fecha: 15 de enero
†: s. VI/VII - país: Francia
canonización: culto local
hagiografía: Abel Della Costa
†: s. VI/VII - país: Francia
canonización: culto local
hagiografía: Abel Della Costa
En la región de Rodez, también en la Galia, santa Tarsicia, virgen y mártir.
Santa Tarsicia fue, según los genealogistas, hija de Ambert y Blitilde. Él era un rico señor de Aquitania, emparentado con la que luego fue la dinastía real francesa, y la madre, a su vez, hija de Clotario I. Los hermanos de Tarcicia fueron Arnoal, bisabuelo de Carlomagno, San Ferreol, obispo de Uzés y Moderico, obispo de Larzac.
La leyenda local de la santa cuenta que desde muy joven se consagró Tarsicia al servicio de Dios. Para adquirir libertad, renuncia a las ventajas de una casa opulenta, y por una inspiración del Espíritu Santo, abandona su tierra. Despues de varias peregrinaciones llega a Rouergue, y se asienta en la parroquia de Rodelle, en el bosque, en soledad, aislada de todo contacto con el mundo. Se dice que el Señor la alimentaba cada día milagrosamente: una cabra venía a horas fijas a darle leche.
La santa pasó muchos años en soledad, hasta que un día se abrió el cielo, brilló una gran luz y se encontró el cuerpo de Tarsicia sin vida, que exhalaba un exquisito olor. Esto ocurrió hacia el año 600. Fue transportada a Rodez por el obispo y su clero, y el concurso de gran parte del pueblo. Las reliquias fueron objeto de veneración, especialmente en el monasterio de Saint-Sernin, en Rodez, hasta la Revolución Francesa. Las religiosas, casi todas de familias nobles, se enorgullecían de tener consigo tan venerables cuanto nobles reliquias. Para evitar la profanación, las reliquias fueron guardadas, y más tarde vueltas a exponer en un rico relicario en la catedral de Rodez.
Debemos suponer -como en el caso de otros ermitaños- que su gruta era frecuentada por vecinos del lugar que iban, ya a pedir consejo, oraciones o curaciones, lo que explicaría la fama de santidad reconocida de manera inmediata a su muerte. No lejos de la gruta donde la santa vivió se encuentra una fuente que se afirma milagrosamente eficaz en los problemas de los ojos, gracias a la bendición recibida Tarsicia.
En Acta Sanctorum, enero, I, pág. 1068 se encuentra la (supuesta) genealogía real de santa Tarsicia, y el relato tradicional, en el que basamos el nuestro, en Petits Bollandistes, de Guerin, I, pág. 375
La leyenda local de la santa cuenta que desde muy joven se consagró Tarsicia al servicio de Dios. Para adquirir libertad, renuncia a las ventajas de una casa opulenta, y por una inspiración del Espíritu Santo, abandona su tierra. Despues de varias peregrinaciones llega a Rouergue, y se asienta en la parroquia de Rodelle, en el bosque, en soledad, aislada de todo contacto con el mundo. Se dice que el Señor la alimentaba cada día milagrosamente: una cabra venía a horas fijas a darle leche.
La santa pasó muchos años en soledad, hasta que un día se abrió el cielo, brilló una gran luz y se encontró el cuerpo de Tarsicia sin vida, que exhalaba un exquisito olor. Esto ocurrió hacia el año 600. Fue transportada a Rodez por el obispo y su clero, y el concurso de gran parte del pueblo. Las reliquias fueron objeto de veneración, especialmente en el monasterio de Saint-Sernin, en Rodez, hasta la Revolución Francesa. Las religiosas, casi todas de familias nobles, se enorgullecían de tener consigo tan venerables cuanto nobles reliquias. Para evitar la profanación, las reliquias fueron guardadas, y más tarde vueltas a exponer en un rico relicario en la catedral de Rodez.
Debemos suponer -como en el caso de otros ermitaños- que su gruta era frecuentada por vecinos del lugar que iban, ya a pedir consejo, oraciones o curaciones, lo que explicaría la fama de santidad reconocida de manera inmediata a su muerte. No lejos de la gruta donde la santa vivió se encuentra una fuente que se afirma milagrosamente eficaz en los problemas de los ojos, gracias a la bendición recibida Tarsicia.
En Acta Sanctorum, enero, I, pág. 1068 se encuentra la (supuesta) genealogía real de santa Tarsicia, y el relato tradicional, en el que basamos el nuestro, en Petits Bollandistes, de Guerin, I, pág. 375
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