez se notifica esto a María porque era razón que un prodigio que se debía divulgar después por todas partes, lo supiera la Virgen por el ángel antes que lo oyese de los hombres, para que no pareciese que la Madre de Dios estaba apartada de los consejos de su Hijo, si permanecía ignorante en las cosas que tanto le interesaban.
O bien para que siendo instruida, así de la venida del Salvador corno de la venida del Precursor, y fijando en la memoria el tiempo y el orden de las cosas, refiera después mejor la verdad a los Escritores y Predicadores del Evangelio, como quien ha sido informada desde el principio por noticias que el cielo le ha comunicado de todos los misterios.
O quizá para que oyendo hablar de una parienta suya anciana y estado avanzado, piense ella que es joven en obsequiarla, y dándose prisa a visitarla, se dé de este modo lugar y ocasión al niño Profeta de ofrecer las primicias de su servicio a su Señor, y fomentándose mutuamente la devoción de ambas madres, excitada por uno y otro infante, se haga más admirable un milagro con otro milagro.
Pero mira cristiano, estas cosas tan magníficas que escuchas anunciadas por el ángel, no las esperes cumplidas por él. Y si preguntas por quién, oye al mismo tiempo que te dice: "para Dios nada es imposible". Como si dijera: Esto que tan firmemente prometo, lo presumo en el poder de quien me envió, no en el mío, "porque para Dios nada es imposible." ¿Qué será imposible para aquel Señor que hizo todas las cosas con el poder de su palabra? Y fíjate que llaman la atención las palabras, el no decir expresamente "porque no será imposible para Dios" todo hecho sino "toda palabra" ["quia non est impossibile apud Deum omne verbum" = "para Dios nada es imposible"]. Tal vez se dijo "toda palabra" porque así como pueden hablar los hombres tan fácilmente lo que quieren, aún aquello que de ningún modo pueden hacer, así también y aún sin comparación con mayor facilidad puede Dios cumplir con la obra todo lo que ellos pueden explicar con las palabras. Lo diré más claramente: si fuera tan fácil a los hombres hacer como decir lo que quieren, tampoco para ellos sería imposible toda palabra. Más porque como dice el proverbio, del dicho al hecho hay un gran trecho, no respecto de Dios sino respecto de los hombres, para solo Dios, en quien es lo mismo hacer que hablar y lo mismo hablar que querer, no será imposible toda palabra.
Pudieron prever y predecir los Profetas que la Virgen o la estéril habían de concebir y alumbrar, ¿pero pudieron hacer por ventura que concibiese y alumbrase? Mas Dios les dio a ellos el poder de predecirlo, con la facilidad con que entonces pudo predecirlo por medio de ellos, pudo ahora, cuando quiso, cumplir por sí mismo lo que había prometido. Porque en Dios ni la palabra se diferencia de la intención porque es Verdad, ni el hecho de la palabra, porque es Poder, ni el modo del hecho, porque es Sabiduría, y por eso no será imposible para Dios toda palabra.
Oísteis, oh Virgen, el hecho, oísteis también el modo. Lo uno y lo otro es cosa maravillosa, lo uno y lo otro es cosa agradable. Gozáos, pues, hija de Sión, alegraos, hija de Jerusalén. Ya que ha dado el Señor a vuestros oídos gozo y alegría, oigamos de vuestra boca la respuesta que deseamos, para que con ella entre la alegría y gozo en nuestros huesos afligidos y humillados. Oísteis, vuelvo a decir, el hecho y lo creísteis: creed lo que oísteis también acerca del modo. Oísteis que concebiréis y daréis a luz un hijo; oísteis que no será por obra de varón sino por obra del Espíritu Santo. Mirad que el ángel aguarda vuestra respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió.
Esperamos también nosotros, Señora, esta palabra de misericordia, a los cuales tiene condenado a muerte la divina sentencia, de la que seremos librados por vuestra palabra. Ved que se pone en vuestras manos el precio de nuestra salud, al punto seremos librados si consentís. Por la palabra eterna de Dios fuimos todos creados y con todo eso morimos, pero por vuestra breve respuesta seremos ahora restablecidos para no volver a morir. Os suplica esto, oh piadosa Virgen, el triste Adán desterrado del paraíso con toda su miserable posteridad. Abraham y David con todos los otros Santos Padres, los cuales están detenidos en la región de la sombra de la muerte. Esto mismo os pide el mundo todo postrado a vuestros pies.
SAN BERNARDO (Tomado de su libro "Las grandezas de María ")

TODO EL MUNDO ESPERA LA RESPUESTA DE MARÍA
De las Homilías de San Bernardo, Abad, sobre las excelencias de la Virgen Madre
(Homilía 4, 8-9: Opera Omnia, Edición Cisterciense, 4 [1966] 53-54)
Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el Ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia.
Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida.
Esto te suplica, oh piadosa Virgen, el triste Adán, desterrado del paraíso con toda su miserable posteridad. Esto Abrahán, esto David, con todos los santos antecesores tuyos, que están detenidos en la región de la sombra de la muerte; esto mismo te pide el mundo todo, postrado a tus pies.
Y no sin motivo aguarda con ansia tu respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje.
Da pronto tu respuesta. Responde presto al Ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del Ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna.
¿Por qué tardas? ¿Qué recelas? Cree, di que sí y recibe. Que tu humildad se revista de audacia, y tu modestia de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal se olvide aquí de la prudencia. En este asunto no temas, Virgen prudente, la presunción; porque, aunque es buena la modestia en el silencio, más necesaria es ahora la piedad en las palabras.
Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento.

LA MADRE ESTABA JUNTO A LA CRUZ
Aquí está –dice la Virgen- la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
De los sermones de san Bernardo, abad
Sermón, domingo infraoctava de la Asunción
El martirio de la Virgen queda atestiguado por la profecía de Simeón y por la misma historia de la pasión del Señor. Éste –dice el santo anciano, refiriéndose al niño Jesús– está puesto como una bandera discutida; y a ti –añade, dirigiéndose a María– una espada te traspasará el alma.
En verdad, Madre santa, una espada traspasó tu alma. Por lo demás, esta espada no hubiera penetrado en la carne de tu Hijo sin atravesar tu alma. En efecto, después que aquel Jesús –que es de todos, pero que es tuyo de un modo especialísimo– hubo expirado, la cruel espada que abrió su costado, sin perdonarlo aun después de muerto, cuando ya no podía hacerle mal alguno, no llegó a tocar su alma, pero sí atravesó la tuya. Porque el alma de Jesús ya no estaba allí, en cambio la tuya no podía ser arrancada de aquel lugar. Por tanto, la punzada del dolor atravesó tu alma, y, por esto, con toda razón, te llamamos más que mártir, ya que tus sentimientos de compasión superaron las sensaciones del dolor corporal.
¿Por ventura no fueron peores que una espada aquellas palabras que atravesaron verdaderamente tu alma y penetraron hasta la separación del alma y del espíritu: Mujer, ahí tienes a tu hijo? ¡Vaya cambio! Se te entrega a Juan en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al discípulo en lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple hombre en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de atravesar tu alma, tan sensible, estas palabras, cuando aun nuestro pecho, duro como la piedra o el hierro, se parte con sólo recordarlas?
No os admiréis, hermanos, de que María sea llamada mártir en el alma. Que se admire el que no recuerde haber oído cómo Pablo pone entre las peores culpas de los gentiles el carecer de piedad. Nada más lejos de las entrañas de María, y nada más lejos debe estar de sus humildes servidores.
Pero quizá alguien dirá: «¿Es que María no sabía que su Hijo había de morir?» Sí, y con toda certeza. «¿Es que no sabía que había de resucitar al cabo de muy poco tiempo?» Sí, y con toda seguridad. «¿Y, a pesar de ello, sufría por el Crucificado?» Sí, y con toda vehemencia. Y si no, ¿qué clase de hombre eres tú, hermano, o de dónde te viene esta sabiduría, que te extrañas más de la compasión de María que de la pasión del Hijo de María? Este murió en su cuerpo, ¿y ella no pudo morir en su corazón? Aquélla fue una muerte motivada por un amor superior al que pueda tener cualquier otro hombre; esta otra tuvo por motivo un amor que, después de aquél, no tiene semejante.
