sábado, 27 de abril de 2013

Severo de Nápoles, Santo


Obispo, Abril 29
 
Severo de Nápoles, Santo
Severo de Nápoles, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Nápoles, de la Campania, san Severo, obispo, al que san Ambrosio amó como a un hermano y su Iglesia como a un padre (c. 409).

Etimológicamente: Severo = Aquel que se comporta de forma austera o inflexible, es de origen latino.
En el catálogo de los obispos napolitanos ocupa el duodécimo lugar; de su vida anterior a su ministerio episcopal, no se sabe prácticamente nada.

San Severo sirvió su episcopado de febrero de 363 al 29 de abril de 409, por lo tanto algunas décadas después de la libertad de culto establecida por Constantino a favor de los cristianos (año 313); fue ciertamente un período en que las dos religiones, pagana y cristiana, fueron obligadas a convivir, y los retrocesos al paganismo fueron frecuentes.

Su obra se desarrolló después de estos retornos al paganismo y los violentos ataques de los heréticos arrianos; los seguidores del herético Ario de Alejandría (280 -336) afirmaban que el Verbo, encarnado en Jesús, no tenía misma sustancia del Padre, y que era tan sólo la primera de sus criaturas; la herejía condenada por los Concilios de Alejandría del 321 y Nicea del 325, provocó una lucha a veces también violenta, entre las dos posiciones existentes en la Iglesia de aquel entonces.

La Iglesia de Nápoles, con la guía iluminada de San Severo, refloreció en la fe auténtica del cristianismo; reestableció en la ciudad las obras de su predecesor san Máximo (siglo IV) quien murió en el destierro en Oriente, durante la persecución ariana.

Hace falta decir que san Máximo fue el décimo obispo de Nápoles y san Severo el duodécimo, entre los dos estuvo el usurpador ariano Zosimo, quien durante sus seis años de episcopado, retornó a la fe original, por lo que si está legítimamente considerado como el 11° obispo.

Varios documentos antiguos confirman que se ganó, no sólo consideración y cariño de los cristianos, sino también la de los paganos. Fue amigo de san Ambrosio (340 -397) obispo de Milán, a quien tuvo ocasión de conocer durante el Concilio plenario realizado en el 392 en Capua.

Le son atribuidas la construcción de cuatro basílicas, de una de ellas, engalanada con mármoles y preciosos mosaicos fue dedicada al Salvador, de esta antigua basílica llamada luego San Giorgio el Mayor, ha quedado tan sólo la cúpula.

A Severo es atribuida también la construcción del célebre Baptisterio de Nápoles, anterior con cerca de treinta años a aquel erigido en Laterano por Sisto III (432 -440) siendo por tanto el más antiguo de occidente. El Baptisterio está actualmente adosado a la basílica de Santa Restituta en la Catedral de Nápoles; también llamado "San Giovanni in fonte", se inspira en cánones orientales, con preciosos mosaicos traídos de otros baptisterios.

Fuera de los muros de la ciudad, Severo hizo construir a poca distancia de la Basílica de San Fortunato, una basílica cementerial, dónde hizo colocar las reliquias del obispo san Máximo y que parece fue incluso su primera sepultura. De esta basílica, sus reliquias fueron trasladadas hacia la mitad del siglo IX, a un oratorio de la Basílica urbana de S. Severo en el barrio Sanità, propiedad de una Congregación sacerdotal. En el 1310 el arzobispo Humberto de Ormont, quien antes fuera el abad de la Basílica de San Severo, colocó las reliquias bajo el altar mayor, dentro de un magnífico tabernáculo de mármol, que algunos estudiosos atribuyen a Tino de Camaino o a su escuela. Este último traslado de las reliquias, despertó el culto por el santo obispo, que se había visto bastante adormecido, luego de que en el año 1294 se popularizara la devoción hacia el mártir dominico san Pedro de Verona.

San Severo también es patrono de la ciudad y diócesis de San Severo, en la provincia de Foggia.
 
 
San Severo de Nápoles, obispo
fecha: 29 de abril
†: c. 409 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
En Nápoles, de la Campania, san Severo, obispo, al que san Ambrosio amó como a un hermano y su Iglesia como a un padre.

