miércoles, 9 de enero de 2013

“¿QUIÉN DICE LA GENTE QUE SOY YO?”


1.  CRISTO SE DIRIGE “A LAS ALDEAS DE CESÁREA DE FILIPO

Marcos sitúa esta escena cuando Cristo se dirige “a las aldeas de Cesárea de Filipo. Marcos, lo mismo que Lucas, sólo traen en este lugar el relato que hacen los apóstoles sobre quién dicen las gentes que sea Él, y la confesión de Pedro proclamando que Jesús es “el Cristo,” el Mesías. Ambos traen también la prohibición que les hace para que no digan que Él es el Cristo. Mira siempre a evitar exaltaciones mesiánicas prematuras.
Aunque en diversas escenas anteriores, relatadas por Marcos, los “endemoniados” lo proclaman Mesías, en los apóstoles se ve un retraso en su comprensión. Puede ser que haya escenas “anticipadas” o a las que se les haya prestado un contenido posterior, ya que, en los “endemoniados,” el objetivo directo es la supremacía de Cristo sobre los demonios, con lo que el mesianismo se presenta en Israel: así al reconocerlo ellos y vencerlos, se acusaba, literariamente, aún más su triunfo.

2.  “¿QUIÉN DICE LA GENTE QUE SOY YO?”

Es en este lugar de Cesárea de Filipo, es el momento cuando Jesús, dirigiéndose a los discípulos, les hace abiertamente esta pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo? Jesús no lo ignoraba por su conocimiento sobrenatural, pero también lo que pensaba la gente de El lo sabía, como los apóstoles, por el rumor popular. ¿Por qué les pregunta primeramente a ellos lo que piensan de El las gentes?
El contacto de los apóstoles con las muchedumbres a causa de la predicación y milagros de Jesús les había hecho recibir toda clase de impresiones en torno a esto. Las que recogieron eran éstas: Unos, que Juan Bautista; otros, que Elías, y otros, que uno de los profetas. Jesús, para unos, era Juan Bautista, sin duda resucitado, como sostenía el mismo Herodes Antipas. Pues esta opinión había cobrado cuerpo entre el pueblo, ya que Lucas mismo dice que Antipas estaba preocupado con la presencia de Jesús, puesto que algunos decían que era Juan, que había resucitado de entre los muertos (Lc 9:7).

3.  “ALGUNOS DICEN QUE ERES JUAN EL BAUTISTA; OTROS, ELÍAS; Y OTROS, ALGUNO DE LOS PROFETAS”

Para otros, Jesús era Elías. Lucas recoge en otro lugar esta creencia popular. Jesús era, para diversos grupos, Elías, que había aparecido (Lc 9:8). Según la estimación popular, Elías no había muerto, y debía venir para manifestar y ungir al Mesías.
Otros piensan que fuese Jeremías (Mateo). El profeta Jeremías era considerado como uno de los grandes protectores del pueblo judío, sobre todo por influjo del libro II de los Macabeos (2:1-12). Pero no pasaba por un precursor del Mesías. Mateo ya hizo referencia a él (2:17). Acaso se lo cita por el simple prestigio que tenía en el judaísmo, y del que se podrían esperar cosas extraordinarias.
Por último, sin saber a ciencia cierta quién sea, para muchos era algún profeta de los antiguos, que ha resucitado (Lucas). Era el poder milagroso de Jesús el que los hacía creer en la resurrección de un muerto (Mt 14:2; Mc 6:14).
No deja de extrañar el que los apóstoles no citen, tomado de la opinión de las gentes, el que El fuese o pudiese ser el Mesías.

4.  “Y USTEDES, ¿QUIÉN DICEN QUE SOY YO?”

Así fue como ellos le respondieron: “Algunos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas. Y preguntó, “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”
Por eso, después de oír lo que las gentes pensaban de El, se dirige a los apóstoles para preguntarles abiertamente qué es lo que, a estas alturas de su vida y de su contacto de dos años con El, han captado a través de su doctrina, de su conducta, de sus milagros. Era un momento sumamente trascendental. Si no fuera que Jesús tenía un conocimiento de todo por su ciencia sobrenatural, se diría que esperaba impaciente la respuesta de sus apóstoles.
Los tres sinópticos no dicen la respuesta que hayan podido tener éstos. Sólo recogen la respuesta que le dirigió Pedro. Todos los detalles se acumulan en la narración de Mateo para indicar no sólo la precisión que interesa destacar, sino con ella acusar la solemnidad del momento y la trascendencia del acto.

5.  PEDRO RESPONDIÓ: “TÚ ERES EL MESÍAS”.

Mientras Marcos y Lucas presentan sin más a Pedro, Mateo lo precisa ya de antemano como Simón Pedro. En efecto, Pedro tenía por nombre Simón (Mateo 4:18 y par.). En Juan se lee que Jesús, al ver por vez primera a Simón, le anunció que será llamado Pedro (Jn 1:42). Ya desde un principio, Jesús puso en Simón la elección para Pedro, para ser piedra El conservar aquí los dos nombres es sumamente oportuno.
La confesión de Pedro es expresada así: Pedro respondió: “Tú eres el Mesías”. Aquí se confiesa por Pedro la mesianidad y la divinidad de Jesús. Al decir que es el Mesías, indica su relación supereminente de autoridad con Dios — el Padre — que lo envía.
Pedro, desde su primer encuentro con Jesús, deja al descubierto, por una parte, la amistad no disimulada del Maestro, y por otra, la entrega sin reservas a su servicio o compañía, es así como Pedro sabe quien es Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios.

6.  JESÚS LES ORDENÓ TERMINANTEMENTE QUE NO DIJERAN NADA ACERCA DE ÉL

En este fragmento del Evangelio de Marcos, Jesús solo le dice: “Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él”, sin embargo según Mateo (Mt 16:13-20), Jesús le dijo: ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan!, porque eso no te lo ha revelado ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos.
La respuesta de Jesús tiene dos partes bien marcadas: la primera es una felicitación a Pedro por la revelación tenida. La felicitación de Jesús a Simón es porque esta confesión no se la reveló ni la carne ni la sangre, con la que se expresa el ser humano. Tal era la grandeza de este misterio, que su revelación se la hizo su Padre celestial. Se trata, pues, de un misterio desconocido a Pedro, y un misterio que no podía, sin revelación, ser alcanzado por la carne y sangre — el hombre — Entonces, este conocimiento no es por su capacidad humana, es un don de Dios. En efecto, Pedro alcanzó este conocimiento por la fe.
Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías. Los tres sinópticos añadirán, después de esto, que Jesús prohibió a los discípulos que a nadie dijesen que El era el Mesías, Dada la efervescencia mesiánica que había, y que se había ya manifestado en orden a Jesús, hasta querer las multitudes arrebatarlo para llevarlo a Jerusalén y proclamarle, sin duda en el templo, “Rey,” Mesías (Jn 6:15), se imponía no contribuir a excitar a las gentes ni precipitar los acontecimientos. Había que esperar la hora de Dios.

7.  JESUS COMENZÓ A ENSEÑARLES

“Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas”. Marcos resalta (es el único que lo dice), que Jesús les enseñaba sobre la predicción de; su pasión y muerte con mucha claridad. Otro detalle del Señor es que le anuncia “resucitar después de tres días”, en otros relatos aparece como “en el tercer día.” Claramente les hablaba de esto. Era un momento ya oportuno. Había que corregirles el concepto erróneo del medio ambiente. No era el Mesías político nacionalista que los judíos y ellos esperaban (hechos 1:6).
Era el Mesías profético del dolor: el “Siervo de Yahvé” de Isaías. Por eso les anuncia: Que éste es el plan de Dios, para esto ha de ir a Jerusalén: “No puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén” (Lc 13:33), y que allí será condenado por “los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas” (Mateos), además allí “sufrirá mucho” y será “entregado a la muerte.” Pero “al tercer día resucitará.

8.  “¡RETÍRATE, VE DETRÁS DE MÍ, SATANÁS!

Entonces “Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo” y trató de disuadirlo.  Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos; “lo reprendió, diciendo: “¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”.
La respuesta de Jesús a Pedro es que no sea para El un Satanás, el gran enemigo del reino. Por eso, la proposición de Pedro, nacida de ignorancia y de afecto, era para el Señor un obstáculo de seguirla, para no cumplir el mesianismo de dolor, que era el plan del Padre. No es de extrañar en Pedro una dificultad para aceptar aquellas profecías de Jesús. Pedro conocía y confesaba la mesianidad de Jesús, pero algo deformada por los prejuicios rabínicos que el antes había oído sobre un Mesías triunfador y nacionalista, entonces no le era fácil aceptar la imagen de un Mesías doliente, humillado y crucificado por los jefes de la nación. Así es como Jesús le hace ver que habla al modo humano y, que elude el dolor.
Jesús debía padecer y morir, ese era el Plan de Dios, pero ese sufrimiento había de ser la causa de nuestra salvación.
Como a Pedro, nos sucede lo mismo, el no entendía las cosas de Dios, del mismo modo, por no situarnos en el Plan del Padre, se nos hace difícil entender sus obras. Tenemos necesidad de despojarnos de los criterios del hombre y adoptar solo y únicamente el de Jesucristo.

9.  EL QUE QUIERA VENIR DETRÁS DE MÍ, QUE RENUNCIE A SÍ MISMO, QUE CARGUE CON SU CRUZ Y ME SIGA.

En este fragmento del Evangelio, Cristo nos hace reflexionar profundamente, El advierte a la muchedumbre y a sus discípulos sobre cuales son las condiciones que deben tenerse en cuenta para seguirlo. “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. Las advertencias van dirigidas a los que quieran ingresar en su reino. Es verdad que, si la invitación se hace a las gentes que les seguía, también se hace a los discípulos, lo que parecería dársele un valor no sólo de ingreso, sino de actividad ya en el reino. Será lo que haga, destacando más este aspecto moralista, al decir que es necesario negarse a sí mismo cada día (Lc 9:23), sin duda incluido en la invitación de Marcos al ingreso en el reino. Dice el Señor; que cargue con su cruz y me siga”. Las escenas de crucifixiones no eran raras en aquel tiempo. La imagen se evocaba del medio ambiente. Pero no sería improbable que aquí el “tomar su cruz” y “sígame” esté matizado por el ejemplo de Cristo en la Vía Dolorosa.

10.           EL QUE PIERDA SU VIDA POR MÍ Y POR LA BUENA NOTICIA, LA SALVARÁ

El motivo por el que ha de perderse la vida, si fuere preciso, “el que pierda su vida por mí”,  es “por el Señor”. Se señala en los Evangelios de Mateo y Lucas, “por mi causa, y este fragmento Marcos añade también por la Buena Noticia”, es decir por Evangelio, de alguna forma se ve ya la aplicación de esta enseñanza de Cristo ante persecuciones cristianas.
Marcos, del mismo modo como lo hacen Mateo y Lucas, destaca la importancia de la persona de Cristo. Por El ha de perderse, si es preciso, la vida. Esto da a Cristo, máxime en todo el contexto, un valor de trascendencia: todo ha de subordinarse a El.
Se habla aquí de “Perder su vida” Algunas traducciones ponen; “Alma” ya que es el conocido semitismo que significa “vida.” Dice el Evangelio de Mateo: ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? (Mt 16,16), este un proverbio. Pero en el caso presente según el Evangelio de Marcos, este se refiere a la vida eterna. “El que pierda su vida por mí….la salvará”.

El Señor les Bendiga, Cristo Jesús, viva en nuestros corazones

XXIV Domingo Ciclo B

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