domingo, 11 de agosto de 2013

Doroteo de Gaza: Sobrellevarse


57. Sucedió que un hermano me persiguió insultándome desde la enfermería hasta la capilla. Yo, que iba delante de él, no dije una sola palabra. Cuando el abad se enteró (no sé por medio de quién) quiso castigarlo. Entonces yo me postré a sus pies suplicándole: "No, por el Señor. Fue mi culpa. ¿En qué fue culpable ese hermano?" Otro hermano, ya sea para probarme o por necedad, Dios lo sabe, durante cierto tiempo orinaba todas las noches cerca de mi cabecera, y entonces mi cama quedaba mojada. Otros hermanos venían todos los días a sacudir su colcha delante de la puerta de mi celda. Yo veía cómo las chinches se metían en el cuarto sin poder matarlas por la cantidad que había a causa del calor. Al irme a acostar se me venían todas encima. Me dormía a causa de mi cansancio extremo, pero por la mañana encontraba mi cuerpo todo picado. Sin embargo nunca dije a esos hermanos: "¡No hagan eso!, o ¿Por qué hacen eso?". Mi conciencia me atestigua que nunca dije una palabra que pudiera herir o afligir a alguien.

Aprendan también ustedes a llevar los fardos los unos de los otros (Ga 6, 2). Aprendan a respetarse mutuamente. Y si uno llega a oír una palabra desagradable de un hermano, o si le toca cargar con algo contra su gusto, no se descorazone ni se irrite enseguida. No reaccionen en el combate o frente a una ocasión provechosa con un corazón relajado, descuidado, sin fuerzas e incapaces de soportar el menor golpe, como si fuesen un melón al que la más pequeña piedra puede dañar y pudrir. Tengan un corazón firme, tengan paciencia y hagan que su mutua caridad supere todas las contrariedades.


Doroteo de Gaza: el temor de Dios
52.- Los Padres han dicho que el hombre adquiere el temor de Dios por el recuerdo de la muerte y de los castigos; al examinar cada tarde cómo pasó el día y cada mañana cómo ha pasado la noche; guardándose de la ligereza de espíritu y uniéndose a un hombre temeroso de Dios.

En efecto, se cuenta que un hermano preguntó a un anciano: "Padre, ¿qué debo hacer para temer a Dios?", a lo que el anciano respondió: "Ve, únete a un hombre temeroso de Dios, y por lo mismo que le teme, te enseñar a ti el temor de Dios".

Por el contrario, alejamos de nosotros el temor de Dios si hacemos lo opuesto a todo eso: Si no pensamos en la muerte ni en los castigos, si no nos vigilamos a nosotros mismos, si no examinamos nuestra conducta, viviendo de cualquier manera y juntándonos con cualquier persona. Pero sobre todo, cuando nos entregamos a la ligereza de espíritu, que es lo peor de todo y la ruina segura.

 

No hay comentarios: