lunes, 25 de marzo de 2013

Amadeo IX de Saboya, Beato

Laico, 30 de marzo
 
Amadeo IX de Saboya, Beato
Amadeo IX de Saboya, Beato

Duque

Martirologio Romano: En Vercelli, en el Piamonte, beato Amadeo IX, duque de Saboya, que en el gobierno que se le había confiado fomentó de todas formas la paz y, con su ayuda y celo, sostuvo las causas de los pobres, viudas y huérfanos (1472).

Etimológicamente: Amadeo = Aquel que ama a Dios, es de origen latino.

Fecha de beatificación: 3 de marzo de 1677 por el Papa Inocencio XI.
Fue el noveno de este nombre y el tercer Duque de aquel Estado, entre los de la familia Saboya ( 1435-1472). Reinó solamente siete años (1465-1472). Obtuvo el título de Beato dos siglos más tarde, bajo el Pontificado del Beato Inocencio XI. — Fiesta litúrgica: 31 de marzo.

«Mucho os recomiendo a los pobres, derramad sobre ellos liberalmente vuestras limosnas, y el Señor derramará abundantemente sobre vosotros sus bendiciones. Haced justicia a todos sin acepción de personas; aplicad todos vuestros esfuerzos para que florezca la Religión y para que Dios sea servido”.

Éste fuel el testamento que el Beato Amadeo dio de palabra a su esposa, momentos antes de morir; que había servido de consigna a toda su vida de cristiano y político.

Es muy recomendable, amigo lector, que nos detengamos un poco en contemplar la riqueza de Dios, que ha escogido santos en todas las épocas de la Historia, y en cada uno de los diversos estamentos sociales, de todas las edades, con las más variadas inclinaciones naturales y carismas sobrenaturales. Amadeo supo conocer y amar, y descubrir a Cristo en los hermanos. Esto desde el trono, de donde apareció con más claridad ante sus súbditos su acrisolada virtud cristiana: sobre todo, sus obras de misericordia y deseo de regir justamente a la nación.

Nació y se educó en la región alpina que se extiende, desde la Francia Oriental, en las grandes cordilleras suizas. Cerca tenía el pacífico lago de Ginebra. No muy lejos aparecían las nieves perpetuas del San Bernardo y Monte Blanco. Ello comunicaba gran paz a su interior y a los espíritus de todos los habitantes del Ducado de Saboya; sencillos, religiosos, apegados a sus tradiciones, algo toscos.

La tradición familiar, profundamente religiosa, le llevó por los senderos del bien, de modo espontáneo. En una corte del medievo, pacífica y hogareña, uno puede conservarse sereno y virtuoso, trabajar por el gran ideal. Así las obras de Amadeo fueron conquistando admiradores y seguidores.

Muy joven, contrajo matrimonio con Violante de Valois, hija del rey de Francia. Fue una unión feliz, pues los dos procuraban hacerse suyas las necesidades y gustos del cónyuge para ponerles remedio: hicieron del amor el lema de sus relaciones con Dios y mutuas.

Fecundo matrimonio, tuvieron nueve hijos a los que, sobre las riquezas, supieron darles educación religiosa esmerada. Una de sus hijas subió a los altares con el nombre de Beata Luisa de Saboya.

Dios puso a prueba su virtud, para hacerla más firme y mayor. Tuvo un reinado molestado por luchas frecuentes con señores feudales colindantes; hasta por pretendientes al trono, entre los suyos. Su mansedumbre y misericordia fueron su gran defensa.

También, a menudo, era atacado por la epilepsia, que consideraba como un freno providencial de las pasiones y necesaria mirra entre las dulzuras de la vida. Por esto es invocado contra esta enfermedad.

Su vida entera queda resumida en una anécdota que vamos a citar y que ha sido conservada por la tradición.

Se trata de un diálogo que sostuvo con el embajador de un príncipe extranjero cuando éste le preguntaba qué diversiones tenía, si le gustaba la caza como entretenimiento, y cómo solía solazarse.

—Tengo otros entretenimientos, en los que me ocupo con mayor placer; deseo que vea el señor embajador con sus propios ojos el objeto de mis diversiones.

Seguidamente el príncipe abrió el balcón de la sala, mostrándole un gran patio, en el cual había un incesante desfile de numerosos criados, atendiendo y dando de comer a más de quinientos pobres.

—Ved ahí, señor embajador, mis distracciones, con las que intento conseguir el reino de los Cielos.

El embajador se decidió a censurar diplomáticamente la conducta del bondadoso Duque, y le dijo:

—Muchas gentes se echan a mendigar por pereza y holgazanería.

A lo que respondió el caritativo príncipe:

—No permita el Cielo que yo entre a investigar con demasiada curiosidad la condición de los pobres que acuden a mis puertas; porque si el Señor mirase de igual manera nuestras acciones, nos hallaría con mucha frecuencia faltos de rectitud.

Replicó el embajador:
—Si todos los príncipes fuesen de semejante parecer, sus súbditos buscarían más la pobreza que la riqueza.

A lo que contestó el Beato Amadeo de Saboya:
—¡Felices los Estados en los que el apego a las riquezas se viera por siempre desterrado! ¿Qué produce el amor desordenado de los bienes materiales, sino orgullo, insolencia, injusticia y robos? Por el contrario, la pobreza tiene un cortejo formado por las más bellas virtudes.

Añadió el embajador:
—En verdad que vuestra ciencia, en relación con los restantes príncipes de este mundo, es totalmente distinta; porque en todas partes es mejor ser rico que pobre, pero en vuestros Estados los pobres son los preferidos.

