viernes, 25 de enero de 2013

¿Quién es Dios?


No. No es una pregunta de tercer nivel en el Trivial Pursuit. Anoche un sacerdote reflexionaba sobre ello ante un nutrido grupo de gente, y como esta mañana desde Religión Digital se nos comunica que el papa manifiesta que “Dios es el gran ausente en la vida de las personas y que el cristiano no debe tener miedo de ir contra corriente”, -digo que- deseo pensar en voz alta.
Yo entiendo a quienes desean ayudar a que otras personas descubran a Dios. Bien porque sean personas que consideremos alejadas –de la Iglesia-, o bien porque la creencia o religiosidad de estos, se fundamente exclusivamente en el culto o devoción a tal o cual imagen. Pero ojo, esta teoría bien podemos encabezarla con el grito medieval de “¡Santiago lo quiere!”, o considerarnos cuasi evangelizadores que como Colón llevaron el evangelio a América, aunque el precio pagado por los indígenas fuera insoportable.
Con todo respeto, estas teorías evangelizadoras conllevan un porcentaje de paternalismo muy considerable. Al menos así lo considero yo, ya que por muy llamados que nos sintamos para anunciar al Señor, siempre debemos preguntarnos si la otra persona desea necesariamente nuestras indicaciones, o quizás en lugar de ayudarle a descubrir, debemos ser nosotros los que le pidamos a este sujeto que nos muestre a SU Dios –su percepción y entendimiento- desde su concreta realidad.
La iglesia como organización, siempre ha estado exenta de democracia. Nunca ha preguntado nada a nadie, aunque Juan XXIII comenzara el Concilio Vaticano II aclamando: ¡Iglesia, háblame de ti misma! Esta iglesia como organización religiosa, siempre se ha considerado portadora de la verdad absoluta y siempre ha intentado inculcar a los demás su dogma.
Yo amo a la Iglesia. La amo porque en ella he descubierto el primigenio rostro de Dios y en ella he comenzado a recibir la enseñanza del evangelio. Pero para mí concretamente ha sido guía al principio y azote después.
Por lo cual, uno primero se esperanza en ella y luego siente el desengaño más absoluto, pues o admites el dogma y lo asumes en tu vida o te mueves y no sales en la foto. Bien puede considerarse a esto, ir contracorriente. Además, si fuera padre reflexionaría mucho al prestar a un hijo mío a una educación católica.
Por ello, considero que el autentico descubrimiento de Dios, yo le he recibido de las personas normales y corrientes. Los ministros del presbiterado por estar en el orden jerárquico  son personas completamente parciales para hacernos descubrir a Dios de manera objetiva; pues poco a poco irán llevando al postulado hacia SU verdad plena y su concreto entendimiento de Dios. Como dije al principio, ayer se nos hablo un poco de esto.
De momento se nos comunicó que se debe reflexionar ante Dios del mal que realizamos o del bien que dejamos de hacer ante los demás. Me pregunto junto a un amigo teólogo, ¿qué esperar de una organización, que en el comienzo de cualquier celebración te hace ser consciente de lo malo que eres y los fallos que cometiste?
¿Dónde quedó la alegría en la Iglesia de Jesús resucitado, si la misma Alegría es ya un sacramento de por sí? Mi planteamiento nos lleva a “Sacramentos de la vida” de Leonardo Boff. Para muchas personas, Dios es su pareja, su esposo o su mujer. ¿Para cuantas personas Dios es su niña y la sonrisa de esta en sus ojos? ¿Para cuantas personas, Dios es la quietud de un rebaño pastando en la montaña? ¿Para cuantas personas Dios es ese momento de amistad compartida, de relación reciproca o de serenidad en la vida? ¿Para cuantas personas Dios es una imagen que te evoca sentimientos amorosos?
Luego queda en otro plano la concienciación personal del mal y el bien; pero este discernimiento –como nos enseña Ranher- ya pertenece a la ética moral de cada sujeto, que desarrollará en función de su educación. Acabo. El papa se equivoca al manifestar que "el cristiano no debe tener miedo a ir contracorriente", porque yo he sentido miedo en la Iglesia precisamente al ir contra corriente buscando la verdad de Dios en mi vida y su rostro amoroso en los demás.
Y digo más, la ciudadanía a día de hoy esta sedienta de justicia humana –no divina pues no existe-, y mientras se pida justicia se percibe a Dios porque se tiene conciencia de la vida, del bien y del mal. A ver si nos diéramos cuenta de que en este aclamado Año de la fe, la que necesita con urgencia ser reevangelizada es la propia iglesia, exenta de testimonios contundentes.

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