Estas tres palabras traducen diversos términos hebreos y griegos. En el siguiente cuadro se manifiestan dos antropologías, dos formas diferentes de expresar lo que es el ser humano:
hebreo griego latín (y español)
basar sarx caro (carne)
soma corpus (cuerpo)
nefes psyjé anima (alma)
rúaj pneuma spiritus (espíritu*)
hebreo griego latín (y español)
basar sarx caro (carne)
soma corpus (cuerpo)
nefes psyjé anima (alma)
rúaj pneuma spiritus (espíritu*)
En el pensamiento hebreo
El hombre no está formado por tres componentes, sino contemplado según tres aspectos inseparables.
- 1. El basar (mal traducido por «carne») designa la condición corporal y, por tanto, frágil y mortal del ser humano. Evoca también su poder de generación: Adán dice de Eva que ella es «hueso de mis huesos y carne de mi carne»; forman juntos «una sola carne» (Gn 2,23-24). A su vez, generarán seres vivos, de carne, y continuarán la obra del Creador («procrear»).
- 2. La nefes (mal traducido por «alma») designa la garganta, la respiración, por tanto la vida biológica e incluso la persona entera. «Mi alma bendice al Señor» significa: «Yo bendigo* al Señor». El conjunto basar-nefes constituye al ser vivo biológico, el hombre con sus pasiones, su voluntad, su inteligencia; sin embargo, no posee por sí mismo la vida, que sólo procede de Dios.
- 3. La rúaj es el soplo que el Creador «insufló en la nariz» del hombre para hacer de él un ser vivo (Gn 2,7). Esta vida dada por Dios no se reduce a lo biológico y a lo psíquico, sino que depende de su relación con Dios: «Si retiras tu soplo, expiran y vuelven al polvo. Envías tu espíritu, los creas» (Sal 104,29-30)
En el pensamiento griego
El hombre está formado por dos componentes (es el dualismo):
- 1. El soma, el cuerpo material, corruptible y perecedero.
- 2. La psyjé, el alma, sede de las facultades afectivas, intelectuales y espirituales. Sólo este segundo componente, inmaterial, es comprendido como inmortal.
En el Nuevo Testamento
Los primeros autores cristianos heredan las dos culturas, la hebrea y la griega. Tuvieron que integrarlas. El dualismo griego cuerpo/alma es inexacto, pues divide al ser humano en dos partes: materia/espíritu, lo cual quiebra la unidad de la persona viva y se muestra incompatible con la noción bíblica de resurrección de la carne. La palabra «carne» no tiene aquí el sentido corriente de materia orgánica, pues toda la persona está destinada a la resurrección*.
En el Antiguo Testamento, todo ser vivo es, por lo tanto, carne, excepto Dios. Sin embargo, Dios se hará carne en Jesús: «Y el Verbo se hizo carne (sarx)» (Jn 1,14).
Pablo opone muchas veces la carne (sarx) y el espíritu (pneuma): es prácticamente la oposición entre «el hombre viejo» pecador y «el hombre nuevo» habitado por el Espíritu de Dios.
La expresión «cuerpo de Cristo» designa a la vez el cuerpo de Jesús de Nazaret, crucificado y resucitado (Lc 24,3), el pan eucarístico (Mt 26,26) Y el conjunto de las comunidades cristianas que forman la Iglesia* (Ef 4,12-16).
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