Y contestó el Duque:
—Así lo he aprendido de Jesucristo. Mis soldados me defienden de los hombres; pero los pobres me defienden ante Dios.


Beato Amadeo IX de Saboya, laico
fecha: 30 de marzo
n.: 1435 - †: 1472 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Inocencio XI 3 mar 1677
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Vercelli, en el Piamonte, beato Amadeo IX, duque de Saboya, que durante su gobierno fomentó por todos los medios la paz, y con su ayuda y celo sostuvo las causas de los pobres, las viudas y los huérfanos.
refieren a este santo: Beata Luisa de Saboya

Amadeo IX, que como su antecesor, Humberto III, fue luego beatificado, era hijo del duque Luis I de Saboya y de Ana de Chipre, y nieto del antipapa Félix V. Amadeo nació en Thonon, en 1435, y fue prometido, en la cuna, a Yolanda, hija de Carlos VII de Francia, cimentando así la paz entre los dos países. Se le describe de agradable aspecto, de gran cultura y dotado de gracias espirituales excepcionales; desgraciadamente, sufrió durante toda su vida graves ataques de epilepsia, que en ocasiones lo dejaron postrado e incapacitado del todo. Su matrimonio, que tuvo lugar en 1451, fue muy feliz, pero casi todos sus cuatro hijos y dos hijas murieron muy jóvenes. En la provincia de Brescia, que le fue dada como heredad, vivió una vida agradable y apartada, lejos de las preocupaciones y tumultos de la corte; pero a la muerte de su padre, fue llamado para asumir el gobierno de Saboya y del Piamonte. Fue un gobernante clemente, aunque ineficaz para suprimir el soborno y para impedir que los ricos oprimieran a los pobres. Por cierto, en los casos que se le presentaban personalmente, estaba tan dispuesto a defender a los débiles, que el duque Galeazzo de Milán, bromeando, dijo en cierta ocasión, que si bien en el resto del mundo era mejor ser rico que pobre, en el ducado de Saboya se favorecía a los mendigos y a los ricos se les trataba duramente.

Amadeo no podía resistirse a dar limosnas a todo el mundo y, después de haber agotado el contenido de su talega, se deshacía de su propia ropa y de cualquier cosa que llevara. Se dice que en cierta ocasión, desbarató el collar que llevaba y distribuyó las piedras. Cierta vez que un embajador se había estado jactando en gran manera de las numerosas jaurías de perros de caza de diferentes razas que su amo poseía, el duque le condujo a una terraza, fuera del palacio, donde había numerosas mesas en las que los pobres de la ciudad estaban recibiendo de comer: «Estas son mis jaurías y mis perros de caza -dijo-; con la ayuda de estos pobres, yo salgo a caza de la virtud y persigo el Reino de los Cielos». El embajador objetó que algunos de aquellos menesterosos eran viciosos e indignos, tan sólo vagos e hipócritas. «Yo no los juzgaría tan severamente -replicó Amadeo con gentileza-, para que Dios no me juzgue de esa manera a mí y me niegue su bendición». Aborrecía la blasfemia y no retenía en su servicio al que usara lenguaje profano. Era muy espléndido en sus limosnas y, sin embargo, los recursos económicos del Estado no menguaban. Por el contrario, debido a su prudente administración, las deudas adquiridas por sus predecesores fueron pagadas y el erario, que él había encontrado vacío, fue colmado y pudo dotar a tres de sus hermanas para el matrimonio, sin incurrir en deudas o exigir nuevos impuestos.

En su vida privada era extremadamente austero y, lejos de permitirse ciertas comodidades con el pretexto de su mala salud, decía que estaba obligado a ayunar por esa misma razón. Empezaba cada día meditando en privado y oyendo misa; se dice que frecuentaba los sacramentos con más constancia de lo que era habitual en aquella época. Como todos los hombres verdaderamente magnánimos, no guardaba rencor a aquellos que lo trataban mal. Él había sido provocado muchas veces por los Sforza de Milán; pero, cuando a la muerte del duque Francisco, el hijo de éste, Galeazzo, en su prisa por llegar a Milán desde el Delfinado, fue arrestado al tratar de cruzar de incógnito la Saboya, Amadeo lo trató con honor y le proporcionó una escolta que lo condujera a Milán. Tiempo después, el ingrato Galeazzo lo atacó, pero Amadeo puso fin a la guerra y se ganó su amistad; concediéndole a su hermana Bona en matrimonio. Debe confesarse que algunos historiadores juzgan su política menos favorablemente y sostienen que su actitud conciliadora trajo como resultado que Saboya se convirtiera en un centro de continua lucha. Sus hermanos se rebelaron en su contra varias veces, pero él siempre los perdonó y los disculpó.

A causa de su enfermedad, Amadeo renunció al gobierno en favor de su esposa, pero sus subditos se rebelaron y él mismo fue hecho prisionero hasta que su cuñado, el rey Luis XI, lo rescató. Aun cuando contaba sólo treinta y siete años, su enfermedad había minado sus fuerzas y reconoció que su fin se acercaba. Habiendo exhortado a sus hijos y nobles cortesanos con las palabras que con frecuencia aparecen en imágenes del beato: «Sed justos; amad a los pobres y el Señor dará la paz a vuestras tierras», Amadeo entregó su alma a Dios el 30 de marzo de 1472. Fue beatificado en 1677.

Ver el Acta Sanctorum, marzo, vol. III ; J. E. Gonthier, Oeuvres Historiques, vol. III, pp. 95-121; E. Fedelini, Les Bienheureux de la Maison de Savoie (1925).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 

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