En el catálogo de obispos napolitanos ocupa el duodécimo puesto. De su vida anterior al ministerio episcopal no se sabe prácticamente nada. San Severo desarrolló su episcopado desde febrero del 363 hasta el 29 de abril del 409, es decir, algunos decenios después que Constantino decretara la libertad de culto para los cristianos (313); fue ciertamente un período en el cual las dos religiones, pagana y cristiana, se vieron obligadas a convivir, y las recaídas en el paganismo eran frecuentes. Su obra se desenvolvió después de uno de estos retornos del paganismo (Juliano el apóstata, 361-363) y de violentos ataques de los herejes arrianos; los seguidores del heresiarca Arrio de Alejandría (280-336) afirmaban que el Verbo, encarnado en Jesús, no era de la misma sustancia del Padre, sino que representaba la primera de sus creaturas; esta herejía, condenada en los concilios de Alejandría (321) y Nicea (325), provocó luchas por momentos violenta en la iglesia de ese momento.

La Iglesia de Nápoles, con la iluminada guía de Severo, floreció en la genuina fe del cristianismo; trajo nuevamente a la ciudad las reliquias de su predecesor san Máximo (siglo IV), que había muerto exiliado en Oriente, durante la persecusión arriana. En realidad es necesario aclarar que Máximo fue el décimo obispo y Severo el duodécimo; en medio estuvo el usurpador arriano Zósimo, que posiblemente retornó durante parte de sus seis años de episcopado, a la fe ortodoxa, por lo que fue contado entre los sucesores legítimos.

Algunos documentos antiguos confirman que se conquistó la estima, no sólo de los cristianos sino también de los paganos. Fue amigo de san Ambrosio (340-397), obispo de Milán, que tuvo ocasión de conocerlo durante el Concilio plenario campano, celebrado en el 392 en Capua.

Se le atribuye la fundación de cuatro basílicas, de las cuales una, adornada de mármoles y preciosos mosaicos, estaba dedicada al Salvador; de esta antigua basílica, llamada después de San Jorge, sólo quedó sólo el ábside. A Severo viene atribuida también la construcción del célebre Bautisterio de Nápoles, anterior cerca de treinta años al erigido en Letrán por Sixto III (432-440), y que es por tanto el más antiguo de Occidente; llamado también «San Giovanni in fonte», se inspira en cánones orientales, con mosaicos considerados los más preciosos entre los que pueden encontrarse en otros bautisterios.

Fuera de los muros de la ciudad, Severo hizo construir a poca distancia de la basílica de San Fortunato una basílica sepulcral, donde hizo depositar las reliquias del obispo san Máximo, y que parece que fue la primera sepultura del propio Severo. De esta basílica sus reliquias fueron trasladadas, a mitad del siglo IX, a un oratorio de la basílica urbana de San Severo en el Rione Sanitá, mantenida por una congregación sacerdotal llamada «De la feria sexta».

En 1310 el arzobispo Humberto de Ormont, que había tenido antes el título de abad de la basílica de San Severo, colocó las reliquias bajo el altar mayor, en un magnífico ciborio de mármol, que algunos estudiosos del arte atribuyen a Tino de Camaino o a su escuela. Este traslado de reliquias volvió a encender el culto por el santo obispo, que había quedado un tanto apagado después de 1294 por la devoción al mártir dominicano san Pedro de Verona. El célebre calendario marmóreo de Nápoles, esculpido en el siglo IX y conservado en la Catedral, reporta su fiesta el 29 de abril, y con esta fecha pasó al Martirologio Romano.

Una «Vita» legendaria de san Severo escrita en el siglo XI testimonia un milagro obrado por el santo obispo: una pobre viuda con hijos pequeños estaba amenazada de esclavitud por un hombre que pretendía que le pagara una supuesta deuda de su difunto marido; no pudiendo ayudarla de otro modo, Severo la llevó consigo, junto al clero y al pueblo, al sepulcro del difunto, reclamándole que volviese a la vida y expusiese ante todos -y ante el reclamante- que no debía nada. Es un tipo de milagro que se encuentra con frecuencia en otras vidas legendarias, por lo que posiblemente sólo provenga de la imaginación del anónimo hagiógrafo.
 
 

¡Felicidades a quienes llevan este nombre!

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