Oración
Señor, tú has querido que la Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; haz que la Iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

CONVIENE MEDITAR LOS MISTERIOS DE SALVACIÓN
De los sermones de san Bernardo, abad
Sermón sobre el acueducto: Opera Omnia
El Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. ¡La fuente de la sabiduría, la Palabra del Padre en las alturas! Esta Palabra, por tu mediación, Virgen santa, se hará carne, de manera que el mismo que afirma: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí podrá afirmar igualmente: Yo salí de Dios, y aquí estoy.
En el principio –dice el Evangelio– ya existía la Palabra. Manaba ya la fuente, pero hasta entonces sólo dentro de sí misma. Y continúa el texto sagrado: Y la Palabra estaba junto a Dios, es decir, morando en la luz inaccesible; y el Señor decía desde el principio: Mis designios son de paz y no de aflicción. Pero tus designios están escondidos en ti, y nosotros no los conocemos; porque ¿quién había penetrado la mente del Señor?, o ¿quién había sido su consejero?
Pero llegó el momento en que estos designios de paz se convirtieron en obra de paz: La Palabra se hizo carne y ha acampado ya entre nosotros; ha acampado, ciertamente, por la fe en nuestros corazones, ha acampado nuestra memoria, ha acampado en nuestro pensamiento y desciende hasta la misma imaginación. En efecto, ¿qué idea de Dios hubiera podido antes formarse el hombre que no fuese un ídolo fabricado por su corazón? Era incomprensible e inaccesible, invisible y superior a todo pensamiento humano; pero ahora ha querido ser comprendido, visto, accesible a nuestra inteligencia.
¿De qué modo?, te preguntarás. Pues yaciendo en un pesebre, reposando en el regazo virginal, predicando en la montaña, pasando la noche en oración; o bien pendiente de la cruz, en la lividez de la muerte, libre entre los muertos y dominando sobre el poder de la muerte, como también resucitando al tercer día y mostrando a los apóstoles la marca de los clavos, como signo de victoria, y subiendo finalmente, ante la mirada de ellos, hasta lo más íntimo de los cielos.
¿Hay algo de esto que no sea objeto de una verdadera, piadosa y santa meditación? Cuando medito en cualquiera de estas cosas, mi pensamiento va hasta Dios y, a través de todas ellas, llego hasta mi Dios. A esta meditación la llamo sabiduría, y para mí la prudencia consiste en ir saboreando en la memoria la dulzura que la vara sacerdotal infundió tan abundantemente en estos frutos, dulzura de la que María disfruta con toda plenitud en el cielo y la derrama abundantemente sobre nosotros.
Oración
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, y con la intercesión de la Virgen María, a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

DE LA CASA DE LA DIVINA SABIDURIA,
LA VIRGEN MARÍA
1. Como hay varias sabidurías, debemos buscar qué sabiduría edificó para sí la casa. Hay una sabiduría de la carne, que es enemiga de Dios, y una sabiduría de este mundo, que es insensatez ante Dios. Estas dos, según el apóstol Santiago, son terrenas, animales y diabólicas. Según estas sabidurías, se llaman sabios los que hacen el mal y no saben hacer el bien , los cuales se pierden y se condenan en su misma sabiduría, como está escrito: Cogeré a los sabios en su astucia; Perderé la sabiduría de los sabios y reprobaré la prudencia de los prudente. Y, ciertamente, me parece que a tales sabios se adapta digna y competentemente el dicho de Salomón: Vi una malicia debajo del sol: el hombre que se cree ante sí ser sabio. Ninguna de estas sabidurías, ya sea la de la carne, ya la del mundo, edifica, más bien destruyen cualquiera casa en que habiten. Pero hay otra sabiduría que viene de arriba; la cual primero es pudorosa, después pacífica. Es Cristo, Virtud y Sabiduría de Dios, de quien dice el Apóstol: Al cual nos ha dado Dios como sabiduría y justicia, santificación y redención.
2. Así, pues, esta sabiduría, que era de Dios, vino a nosotros del seno del Padre y edificó para sí una casa, es a saber, a María virgen, su madre, en la que talló siete columnas. ¿Qué significa tallar en ella siete columnas sino hacer de ella una digna morada con la fe y las buenas obras? Ciertamente, el número ternario pertenece a la fe en la santa Trinidad, y el cuaternario, a las cuatro principales virtudes. Que estuvo la Santísima Trinidad en María (me refiero a la presencia de la majestad), en la que sólo el Hijo estaba por la asunción de la humanidad, lo atestigua el mensajero celestial, quien, abriendo los misterios ocultos, dice: "Dios, te salve, llena de gracia, el Señor es contigo"; y en seguida: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra". He ahí que tienes al Señor, que tienes la virtud del Altísimo, que tienes al Espíritu Santo, que tienes al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Ni puede estar el Padre sin el Hijo o el Hijo sin el Padre o sin los dos el que procede de ambos, el Espíritu Santo, según lo dice el mismo Hijo: "Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí". Y otra vez: "El Padre, que permanece en mí, ése hace los milagros" . Es claro, pues, que en el corazón de la Virgen estuvo la fe en la Santísima Trinidad.
3. Que poseyó las cuatro principales virtudes como cuatro columnas, debemos investigarlo. Primero veamos si tuvo la fortaleza. ¿Cómo pudo estar lejos esta virtud de aquella que, relegadas las pompas seculares y despreciados los deleites de la carne, se propuso vivir sólo para Dios virginalmente? Si no me engaño, ésta es la virgen de la que se lee en Salomón: ¿Quién encontrará a la mujer fuerte? Ciertamente, su precio es de los últimos confines. La cual fue tan valerosa, que aplastó la cabeza de aquella serpiente a la que dijo el Señor: "Pondré enemistad entre ti y la mujer, tu descendencia y su descendencia; ella aplastará tu cabeza"  Que fue templada, prudente y justa, lo comprobamos con luz más clara en la alocución del ángel y en la respuesta de ella. Habiendo saludado tan honrosamente el ángel diciéndole: "Dios te salve, llena de gracia", no se ensoberbeció por ser bendita con un singular privilegio de la gracia, sino que calló y pensó dentro de sí qué sería este insólito saludo. ¿Qué otra cosa brilla en esto sino la templanza? Mas cuando el mismo ángel la ilustraba sobre los misterios celestiales, preguntó diligentemente cómo concebiría y daría a luz la que no conocía varón; y en esto, sin duda ninguna, fue prudente. Da una señal de justicia cuando se confiesa esclava del Señor. Que la confesión es de los justos, lo atestigua el que dice: Con todo eso, los Justos confesarán tu nombre y los rectos habitarán en tu presencia. Y en otra parte se dice de los mismos: Y diréis en la confesión: Todas las obras del Señor son muy buenas .
4. Fue, pues, la bienaventurada Virgen María fuerte en el propósito, templada en el silencio, prudente en la interrogación, justa en la confesión. Por tanto, con estas cuatro columnas y las tres predichas de la fe construyó en ella la Sabiduría celestial una casa para sí. La cual Sabiduría de tal modo llenó la mente, que de su Plenitud se fecundó la carne, y con ella cubrió la Virgen, mediante una gracia singular, a la misma sabiduría, que antes había concebido en la mente pura. También nosotros, si queremos ser hechos casa de esta sabiduría, debemos tallar en nosotros las mismas siete columnas, esto es, nos debemos preparar para ella con la fe y las costumbres. Por lo que se refiere a las costumbres, pienso que basta la justicia, mas rodeada de las demás virtudes. Así, pues, para que el error no engañe a la ignorancia, haya una previa prudencia; haya también templanza y fortaleza para que no caiga ladeándose a la derecha o a la izquierda.

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